martes, 19 de junio de 2012


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Índice

Introducción

Primera parte - El Misterio de la Encarnación
Capítulo I - El dogma (I) La Encarnación y la Trinidad
Capítulo II - El dogma (II) una Persona y dos Naturalezas
Capítulo III El misterio de la Encarnación
Capítulo IV - Las dos Naturalezas
Capítulo V - La Encarnación en el tiempo y el espacio
Capítulo VI - Las incógnitas de la Encarnación
Capítulo VII - El Modernismo y la Divinidad de Cristo

Segunda parte - El Misterio de la Vida
Capítulo I - El Alma Humana de Jesús
Capítulo II - La Actividad Humana de Jesús
Capitulo III - El resplandor de lo Divino

Tercera parte - El Misterio de la Muerte
Capítulo I - Misterio de Pasión
Capítulo II - Fue crucificado
Capítulo III - La muerte de Jesús
Nota especial  al Capítulo III: El relato de los soldados en Mateo


Introducción

El célebre texto de la Carta a los de Filipos de San Pablo.

"Cristo Jesús, poseyendo la naturaleza divina, no juzgó digno de deseo el ser igual a Dios, sino que se abatió a sí mismo tomando forma de siervo, en naturaleza de hombre, y tomando figura de hombre.

Se humilló a sí mismo hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Y por esto Dios le levantó, y le regaló el Nombre que está sobre todo nombre para que en el Nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para la gloria de Dios Padre." (Flp, 2,5-11)

En este texto, el P. Igartua señala los siguientes aspectos:

1.- La naturaleza divina de Jesús
2.- El “abatimiento” de Jesús
3.- El misterio de la Encarnación
4.- La encarnación ilumina toda la vida de Jesús de Nazaret
5.- La gloria de la realeza de Jesús de Nazaret.



1.- La naturaleza divina de Jesús

Comienza el santo apóstol por la afirmación clara y firme de la naturaleza divina de Jesús. Era Dios. "Tenía naturaleza divi­na" (morfé Zeoú). La palabra "forma" (morfé) designa de manera indudable la naturaleza divina, que poseía Jesús:

Según la doctrina de todo el epistolario de san Pablo, Jesús era Hijo de Dios, que era su Padre, pero en igualdad de naturaleza, pues Jesús era igualmente Dios, como aquí afirma


2.- El “abatimiento” de Jesús

A continuación expresa Pablo el "abatimiento", kénosis con palabra técnica (ekénosen= se vació de), que indica el "despojo" que hizo de sí de esta condición.


Se trata de "la forma de siervo", elegida libremente por Jesús en su naturaleza humana, sin gloria divina visible. Tuvo "naturaleza de hombre" (morfé anzrópou), y tomó "figura" (sjémati) de hombre, o sea de un hombre como los demás hombres de la raza humana.

Tenemos así declarada la encarnación de un Dios que ha tomado figura de hombre y naturaleza de hombre, además de la divina que poseía anteriormente a este instante, y que perma­nece en El.

Tenemos también la lección suprema de humildad (…). Se presentó como hombre ordinario, sin gloria externa divina.

Pablo habla de un hombre real y verdadero, pues dice en seguida que murió en Cruz. Tal fue Jesús de Nazaret.

Tal condición y figura humana de siervo no quita ciertamente que haya mostrado en sus obras su condición divina, pues hizo milagros.

La encarnación nos da, como resultado del admirable misterio, la existencia de un hombre-Dios. La vida de Jesús, como la relatan los evangelios, se nos ofrece como un resultado del misterio de la encarnación.


4.- La encarnación ilumina toda la vida de Jesús de Nazaret

La actividad vital de Jesús durante su vida, lo resume con esta frase: "Se hizo obediente hasta la muerte". Es así un ejercicio de obediencia a su Padre Dios por parte del hom­bre Dios Jesús.

En esta frase podemos decir que se compen­dian: la infancia de Jesús, su vida en el taller de Nazaret hasta su plenitud de edad en vida familiar, y aun su predicación y vida pública. (…) Debemos así proyectar la encarnación sobre toda su vida, pues en toda ella era un hombre-Dios el que actuaba

5.- La gloria de la realeza de Jesús de Nazaret

Pero tras ella, se llega al ciclo final de la gloria: "Por lo cual Dios le levantó, y le dio u otorgó el Nombre sobre todo nombre". El Nombre sobre todo nombre es el Nombre inefable de Dios.

Esto no puede significar ni para Pablo ni para nadie, que Dios hubiese otorgado su divi­nidad como don a quien no la poseía, pues la divinidad como tal es intransferible. Significa que terminó la etapa de abati­miento humano de Jesús, y resplandeció en su humanidad misma el resplandor de la gloria divina, que acompaña al Nombre de Dios.

Además, tal gloria debe ser en su humanidad, que es la que se había abatido y la que ahora recibía el premio de la exaltación. Es la gloria de la suprema realeza del mundo, de la que dijo Jesús después de su resurrección en el monte de Galilea: "Ahora me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra".

Esta gloria de Jesús, recibida en la resurrección, patente en su gloriosa ascensión y hechos consiguientes hasta el fin del mun­do, es la gloria ante la que debe doblarse toda rodilla en cielo, tierra y abismos inferiores. Es la realeza universal. Toda lengua debe aceptar y confesar y proclamar: "Jesucristo es el Señor", es decir Hombre que por ser Dios es Señor del mundo, y posee todos los poderes.


Comenzamos por estudiar en cierta medida el gran misterio fundamental: la encarnación y lo que significa y supone.

Luego se examina la encarnación en la persona de Jesús de Nazaret, y en diversas etapas: su vida mortal, su muerte verdadera, su resurrección y su gloria que la sigue por toda la eternidad.

Así los capítulos enfocarán, en primer lugar el mismo misterio de la encarnación. Luego sus resultantes en la vida humana, ya privada ya pública, y su paso hasta la muerte, cuyo misterio contemplaremos.

Juan Pablo II (A la Universidad Urbaniana sobre la Encíclica Redemptoris Missio, A AS, 1992, p. 28-29)

El himno cristológico de la Carta a los Filipenses (2, 6-11) puede dibujar todo el camino de Cristo Redentor: desde su ser igual a Dios hasta tomar la con­dición de Siervo y hasta la muerte de Cruz para llegar a ser exal­tado con un Nombre que está sobre todo otro nombre. Esta sin­gularidad expresa el significado único y universal, por el cual él, presente en la historia, es asimismo el centro y fin de la misma historia"