martes, 25 de noviembre de 2008

La Meditación de "las dos banderas"

La meditación de las dos banderas es de la “segunda semana”

Después de poner de manifiesto la gravedad de la actitud del modernismo, parece oportuno recordar la meditación de las dos banderas ya que en ella se encuentra una ayuda singular para orientar el alma del cristiano para no dejarse llevar de todo aquello que por un amor desordenado de uno mismo, conduce al desprecio de Dios.

San Ignacio, con esta meditación, descubre no sólo el programa y la táctica del demonio para hacer adeptos y, en contrapartida, la de Cristo, sino que alerta acerca de la naturaleza y el alcance que tiene la tentación. En la comprensión de lo que San Ignacio pone a la consideración del ejercitante con la meditación de las dos banderas y el conocimiento del desarrollo de la vida social humana y los derroteros por los que se mueve el mundo, se puede encontrar la explicación de por qué el modernismo hace tantos estragos y por qué en muchas ocasiones no se le hace el frente debido.


Esta meditación no contiene un desarrollo histórico de las dos ciudades o mundos. La meditación S. Ignacio la enmarca dentro de la “segunda semana” y ocupa un lugar central de la misma. Se dirige a que quien se disponga sinceramente, -ya purgados sus pecados, deseoso de no pecar en forma deliberada mortalmente y de venir en perfección en cualquier estado o vida que nuestro Señor le diese para elegir-, pueda discernir las intenciones de Satanás y de sus demonios, de las intenciones de Cristo. Para que, en la ordenación de su vida y en las elecciones que para esta ordenación tenga que realizar, no se desoriente.

San Ignacio sitúa esta meditación en aquel punto en que se supone que el ejercitante no va a ser tentado grosera y abiertamente con placeres patentes e inmediatos, sino con tentaciones mucho más sutiles, bajo la especie de bien. San Ignacio explica que a las personas que están en pecado mortal el demonio les propone “placeres aparentes”, que se muestran inmediatamente, atrayéndoles por conservarlos en sus vicios y en sus pecados.

Supuesto esto, se explica muy bien que S. Ignacio no hable, en esta meditación de las Dos banderas, de tentaciones de concupiscencia de la carne. No habla, pues, de desórdenes de la carne o del sexo. No habla de pecados a los que se refieren los vicios capitales de la gula y la lujuria. Aquí san Ignacio presenta el amor a las riquezas como la tentación inicial, la que las más de las veces utiliza el demonio. Esto es tanto más notable si se tiene en cuenta que en todo el contexto de los Ejercicios, y que en los múltiples bienes que san Ignacio propone para elegir debidamente, pone incluso oficios y beneficios eclesiásticos.

Esta tentación del amor a las riquezas es aquella con la que el demonio tentará a las personas que no desean pecar mortalmente y que además quieren venir a perfección. Las riquezas pueden ser de muchas clases como oficios eclesiásticos, beneficios eclesiásticos, doctorarse, incluso por obediencia, buscar un nombramiento para un puesto de responsabilidad, mejorar el "estatus" social, ser bien acogido.

San Ignacio supone que el ejercitante tiene que ordenar su vida con una pureza de intención que le permita discernir los engaños del mal, de manera que no le suceda que creyendo servir a Dios se complazca en ellos de tal forma que le aparte del servicio divino. Por esto explica cómo Satanás, en aquel gran campo de Babilonia, entendida en sentido moral espiritual, se sitúa “como en una grande cátedra de fuego y humo, en figura espantosa”. Desde allí hace un llamamiento a innumerables demonios para que tienten a los hombres sin dejar provincias, lugares, estados, oficios, ni personas. San Ignacio considera que el sermón que hace Satanás a los demonios que envía a todas las gentes para que echen redes y cadenas, tentando primero de codicia de riquezas, es “para que más fácilmente vengan a vano honor del mundo y después a crecida soberbia”. De manera que el primer escalón será de riquezas, el segundo de honor, el tercero de soberbia, y por estos tres escalones induzca a todos los otros vicios.

Concupiscencia de los ojos

La tentación del Diablo al ejercitante de segunda semana no es la puesta en la concupiscencia de la carne –gula o lujuria-, sino en aquellos apetitos desordenados que santo Tomás, analizando un texto de san Juan, llama concupiscencia oculorum (concupiscencia de los ojos). Santo Tomás la define como aquellas cosas que se desean no inmediatamente, sino a través de sus imágenes o sus conceptos. Por ejemplo, se desea de una manera distinta el adorno del vestido, o el dinero a como se desea la comida o el sexo.

Notemos que, en las mismas cosas en que se desordena viciosamente el hombre por la gula y la lujuria, hay vicios que inclinan a estos desórdenes mediatamente. En el comer, fuera del vicio de la gula, puede haber una especie de riqueza que es comer con sibaritismo, en la lujuria, además del vicio en sí, puede haber complacencia en el deseo de seducir o donjuanismo. En ambos casos, se supone algo de lo que envanecerse ante los demás hombres. Riqueza, no consiste en bienes materiales o dinero solamente, se refiere también a cargos, p.e. a una canonjía. La riqueza puede ser el prestigio cultural, la belleza artística, incluso la posesión de objetos de arte. Cualesquiera cualidades que nos enriquezcan, nos hagan destacar y que nos puedan envanecer en gloria mundana buscando la gloria de los hombres el ejercitante debe tener en cuenta como riqueza de cuya codicia puede ser tentado.

En todo caso, el proceso seguido por el tentador es: Codicia de Riquezas - Vano Honor del mundo – Crescida Soberbia. A la soberbia se llega a través del honor y las riquezas.

En esta contemplación, que está pensada para vigilar las tentaciones bajo apariencia de bien de las personas que quieren ordenar su vida puramente al servicio divino, se contiene la descripción del sermón de Satanás en el campo de Babilonia.
Preámbulo para considerar estados

La meditación de las dos banderas, acompañada de otra meditación de tres binarios de hombres, y la consideración de tres maneras de humildad, viene precedida en el libro de ejercicios por un llamado preámbulo para considerar estados.

