jueves, 17 de febrero de 2011

EXHORTACION APOSTOLICA VERBUM DOMINI - III PARTE VERBUM MUNDO - CONCLUSION

EXHORTACION APOSTOLICA VERBUM DOMINI - III PARTE VERBUM MUNDO Y CONCLUSION

TERCERA PARTE: VERBUM MUNDO


«A Dios nadie le ha visto jamás:
El Hijo único, que está en el seno del Padre,
es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1,18)

RESUMEN


La misión de la Iglesia: anunciar la palabra de Dios al mundo

En relación con el primer apartado de la tercera parte de la Exhortación, el Papa hace las siguientes reflexiones:

La Palabra del Padre y hacia el Padre. Jesucristo es esta Palabra definitiva y eficaz que ha salido del Padre y ha vuelto a Él, cumpliendo perfectamente en el mundo su voluntad.

Anunciar al mundo el «Logos» de la esperanza. El Verbo de Dios nos ha comunicado la vida divina que transfigura la faz de la tierra, haciendo nuevas todas las cosas (cf. Ap 21,5). Su Palabra no sólo nos concierne como destinatarios de la revelación divina, sino también como sus anunciadores.
Lo que la Iglesia anuncia al mundo es el Logos de la esperanza (cf. 1 P 3,15). La Iglesia es misionera en su esencia.

De la Palabra de Dios surge la misión de la Iglesia. Los primeros cristianos han considerado el anuncio misionero como una necesidad proveniente de la naturaleza misma de la fe.
El Apóstol de las gentes entra en diálogo con hombres de culturas diferentes: «Eso que adoráis sin conocerlo, os lo anuncio yo» (Hch 17,23).

Palabra y Reino de Dios. Todos nos damos cuenta de la necesidad de que la luz de Cristo ilumine todos los ámbitos de la humanidad: la familia, la escuela, la cultura, el trabajo, el tiempo libre y los otros sectores de la vida social.

Todos los bautizados responsables del anuncio. El Sínodo ha reiterado que «la misión de anunciar la Palabra de Dios es un cometido de todos los discípulos de Jesucristo, como consecuencia de su bautismo»..

Necesidad de la «missio ad gentes». La Iglesia se siente obligada con todos a anunciar la Palabra que salva (cf. Rm 1,14).

Anuncio y nueva evangelización. Al alba del tercer milenio, no sólo hay todavía muchos pueblos que no han conocido la Buena Nueva, sino también muchos cristianos necesitados de que se les vuelva a anunciar persuasivamente la Palabra de Dios.

Palabra de Dios y testimonio cristiano. Es importante que toda modalidad de anuncio tenga presente, ante todo, la intrínseca relación entre comunicación de la Palabra de Dios y testimonio cristiano. La Palabra de Dios llega a los hombres «por el encuentro con testigos que la hacen presente y viva».

«No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios».

Deseo elevar a Dios con toda la Iglesia un himno de alabanza por el testimonio de muchos hermanos y hermanas que también en nuestro tiempo han dado la vida para comunicar la verdad del amor de Dios, que se nos ha revelado en Cristo crucificado y resucitado.

Palabra de Dios y compromiso en el mundo

Servir a Jesús en sus «humildes hermanos» (Mt 25,40). La Palabra divina ilumina la existencia humana y mueve a la conciencia a revisar en profundidad la propia vida, pues toda la historia de la humanidad está bajo el juicio de Dios: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones» (Mt 25,31-32). En el capítulo veinticinco del Evangelio de Mateo, el Hijo del hombre considera que todo lo que hacemos o dejamos de hacer a uno sólo de sus «humildes hermanos» (25,41.45), se lo hacemos o dejamos de hacérselo a Él.

Palabra de Dios y compromiso por la justicia en la sociedad. La Palabra de Dios impulsa al hombre a entablar relaciones animadas por la rectitud y la justicia. Es sobre todo a los fieles laicos, educados en la escuela del Evangelio, a quienes corresponde la tarea de intervenir directamente en la acción social y política.

Anuncio de la Palabra de Dios, reconciliación y paz entre los pueblos. En el contexto actual, es necesario más que nunca redescubrir la Palabra de Dios como fuente de reconciliación y paz,.Cristo «es nuestra paz» (Ef 2,14), que derriba los muros de división.