La meditación de las dos banderas la presente en el cuarto día de la segunda semana. En el tercer día, San Ignacio ha propuesto dos contemplaciones de la Vida de Cristo que a diferencia de otras no pueden ser removidas sin romper el sentido de los Ejercicios - La vida de Jesús obediente a sus padres en Nazaret; y después la estancia de Jesús en el templo entre los doctores para servir a su Padre celestial.

Texto del preámbulo

Ya considerado el ejemplo de Cristo N.S. nos ha dado para el primer estado, que es en custodia de los mandamientos, siendo él obediente a sus padres, y asimismo el ejemplo para el segundo, que es de perfección evangélica, cuando quedó en el templo, dejando a su padre adoptivo y a su madre natural, por vacar al puro servicio de su Padre eternal; juntamente contemplando su vida, comenzaremos a investigar por nosotros mismos y a su demandar o pedir que nos descubra en qué vida o estado de nosotros se quiere servir su divina majestad. Y así, para alguna introducción de ello, en el primer ejercicio siguiente veremos la intención de Cristo N.S., y por el contrario la del enemigo de natural humana (a dónde nos quiere llevar y por qué camino), y cómo nos debemos disponer para venir a perfección, en cualquier estado o vida, que Dios N.S., nos diere a elegir”.

La vocación a la perfección es universal, y la vocación a un estado determinado, sin embargo, es particular. La primera vocación tiene razón de fin, la vocación del estado de vida tiene razón de medio para el fin. Lucifer quiere borrar de nosotros la idea de perfección cristiana y, si consigue esto, poco le importa la elección de estado. Si borra la idea de perfección cristiana, prefiere que elijamos la vida sacerdotal, porque si consigue un mal sacerdote puede hacer más daño. El estado de perfección es el del cumplimiento de los mandamientos. Esta llamada universal a la santidad es la que ha enseñado, siguiendo la doctrina tradicional de la Iglesia, el Concilio Vaticano II. Esta llamada universal a la santidad lleva unida la vocación al apostolado que es inherente a la santidad cristiana.

La intención de la meditación de las dos banderas es ser un preámbulo para hacer bien la elección de estado. Lo que aquí se trata son cosas que en sí mismas son indiferentes, riquezas, honores, cosas que no sólo no son malas, en sí mismas, sino incluso buenas, a diferencia de la primera semana en la que se trata de cosas que son malas en sí mismas.

En la primera semana el demonio tienta bajo la razón de mal, ahora, en la segunda semana, va a tentar bajo especie de bien. Lo cual se ve comparando una regla para discernir espíritus de la primera semana con la cuarta, quinta y sexta de la segunda.

Primera Regla de la primera semana

"En las personas que van de pecado mortal en pecado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles placeres aparentes - cosas que les atraiga - haciendo imaginar delectaciones y placeres sensuales, por más los conservar y aumentar en sus vicios y pecados. En las cuales personas, el buen espíritu usa contrario modo punzándoles y remordiéndoles la conciencia por el sindéresis de la razón".

Cuarta regla de la segunda semana

"Propio es del Angel Malo, que se forma sub angelo lucis, entrar en el ánima devota y salir consigo; es a saber traer pensamientos buenos y santos, conforme a tal ánima justa, y después, poco a poco, procura de salirse trayendo a la ánima a sus engaños encubiertos y perversas intenciones"

Dice el P.Roothaan, “Esta regla, y la quinta, que le sigue, son de suma importancia para que no seamos engañados so capa de bien y apartados de lo bueno”.

San Ignacio se dirige en esta regla a las almas devotas al ejercitante lleno de fervor en el seguimiento de Jesucristo así dispuesto el enemigo no podrá atacarle de frente y presentándose en figura horrible y espantosa, sino que hará transfigurado, con apariencia de ángel bueno, presentando la tentación revestida con capa de bien.
Quinta regla de la segunda semana

"Debemos mucho advertir el discurso de los pensamientos, y si el principio, medio y fin es todo bueno, inclinado a todo bien, señal es de buen ángel; más si en el discurso de los pensamientos que trae acaba en alguna cosa mala o distractiva, o la enflaquea o inquieta, o conturba el ánimo, quitándola su paz, tranquilidad y quietud que antes tenía, clara señal en proceder de mal espíritu, enemigo de nuestro pasado y salud eterna".
Sexta regla de la segunda semana

"Cuando el enemigo de la natura humana fuere sentido y conocido de su cola serpentina y mal fin a que induce, aprovecha a la persona que fue de él tentada mirar luego en el discurso de los buenos pensamientos que le trujo, y el principio de ellos, y cómo poco a poco procuró hacerla descender de la suavidad y gozo espiritual en que estaba hasta traerla a su intención depravada, para que con la tal experiencia conocida y notada se guarde para adelante de sus acostumbrados engaños".

Texto de la Meditación de las Dos Banderas
Preámbulo

Meditación de las dos banderas: la una de Cristo, sumo capitán y señor nuestro; la otra de Lucifer, mortal enemigo de nuestra “humana natura”, los cuales llaman y quieren a todos bajo su bandera.

Comentario: Al leer este pasaje se puede comprobar que hay cosas estremecedoras en los santos, que escriben bajo la luz divina con una coherencia sobrenatural que sobreabunda sobre cuestiones de orden natural.

La gracia presupone, mantiene, sana y perfecciona la naturaleza humana, la humanidad sólo se puede perfeccionar aceptando la redención de Cristo. En cambio, siempre toda hostilidad a la obra redentora de Cristo consiste en considerar que minimiza al hombre y toda la astucia de Lucifer, que pretende ser el inspirador de las luces o de la ilustración, es suponer que la fe cristiana es oscura tenebrosa, ignorante y opresora del desarrollo de la humanidad.

Aquí San Ignacio con un carisma inspirado, sin conciencia apologética, le llama a Lucifer mortal enemigo de nuestra naturaleza humana. Es enemigo del hombre, de la naturaleza humana y por tanto de todo bien humano auténticamente bueno. De toda perfección humana, de todo progreso, de toda tarea cultural, de todo desarrollo, de toda plenitud, de toda realización de los hombres en su plenitud.