No se puede utilizar la violencia en nombre de Dios. Toda religión debería impulsar un uso correcto de la razón y promover valores éticos que edifican la convivencia civil.

La Palabra de Dios y la caridad efectiva. Escuchando con disponibilidad la Palabra de Dios en la Iglesia, se despierta «la caridad y la justicia para todos, sobre todo para los pobres».

Exhorto, por tanto, a todos los fieles a meditar con frecuencia el himno a la caridad escrito por el Apóstol Pablo.
El amor al prójimo, enraizado en el amor de Dios, nos debe tener constantemente comprometidos, personalmente y como comunidad eclesial, local y universal.

Anuncio de la Palabra de Dios y los jóvenes. Queridos jóvenes: ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida

Anuncio de la Palabra de Dios y los emigrantes. Se plantean cuestiones sumamente delicadas sobre la seguridad de las naciones y la acogida que se ha de ofrecer a los que buscan refugio, mejores condiciones de vida, salud y trabajo. Gran número de personas, que no conocen a Cristo o tienen una imagen suya inadecuada, se establecen en países de tradición cristiana.

Otras procedentes de pueblos profundamente marcados por la fe cristiana emigran a países donde se necesita llevar el anuncio de Cristo y de una nueva evangelización.

Anuncio de la Palabra de Dios y los que sufren. En el momento del dolor es cuando surgen de manera más aguda en el corazón del hombre las preguntas últimas sobre el sentido de la propia vida. La fe que nace del encuentro con la divina Palabra nos ayuda a considerar la vida humana como digna de ser vivida en plenitud también cuando está aquejada por el mal. Dios ha creado al hombre para la felicidad y para la vida, mientras que la enfermedad y la muerte han entrado en el mundo como consecuencia del pecado (cf. Sb 2,23-24).
La cercanía de Jesús a los que sufren no se ha interrumpido, se prolonga en el tiempo por la acción del Espíritu Santo en la misión de la Iglesia, en la Palabra y en los sacramentos

Anuncio de la Palabra de Dios y los pobres. La Sagrada Escritura manifiesta la predilección de Dios por los pobres y necesitados (cf. Mt 25,31-46).

Cuando la Iglesia anuncia la Palabra de Dios, sabe que se ha de favorecer un «círculo virtuoso» entre la pobreza «que conviene elegir» y la pobreza «que es preciso combatir

Palabra de Dios y salvaguardia de la Creación. El compromiso en el mundo requerido por la divina Palabra nos impulsa a mirar con ojos nuevos el cosmos que, creado por Dios, lleva en sí la huella del Verbo, por quien todo fue hecho (cf. Jn 1,2). En efecto, como creyentes y anunciadores del Evangelio tenemos también una responsabilidad con respecto a la creación
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Palabra de Dios y culturas

El valor de la cultura para la vida del hombre. Dios no se revela al hombre en abstracto, sino asumiendo lenguajes, imágenes y expresiones vinculadas a las diferentes culturas.

La Biblia como un gran códice para las culturas. Los Padres sinodales ha subrayado la importancia de favorecer entre los agentes culturales un conocimiento adecuado de la Biblia, incluso en los ambientes secularizados y entre los no creyentes; la Sagrada Escritura contiene valores antropológicos y filosóficos que han influido positivamente en toda la humanidad

El conocimiento de la Biblia en la escuela y la universidad. Un ámbito particular del encuentro entre Palabra de Dios y culturas es el de la escuela y la universidad.
Además, no se debe descuidar la enseñanza de la religión, formando esmeradamente a los docentes.

La Sagrada Escritura en las diversas manifestaciones artísticas. La relación entre Palabra de Dios y cultura se ha expresado en obras de diversos ámbitos, en particular en el mundo del arte.

Palabra de Dios y medios de comunicación social. Los Padres sinodales han recomendado invertir más energías en adquirir competencia en los diversos sectores, particularmente en los llamados new media como, por ejemplo, internet.

En el mundo de Internet deberá aparecer el rostro de Cristo y oírse su voz, porque «si no hay lugar para Cristo, tampoco hay lugar para el hombre».