Mortal enemigo, Lucifer mata lo humano. Para disimularlo lo disfraza, engaña, por eso es llamado el padre de la mentira. Lo va a sugerir con expresividad Karol Wojtyla en unos ejercicios que dio a Pablo VI , a meter en el hombre la hostilidad y rebeldía contra el Don de la Promesa y de la Alianza, ante el Dios que promete, va a inducir a la humanidad la resistencia al don divino.

San Ignacio se vale de la comparación del alistamiento de tropas bajo la Bandera de un capitán o caudillo para una campaña, que no es otra aquí que la propuesta en el llamamiento del rey temporal, a saber, la lucha interior contra el amor carnal y mundano, para llegar a la humildad, y por ella a la perfección, con prontitud y diligencia en cumplir siempre lo más grato a Dios.
Intento

a) Aprender, según la vera doctrina de Cristo, cómo nos debemos disponer para venir a la perfección en cualquier estado de vida, a saber, por la suma pobreza espiritual y el deseo de oprobios y menosprecios, llegar a la humildad y de aquí pasar a las demás virtudes.

b) Conocer la intención de Cristo en las inspiraciones interiores

c) Corregir el juicio natural, que mira la humillación y pobreza como opuestos a nuestra excelencia y felicidad, con la persuasión de que en su amor y deseo está la vida verdadera del alma.
Historia

Cristo llama y quiere a todos debajo de su bandera, y Lucifer, al contrario, debajo de la suya.

Composición de lugar

Ver un gran campo de toda aquella región de Hierusalen, a donde el sumo capitán general de ellos es Cristo N.S. Otro campo en región de Babilonia, donde el caudillo de ellos es Lucifer.

Comentario: Caudillo es nombre despectivo, originariamente según investigación del P. Roothaan, un caudillo era un cabecilla de bandoleros.

Petición particular

Pedir conocimiento de los engaños del mal caudillo, y ayuda para de ellos me guarden, y conocimiento de la vida verdadera que muestra o enseña el sumo y verdadero capitán, y gracia para le imitar.

Puntos primera parte

1º.- Imaginar así como si se asentase el caudillo de todos los enemigos en aquel gran campo de Babilonia, como de una grande cátedra de fuego y humo, en figura horrible y espantosa.

2º.- Considerara cómo hace llamamiento de innumerables demonios y cómo los esparce a los unos en tal ciudad y a los otros en otra, no dejando provincias, lugares, estados, ni personas algunas en particular.

3º.- Considerar el sermón que les hace, y cómo los amonesta a echar redes y cadenas de manera que primero hayan de tentar de codicia de riquezas, como suele, “ut in pluribus”, para que más fácilmente vengan a vano honor del mundo, y, después, a crecida soberbia, de manera que el primer escalón sea de riquezas, el segundo de honor, el tercero de soberbia, y de estos tres escalones induce a todos los vicios.

Riquezas

Se refiere a las materiales en la mayoría de los casos, pero también se deben considerar como tales el talento, la ciencia, el saber y otras similares.

Comentario 1: Sin admitir la acción del demonio, el espíritu malo personal que viene de fuera, no se pueden entender los ejercicios espirituales. Acerca de la Codicia, hay que tener presente que el ejercitante de la 2ª semana puede ser sensible a la tentación de codicia de riquezas presentadas bajo el aspecto de bien.


Comentario 2: La cuestión de la codicia de riquezas viene de un texto de San Pablo a Timoteo I, 6,8 ss "Debemos contentarnos con tener lo suficiente para comer y vestir. Pues los que quieren enriquecerse caen en la tentación y en la trampa de los deseos insensatos y funestos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males. Algunos, arrastrados por ese amor al dinero, se han apartado de la fe y están atormentados por muchos remordimientos".

Algunos escritores decían que la raíz de todos los males era la concupiscencia, el egoísmo, el amor propio desordenado lo que llamó Lutero concupiscencia como pecaminosidad heredada.

Sin embargo, Santo Tomás, en la Suma Teológica, dice algo que coincide con San Ignacio, “cupiditas es el afan de riquezas” “es el deseo de tener dinero”. En otra carta, dice San Pablo, que los que quieren hacerse ricos caen en tentación y en el lazo del demonio. El texto griego dice “filargiría” que quiere decir deseo de plata (dinero).

"Utrum cupiditas sit radix omnium peccatorum" (STH 1ª2ae q.84 a.1)

Santo Tomás de Aquino en este pasaje se pregunta si la codicia de riquezas es la raíz de todos los pecados. Responde de la siguiente manera:

"Cupiditas se dice de forma múltiple: Una forma, en cuanto que es apetito desordenado de riquezas y así es un pecado especial, en otro sentido, en cuanto significa apetito desordenado de cualquier bien temporal y así es género de todo pecado, pues en todo pecado hay una desordenada conversión al bien mudable y el tercer sentido se toma en cuanto significa cierta inclinación de la naturaleza corrompida a bienes corruptibles para apetecerlos desordenadamente. Y así se dice que la cupiditas es la raíz de todos los pecados.
Pero el Apóstol, San Pablo, cuando dice que la cupiditas es la raíz de todos los pecados, habla de cupiditas según que es un apetito desordenado de riquezas. Y según esto debe decirse que la cupidatas, en cuanto pecado especial, se dice raíz de todos los pecados.
Vemos, pues, que el hombre, por las riquezas, adquiere la facultad de cometer cualquier pecado, y para satisfacer cualquier deseo de pecado. Según esto es patente que el deseo de riquezas es la raíz de todos los vicios".


"Utrum convenienter ponantur causae peccatorum "concupiscentia carnis, cocupiscentia oculorum, et superbia vitae" (STH 1ª2ae q.77, a.5)

En este otro pasaje de la Suma, al examinar virtudes y vicios, en el tratado sobre el pecado, se pregunta santo Tomás, repitiendo el texto de la primera carta de San Juan, si la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida pueden ser consideradas convenientemente la causa de los pecados.

A esta cuestión, siguiendo su método de análisis, comienza en el videtur quod respondiendo lo contrario de lo que piensa para después exponer su propia tesis, dar la respuesta a la cuestión y responder finalmente a todas las dificultades puestas en el videtur quod.

Así que dice que a la pregunta formulada parece que hay que responder que la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida no son la causa de los pecados.

Después expone la posición que sustenta que es precisamente la contraria. Sed etiam, en I San Juan, 2, 16 "Todo lo que hay en el mundo, o es concupiscencia de la carne, o concupiscencia de los ojos o soberbia de la vida". El amor desordenado de uno mismo es la causa de todo pecado. Pero en el amor de uno mismo se incluye el apetito desordenado del bien, pues cada uno apetece el bien que ama. De donde es manifiesto que el amor desordenado del bien es la causa de todo pecado.

El primer argumento que da a favor de la tesis contraria a la suya es que el apóstol san Pablo en la primera epístola a Timoteo afirma que la raíz de todos los males es la codicia de riquezas, pero la soberbia de la vida no está contenida en la codicia. A este argumento responde diciendo que “la codicia conlleva universalmente el apetito de cualquier bien, por ello la soberbia de la vida se contiene bajo la codicia. La codicia en cuanto que es vicio especial, que se llama avaricia, es la raíz de todos los pecados".


Comentario: ¿Por qué quiere el demonio que el hombre - que no quiere pecar ni venialmente y quiere ser perfecto - centre su vida en la adquisición de riquezas, como suele suceder ut in pluribus? En algunos, esta codicia de riquezas es un deseo codicioso de tener virtudes morales o intelectuales, un deseo codicioso de cultura, un deseo codicioso de distinción social. Se puede caer en la red del demonio por desear tener bienes de todo tipo, bienes humanos, útiles, deleitables e incluso honestos.

A la mayor parte de las personas el demonio les tienta de riquezas ¿para qué? para que más fácilmente vengan en vano honor del mundo. Del pecado capital de avaricia, codicia de riquezas, se viene al pecado capital de la vanidad, de la vanagloria mundana. Después en crescida soberbia. La soberbia, pues, no es el punto de partida, sino el de llegada.

Vano honor

Es el deseo de ser apreciado y alabado, para venir a ser tenidos y honrados de los hombres, no atribuyendo a Dios el bien que recibimos, siendo de quien todo lo bueno procede, sino atribuyendo el bien al mismo hombre, mero depositario, que es lo que celebra.

Crecida soberbia

Engreimiento en alto grado de sí mismo, a la que se llega por las alabanzas y honores mundanos.

De estos tres escalones, se va a todos los demás vicios. La soberbia es el sentimiento que más aborrece Dios y que ha prometido castigar, y el castigo es dejar caer en pecados sin parar hasta en los más abyectos.

Los siete pecados capitales son: soberbia - avaricia - lujuria - ira - envidia - gula y acedia.

Comentario: Cuando se llega a la soberbia, todo lo que hasta entonces era pecado venial, se hace pecado mortal, lo que no era mortal sin obstinación en el pecado, se convierte en obstinación de pecado. Todo pecado se agrava cuando hay soberbia y adquiere la formalidad propia de la pecaminosidad que es la aversión a Dios. Los otros pecados, el mismo deseo de riquezas, y el vano honor mundano y los de la concupiscencia de la carne lujuria, gula, todos ellos son conversión a la criatura.

El deseo de bienes finitos que son más inmediatos le atraen al hombre y el hombre es atraído por aquello, lo quiere porque el amor propio es natural al hombre y no es malo en sí mismo, es más, si no es desordenado, es obligatorio. En efecto, si el amor propio no fuera obligatorio, no tendríamos por qué tener esperanza teologal de nuestra eterna salvación. Se llega a la soberbia por la riqueza y la vanidad, entonces comienza la aversión a Dios y entonces se está rozando el pecado contra el Espíritu Santo y el odio a Dios.

Si se recuerda ahora cómo calificaba Maritain al modernismo, como arrodillamiento ante el mundo, el mundo cerrado sobre sí mismo, autosuficiente, que desprecia el don redentor de Cristo, se verá la estrecha relación que existe entre el modernista y el tercer escalón del proceso de alistamiento en la bandera de Satanás. Y si se ahonda un poco más aún, cabe imaginarse que es difícil sustraerse a no caer en las redes de la complacencia mundana que rodea siempre al ambiente modernista con su afán de adecuarse a los tiempos, someterse al arbitrio de la ciencia empírica, de ser aceptado y alabado en un sociedad que desprecia el don redentor de Cristo.

Puntos segunda parte

El sumo y verdadero capitán que es Cristo

1º Considerar como Cristo N.S. se pone en un gran campo o huerta de aquella región de Hierusalen en lugar humilde, hermoso y gracioso.


Comentario: hermoso y gracioso no es referente al lugar, sino a Cristo, por paralelismo con figura horrible y espantosa del demonio en la cátedra de fuego y humo.

2º.- Considerar cómo el Señor de todo el mundo escoge tantas personas, apóstoles, discípulos etc..., y cómo los envía por todo el mundo, esparciendo su sagrada doctrina.

Comentario: Es el mismo llamamiento que el del Rey eternal, todo hombre está llamado a ir con Cristo a conquistar el mundo, aunque no esté llamado a una sociedad de vida apostólica o instituto de vida religiosa, ni llamado al apostolado activo asociado, individual de testimonio de la palabra. Se trata de aquel apostolado universal común que dice el Concilio que sin él ningún apostolado tendría sentido, es una vocación universal.

3º. Considera el sermón que Cristo N.S. hace a todos sus siervos y amigos, que a tal jornada envía encomendándoles que a todos quieran ayudar, en traerlos primero a suma pobreza espiritual, y si su divina majestad fuera servida y los quisiera elegir, no menos a pobreza actual; segundo a deseo de oprobios y menosprecios, porque de estas dos cosas se sigue la humildad; de manera que sean tres escalones, el primer pobreza contra riqueza, el segundo oprobio o menosprecio contra el honor mundano; el tercero, la humildad contra la soberbia, y de estos tres escalones induzcan a todas las otras virtudes.

Comentario: Se trata de ser humilde, virtud menos importante que las teologales Fe, Esperanza y Caridad, menos importante que la Justicia y la Fortaleza de los mártires, pero que es el fundamento subjetivo de todas las virtudes, sin la humildad no se conserva la fe, ni se tiene esperanza teologal, ni se vive confiadamente bajo la providencia divina. Sin humildad no se puede tener gozo, ni paz intelectual.