Biblia e inculturación. La Palabra de Dios, como también la fe cristiana, manifiesta así un carácter intensamente intercultural, capaz de encontrar y de que se encuentren culturas diferentes.
En este contexto, se entiende también el valor de la inculturación del Evangelio.

Traducciones y difusión de la Biblia. Una traducción, en efecto, es siempre más que una simple trascripción del texto original. El paso de una lengua a otra comporta necesariamente un cambio de contexto cultural: los conceptos no son idénticos y el alcance de los símbolos es diferente,

La Palabra de Dios supera los límites de las culturas. Al entrar en la comunión con la Palabra de Dios, entramos en la comunión de la Iglesia que vive la Palabra de Dios... Es salir de los límites de cada cultura para entrar en la universalidad que nos relaciona a todos, que une a todos, que nos hace a todos hermanos».


Palabra de Dios y diálogo interreligioso

El valor del diálogo interreligioso. Es de gran importancia que las religiones favorezcan en nuestras sociedades, con frecuencia secularizadas, una mentalidad que vea en Dios Todopoderoso el fundamento de todo bien, la fuente inagotable de la vida moral, sustento de un sentido profundo de hermandad universal.En la tradición judeocristiana se encuentra el sugestivo testimonio del amor de Dios por todos los pueblos que, en la alianza establecida con Noé, reúne en un único gran abrazo, simbolizado por el «arco del cielo», y que, según las palabras de los profetas, quiere recoger en una única familia universal.

Diálogo entre cristianos y musulmanes. La Iglesia «mira también con aprecio a los musulmanes, que reconocen la existencia de un Dios único»; hacen referencia y dan culto a Dios, sobre todo con la plegaria, la limosna y el ayuno. Reconocemos que en la tradición del Islam hay muchas figuras, símbolos y temas bíblicos.

Diálogo con las demás religiones. Deseo manifestar en esta circunstancia el respeto de la Iglesia por las antiguas religiones y tradiciones espirituales de los diversos Continentes. El respeto de la vida, la contemplación, el silencio y la sencillez en el Budismo; el sentido de lo sagrado, del sacrificio y del ayuno en el Hinduismo, como también los valores familiares y sociales en el Confucianismo.

Diálogo y libertad religiosa. El diálogo no sería fecundo si éste no incluyera también un auténtico respeto por cada persona, para que pueda profesar libremente la propia religión.

El Sínodo recuerda también «la necesidad de que se asegure de manera efectiva a todos los creyentes la libertad de profesar su propia religión en privado y en público, además de la libertad de conciencia».


CONCLUSIÓN

La palabra definitiva de Dios. El fundamento de toda espiritualidad cristiana auténtica y viva es la Palabra de Dios anunciada, acogida, celebrada y meditada en la Iglesia.

La Iglesia vive ahora su misión en expectante espera de la manifestación escatológica del Esposo: «el Espíritu y la Esposa dicen: ¡Ven!» (Ap 22,17). Esta espera nunca es pasiva, Jesús resucitado nos dice: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15).

Nueva evangelización y nueva escucha. Que el Espíritu Santo despierte en los hombres hambre y sed de la Palabra de Dios y suscite entusiastas anunciadores y testigos del Evangelio.

La Palabra y la alegría. La comunicación de este anuncio –nos recuerda el apóstol Juan– se nos ha dado «para que nuestra alegría sea completa» (1 Jn 1,4).

El mensaje joánico: el anuncio de la Palabra crea comunión y es fuente de alegría.

Mater Verbi et Mater laetitiae. Recordemos las palabras de santa Isabel: «Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1,45).

Hagamos silencio para escuchar la Palabra de Dios y meditarla, para que ella, por la acción eficaz del Espíritu Santo, siga morando, viviendo y hablándonos a lo largo de todos los días de nuestra vida. De este modo, la Iglesia se renueva y rejuvenece siempre gracias a la Palabra del Señor que permanece eternamente (cf. 1 P 1,25; Is 40,8). Y también nosotros podemos entrar así en el gran diálogo nupcial con que se cierra la Sagrada Escritura: «El Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!”. Y el que oiga, diga: “¡Ven!”... Dice el que da testimonio de todo esto: “Sí, vengo pronto”. ¡Amen! “Ven, Señor Jesús”» (Ap 22,17.20).