La humildad comprende la sujeción absoluta a Dios y a sus representantes. Esto es lo que veremos que es diametralmente opuesto al modernismo que mantiene siempre una actitud de continua rebeldía contra el Magisterio de la Iglesia y por el contrario un halago continuo para contra todo lo que es contra la Iglesia.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Las "dos ciudades" en San Agustín

Las “Dos ciudades” de San Agustín [1]

El tema de los dos mundos, además de en la Escritura y en el Catecismos de la Iglesia Católica, aparece también en Doctores y santos. Entre ellos parece obligatorio mencionar aquí a San Agustín con su obra “La Ciudad de Dios”, en la que los “dos mundos” mencionados son presentados como “dos ciudades”.

“Dos amores fundaron dos ciudades, a saber: la ciudad terrena el amor de sí hasta el desprecio de Dios, y la ciudad celeste el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo”[2]
Ciudad terrena - ciudad celeste

San Agustín habla de dos amores fundadores de dos ciudades diferentes, enfrentadas. La Ciudad Terrena, edificada sobre el amor del hombre hasta el desprecio del amor de Dios y la Ciudad Celeste, edificada sobre el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo.

Cuando S.Agustín se refiere a la Ciudad Terrena la entiende como el modernista entiende el “mundo”, es decir, el mundo ontosófico, el mundo cosmológico, el mundo creado, pero cerrado sobre sí mismo enfrentado al “otro mundo”, al Reino de Dios, la Ciudad Celeste para San Agustín.

En otros pasajes S. Agustín llama a la Ciudad Terrena, Ciudad de los Hombres. Y comentando el pasaje de san Pablo “luchamos no contra carne y sangre, sino contra las potestades que dominan, los rectores de este mundo de estas tinieblas (Satanás y sus ángeles)”, dice: “Para que no pensase alguien que el Señor del mundo es Satanás, e ignorase que el creador es Dios, llama mundo de estas tinieblas, al mundo de los que aman al mundo”.

Esta oposición entre ciudad terrena y ciudad celeste, sobre todo teniendo en cuenta que a la ciudad terrena, le llama en ocasiones ciudad de los hombres sugiere plantearse la siguiente dificultad: Si el mundo es obra de Dios, todo se ha hecho por el Verbo, y el Verbo estaba en el mundo ¿por qué los amadores del mundo integran aquella ciudad terrena cuyo fin es el infierno, según S. Agustín?

Algunos se preguntan si no hay aquí una especie de dualismo maniqueo, un pesimismo antropológico de signo pre-luterano, o de herencia gnóstica. Otros, simplemente han afirmado que san Agustín conservaba contaminación de dualismo maniqueo y pesimismo sobre la naturaleza humana, sobre el mundo, y que tenía sobre la historia una concepción incompatible con el verdadero mensaje cristiano. Sin embargo, leyendo a san Agustín, se advierte que lo que dice es lo más antitético al error maniqueo y que se puede hablar llamando ciudad terrena, ciudad de los hombres, a la ciudad cuyo fin es la condenación eterna.
A la Ciudad Terrena que le llama Ciudad de los hombres, que comienza en Caín frente a Abel, que es “de la ciudad de Dios”; la llama también Ciudad Impía y Pueblo de los Infieles, de los que no son obedientes al llamamiento de Dios.

Dos ciudades enfrentadas. Soberbia – humildad - carne - espíritu

S. Agustín trata la historia de estas dos ciudades, en una perspectiva teológica misteriosa –que no surge de la sola experiencia histórica, sino que se ilumina desde la Sagrada Escritura-. El hilo conductor de su exposición es que los hombres, si viven según la carne, según la terminología de S. Pablo, si no se convierten antes en hijos de Dios y se hacen ciudadanos de la ciudad celeste, se condenan.

Ahora bien, S. Agustín transmite un mensaje esclarecedor. En esta historia están confundidas las dos ciudades y de nadie que esté siendo hijo de la ciudad terrena podemos saber que no será en el cielo ciudadano celeste, porque antes Dios puede convertir su corazón y hacerlo pasar de la ciudad terrena a la celeste. Es don de la gracia redentora. No hay nadie en la ciudad celeste que no sea por su origen ciudadano de la ciudad terrena, a excepción de la Virgen María.

En textos como los de S. Agustín encontró durante siglos dificultad la fe en la concepción inmaculada de María, porque María, a pesar de nacer en la ciudad terrena aparentemente como cualquier persona, nunca fue ciudadana de la ciudad terrena, ya que no tenía el desorden del egoísmo de la concupiscencia: no podía amarse a sí misma hasta el odio de Dios porque estaba ya ordenada a Él desde el primer instante de su concepción. Hubo que aclarar que, en cuanto hija de Adán, también hubiera pertenecido a la ciudad terrena, pero fue redimida en modo sublime preventivo, como explica la Bula de Pío IX.

San Agustín advierte que la ciudad celeste existe en este mundo como obra de la misericordia de Dios y que nadie puede decir “yo soy de la ciudad de Dios; y decir con desprecio éstos son de la ciudad terrena” porque si el hombre se deja llevar por la soberbia, pensado que es muy bueno, deja de pertenece a la ciudad celeste.

Soberbia y humildad

S.Agustín distingue primero las dos ciudades por el amor, tratando de explicar por qué vivir según el hombre es vivir contra Dios. Explica que el hombre, excelente criatura de Dios, ha sido creado para ser feliz teniendo a Dios mismo por don. Pero que si quiere hacerse feliz a sí mismo por sí mismo, y no quiere recibir el don de la gracia, entonces, ensoberbeciéndose, se abaja. Es entonces cuando se ha “cerrado”.

Si el hombre finito se cree infinito y eterno, si el hombre que tiene un bien participado cree ser la fuente de todo bien y piensa que no necesita recibir de Dios el bien y que no necesita buscar más allá de él en Dios, se ha empequeñecido al elevarse. En la misma elevación, el hombre se ha humillado. Mientras que el hombre, al humillarse en la obediencia a Dios, va poniéndose en el camino por el que podrá llegar a participar de Dios, y a ser dios: “Vosotros sois dioses”, como dice el salmo 82.

Este elevarse sin contar con Dios es lo que aconteció con el pecado original, de manera que la esencia de todo pecado es el desprecio del don de Dios por sentirse plenamente autosuficiente, y es siempre una actitud de soberbia

Ésta es la psicología de san Agustín, de gran profundidad tanto teológica como antropológica. Ésta viene a ser la interpretación de las palabras del Señor: “el que se ensalza será humillado”. Las dos ciudades se diferencian en la soberbia y en la humildad. La ciudad de los hombres, ciudad terrena, hostil a Dios, es la ciudad de la soberbia humana. La ciudad celeste es la ciudad del hombre humilde, sometido a Dios.

Vivir según la carne

San Agustín dice que los habitantes de la Ciudad Terrena así calificada son los que viven según la carne, los que hacen las obras de la carne y no las del espíritu. Para entender bien esto es preciso comprender que para San Pablo, tanto los epicúreos que ponían la felicidad en el placer, como los estoicos que ponían la felicidad en la virtud y se privaban de los placeres de la carne, vivían según la carne.

En efecto, viven según la carne tanto los que ponen la felicidad en el placer carnal, como los que la ponen en la paz estoica, en la imperturbabilidad de las pasiones. En efecto, no se es recto porque se sea duro, ni se es bueno porque se sea insensible. San Agustín dice que el hombre virtuoso que creyese que con sus virtudes ya ha llegado a la felicidad, sus virtudes son vicios. Porque se constituye a sí mismo en feliz por sus virtudes. Sólo hay verdadera virtud, si se arraiga en la humildad y tiende al amor de Dios. Si falta la humildad, no se puede ser virtuoso. El hombre no es virtuoso sin la gracia de Dios. El hombre no se hizo semejante al diablo por la carne que no poseía, sino por la soberbia.

Dios y el hombre: Jesucristo es el Mediador

¿Qué camino hay para que el hombre pueda llegar al Dios del hombre? Contra todos los errores, la única defensa para el hombre es que Cristo es Dios y Hombre verdadero, lo cual sólo se capta en la unión hipostática. Si nos preguntamos ¿Por dónde se va Dios?, la única respuesta es, por Cristo. El es el Camino, la Verdad y la Vida. Esta fórmula contiene en síntesis todo el contenido de la teología la dogmática.

¿Qué es la ciudad terrena que acaba en el infierno? Aquella sociedad de los hombres que no quisieron aceptar que necesitan un Mediador o que no quieren reconocer que necesitan ir más allá de lo que él puede con sus propias fuerzas. El hombre que considera como absoluto su naturaleza humana o pierde el sentido de la religión o lo transforma en lo humano como los hegelianos, de manera que el estado sea la religión. El planteamiento teórico más radical de poner el hombre en el centro, en el lugar de Dios, es el de Feuerbach.

Hoy día, fenómenos sociales, políticos y religiosos están haciendo el desarrollo de este antropocentrismo. En la acción social, política e incluso religiosa, se da un antropocentrismo radical. Así, nadie considera que la caridad cristiana y por tanto la Iglesia era el ideal para las actividades de orden social. En la política, salvo en los países islámicos, no se tiene en cuenta para nada la ley de Dios.

Bienes terrenos y el mal de la ciudad terrena

San Agustín dice: “La Ciudad terrena ama bienes, sobre todo la paz. Y no hay que decir que no son bienes los que ama la ciudad terrena, porque ella misma, en el género de las cosas humanas, es lo más excelente que hay en el mundo”. Luego, la ciudad terrena, que para San Agustín termina en el infierno, es lo más excelente que hay en el mundo, la está definiendo como sociedad humana, como vida pública y colectiva de la humanidad que busca la paz. Alguien podría preguntarse si es malo el Estado, la política, o la paz humana. Sin duda que no, además, el hijo de la ciudad celeste comparte la paz de la ciudad de Babilonia y no tiene que decir que es mala la paz porque la ama la ciudad terrena.

S.Agustín explica en qué consiste el mal de la ciudad terrena de una forma muy intuitiva, en el Génesis después de comentar la tragedia de Abel y Caín, en el cual ve el primer capítulo del despliegue de la historia de las dos ciudades. Allí está escrito que los hijos de Dios vieron que las hijas de los hombres eran muy bellas se casaron con ellas. Y explica que así comenzaron los hijos de Dios también a ser infieles a Dios.

Alguien podría pensar que se trata de una actitud antifeminista maniquea. Sin embargo, toma pie de un texto de la Biblia para hacer una reflexión sobre la naturaleza del mal. Después de recordar que el mal no es esencia de naturaleza alguna, ni en el mundo cósmico, ni en el mundo humano, sino que es privación en un sujeto bueno, añade que el mal daña. Si el mal tuviese esencia en sí mismo y hubiese bien y mal, como hay entendimiento y voluntad, razón y sensibilidad, cuerpo y alma u hombres y mujeres, el mal no haría ningún daño porque estaría en el mundo, que es donde le tocaría estar. El mal daña y para dañar debe ser privativo. Santo Tomás sistematizó esta enseñanza agustiniana. En terminología tomista, el sujeto del mal es un sujeto bueno y el mal como tal no es fin y no atrae sino por razón del bien. El mal no tiene causa eficiente ni es causa final, ni tiene sujeto, sino que desintegra un sujeto porque accidentalmente obra de una forma privada del orden debido en la totalidad del dinamismo a que está destinado.

Dice san Agustín que no es ningún mal la belleza de las mujeres, ni el oro es malo, el mal está en la lujuria y en la avaricia. El adulterio no está en la belleza. El mal está en el desorden del que atraído por el bien terreno, desprecia el bien celestial. Ahora se puede entender por qué razón se puede definir la ciudad terrena como se la define y explicar por qué va al infierno la ciudad terrena cerrada en la paz de la Tierra.

Babilonia - Jerusalén: sus significados bíblicos

El concepto de mundo, carne, cosas terrenas en San Agustín en la perspectiva de la Teología de la Historia desarrollado en la Ciudad de Dios de S. Agustín, se expresa con el concepto de Ciudad Terrena.

A esta Ciudad Terrena, le da S.Agustín el nombre de Babilonia en un pasaje clásico de la 2ª Enarración de los Salmos, Salmo 52 narración 2ª. En el texto dice San Agustín que hay cierta Ciudad, llamada Babilonia, la sociedad de todos los hombres perdidos desde el Oriente hasta el Occidente. Esta ciudad terrena fue nuestra primera madre, en ella nacimos. Pero hemos conocido a otro Padre, a Dios, y hemos abandonado el diablo; por tanto, siendo ciudadanos de la ciudad terrena, éramos hijos de Satanás. Hemos conocido a otra madre- la Jerusalén celeste- que es la Santa Iglesia, cuya población peregrina en la tierra, y hemos abandonado Babilonia.

Hay, por tanto, otra ciudad, la Jerusalén celeste que se encuentra enfrentada a Babilonia, la ciudad terrena.

Este texto, clásico en la manera de entender la palabra Babilonia, es un caso típico de acomodación moral, muy legítimo, fundado en el sentido del Apocalipsis, de los profetas y en general de todos los libros bíblicos. Ahora bien, nos podemos preguntar si este sentido es previo o presupone otro sentido más propio en el Apocalipsis donde se habla extensamente de Babilonia. En el Apocalipsis se habla de Babilonia. El sentido moral dado por San Agustín, ¿es el mismo que el del Apocalipsis?

En la Sagrada Escritura encontramos dos sentidos: literal o histórico, y espiritual. El primer sentido es en el que se tienen que fundar todos los otros posibles sentidos.

El sentido literal también se denomina histórico cuando se trata de narraciones de hechos históricos. También es lo que significa en directo el texto. Sin embargo, el sentido literal en una parábola no son las imágenes narradas en ellas, sino lo enseñado por medio de esas imágenes, como en las metáforas lo intentado es lo representado, no la imagen mediante la que se expresa lo que se dice.

El sentido espiritual no es único, a vez, puede ser: alegórico, moral y anagógico.

Jerusalén, en sentido literal e histórico, es la ciudad en la que se establecieron los judíos y se edificó el templo en tiempos de Salomón.

El sentido espiritual alegórico es aquel significado que la Biblia muchas veces corrobora, por el que identificamos realidades históricas del Antiguo Testamento queridas por Dios para prefigurar y ser anuncios proféticos de las realidades del Nuevo Testamento. En nuestro ejemplo, Jerusalén, en sentido espiritual alegórico, es la Iglesia militante. Así, por ejemplo, el Cordero Pascual es figura de Cristo.

El sentido moral se da cuando lo que se dice literalmente se puede aplicar al alma cristiana. En sentido moral, Jerusalén es el alma cristiana. Así por ejemplo cuando el Profeta dice: “Jerusalén conviértete y haz penitencia”, eso mismo se puede aplicar al alma del cristiano que debe convertirse y hacer penitencia.

En sentido anagógico, las realidades de este mundo – en el Antiguo y el Nuevo Testamento- prefiguran la eternidad bienaventurada. En este sentido, Jerusalén es la patria eterna, la Jerusalén celestial.

Babilonia aparece en los libros históricos del Antiguo Testamento como en el 2º libro de los Reyes cuando es conquistada Jerusalén y los judíos hechos cautivos. Es la ciudad que fue capital del Imperio que cautivó durante 70 años a Israel y que antes fue capital del Imperio Sumerio Acad, la tierra en la que Abraham fue llamado. Este es el primer significado histórico de Babilonia.

Sentido del término Babilonia en el Nuevo Testamento

Sentido moral

Conviene preguntarse por el significado de Babilonia en el Apocalipsis. Que el término está tomado de la Babilonia histórica es evidente. Pero en el Apocalipsis, libro profético muy claro, en un momento se habla de “la ciudad que espiritualmente podemos llamar Sodoma y Egipto la ciudad en la que su Señor fue crucificado”. La ciudad en que su Señor fue crucificado es Jerusalén. Y, en el mismo Apocalipsis, se dice que espiritualmente se llama Sodoma y Egipto. Texto que encierra un tremendo juicio, porque a Jerusalén le da el nombre de Egipto, aquel país en que estuvo esclavizado el pueblo de Israel, y de Sodoma, la ciudad de la corrupción moral. Por tanto, aquí tenemos un claro fundamento literal de un significado alegórico. Lo mismo sucederá con Babilonia. En el Apocalipsis con Babilonia se nombra una realidad presente y futura.

Ahora podemos cuestionarnos algo más. Está muy claro que Babilonia, en el Apocalipsis, no nombra la ciudad del Eufrates, sino que significa una realidad contemporánea de los últimos tiempos de la Iglesia, como dice el Señor: “El Espíritu Santo os anunciará lo venidero”. Entonces, ¿qué significa Babilonia, reconociendo que Babilonia literalmente sería la ciudad histórica, y que espiritualmente, en el Apocalipsis se aplica a otra realidad? ¿Acaso se puede explicar diciendo que este nombre de Babilonia significa la sociedad de los impíos extendida desde Oriente a Occidente, aquella que edifica los reinos terrenos con su orgullo, la ciudad terrena en la que se instala el poder humano y la soberbia se enfrenta a Dios? ¿Quedaríamos satisfechos simplemente tomando el término Babilonia no en sentido histórico, sino en sentido espiritual-moral? No, y a pesar de que san Agustín recurre a este sentido moral, no estaríamos interpretando el texto del Apocalipsis adecuadamente.

Sentido angógico

De Babilonia no se puede buscar un sentido anagógico, ciudad terrena cuyo fin es la condenación eterna, porque hay en babilonia bienes que comparte la porción de ciudad celeste que peregrina en la Tierra, como la paz de babilonia. Por eso los cristianos usamos de la paz de Babilonia, como dice san Agustín en La ciudad de Dios.

La ciudad terrena ama la paz y también nosotros podemos congratularnos de que en una guerra triunfe el que tiene una causa menos injusta, en palabras de san Agustín. Hay bienes legítimos en la ciudad terrena. Pero estos bienes, en el hombre terreno, no son sino aquello en lo que se instala, de lo que se vanagloria, lo que le distrae del amor a Dios y, en definitiva, por lo que llega hasta la aversión a Dios por la conversión a las criaturas. La conversión a las criaturas no nos llevaría a la aversión a Dios si no fuese algo bueno del amor de sí mismo y si no fuesen buenos todos los bienes que hay sobre el universo. Pero amar lo creado de tal manera que nos prive del amor de Dios y del prójimo es el comienzo de todo pecado.

Comprendido esto, no hay significado anagógico de Babilonia porque la ciudad terrena no será sempiterna, pues cuando sea condenada al eterno suplicio ya no será ciudad. No hay Babilonia en el infierno, no hay sociedad humana allí. Por ello no se puede contraponer Babilonia a Jerusalén anagógicamente. Pero en cambio sí se puede tomar Jerusalén en el sentido de cielo. Babilonia, por el contrario, no es anagógicamente el infierno, porque ya no hay Babilonia allí.

En cambio, el término Babilonia tiene un sentido histórico en el Apocalipsis que viene dado por el sentido espiritual-moral que es el que san Agustín utiliza en las Enarraciones de los Salmos. Es el sentido clásico que orienta al abordar la meditación ignaciana de las Dos banderas. Babilonia, en el texto ignaciano, es propuesta en su sentido moral.

En otras palabras: el sentido intentado en la utilización alegórica-espiritual del término Babilonia en el Apocalipsis es primordialmente una realidad histórica en la que vive el Pueblo de Dios del Nuevo Testamento y con la que tuvo que ver el Israel de la carne. En esta realidad histórica se concreta esta mundanidad, este orgullo, esta soberbia de las riquezas, del poder mundano, en la que se instala el hombre tal como lo entiende en su acepción moral san Agustín en las Enarraciones sobre los Salmos. Babilonia en sentido moral tiene mucho que ver con este sentido algórico del Apocalipsis.

Sentido histórico

El término Babilonia tiene un sentido histórico distinto del sentido moral que dan, S. Agustín en la Ciudad de Dios y San Ignacio en la Meditación de las Dos Banderas.

¿Qué significa Babilonia en el Apocalipsis?. En el Apocalipsis y en el N.T., salvo algunos textos, al hablar de Babilonia, se habla de Roma, la ciudad del Tíber donde fueron martirizados San Pedro y San Pablo. Así por ejemplo, San Pedro en la 1ª carta escribe "Os saluda la Iglesia que está en Babilonia, colegiada con vosotros y Marcos, mi hijo. Saludaos mutuamente con el ósculo de caridad”
[3].

San San Jerónimo, que tradujo al latín un libro de Dídimo de Alejandría sobre el Espíritu Santo, comienza el prólogo a la traducción latina con estas palabras: “Cuando yo residía en Babilonia vivía bajo el Derecho romano, colono de la meretriz purpurada…”. Y en la Carta 151, dirigida a Aljasia, le dice: “Según el apocalipsis de San Juan, en la frente de la prostituta vestida de púrpura está escrito el nombre de blasfemia, esto es el de Roma Eterna.

Cornelio a Lápide, que escribía a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, comenta al respecto: “El soberbio nombre de eternidad, que es un nombre de divinidad, fue puesto a Roma por los paganos como sus aduladores y la llamaron Roma eterna, Roma divina”
[4]. Hoy hay costumbre de llamar a Roma la Ciudad eterna creyendo que se hace un elogio a la Sede de Pedro; por eso estas palabras sorprenden.

En el Apocalipsis, Babilonia es Roma, la ciudad de las siete colinas, capital del Imperio Romano, embriagada de la sangre de los mártires de Jesús: ¡diez persecuciones! Esto estaba tan claro, era tan unánime, que san Jerónimo, en el Comentario a Daniel, hablando del tema y refiriéndose al tiempo en que “el Reino de los romanos será destruido en el tiempo del Anticristo”- ésta es la caída de Babilonia anunciada en el Apocalipsis, escribe: “Digamos lo que han dicho los escritores eclesiásticos. En la consumación del mundo el reino de los romanos será destruido”

Supuesto el carácter profético del Apocalipsis, la utilización del término Babilonia aludiendo al tipo y prefigurando la gran ciudad mundana, que será contemporánea de la apostasía universal y del imperio anti-cristiano- que destruirá misteriosamente en odio a Cristo- ha de hacernos reconocer que, en el mismo libro del Apocalipsis, el término Babilonia intenta significar directamente a Roma.

Cornelio a Lápide decía: “Yo concedo a los herejes que Roma, en el Apocalipsis, está significada con el nombre de Babilonia. Niego que esto signifique la Iglesia. Concédanme ellos que no significa la Iglesia romana, en cuanto cabeza de todas las iglesias presidida por el sumo Pontífice, sucesor de san Pedro y Vicario del Señor Cristo en la tierra; si conceden esto, entonces podríamos darnos las manos y, suprimida la herejía, nos encontraríamos todos en un mismo pensamiento y una misma Iglesia y se haría un solo rebaño y un solo Pastor”
[5].

Es decir, Cornelio a Lápide dice que Babilonia significa Roma, la ciudad donde está el Papado, y pide a los protestantes que distingan la ciudad de Roma de la Iglesia romana. Profundizando en esta distinción, podríamos decir que el Apocalipsis no describe la Roma cristiana, sino que describe la Roma pagana, ya descristianizada, de forma misteriosa, donde reside todo el misterio de perversidad y de orgullo humano que hay en la apostasía frente a Cristo.

Junto a esta interpretación alegórica Cornelio a Lápide describe la aplicación moral:

“Así, pues, porque Roma, en otro tiempo, persiguió a los Apóstoles y a los Profetas y los fieles y, de nuevo, con su Pontífice en el fin del mundo, los perseguirán, así Dios la destruirá: pues castigará los primitivos pecados de los romanos al haber colmado entonces su medida; por lo que los romanos, entonces, serán más gravemente castigados de lo que lo hubieran sido si no les hubieran precedido los pecados de los antiguos romanos. Pues serán los sucesores de aquellos primeros, y seguidores de ellos, porque aprobarán y alabarán sus crímenes y seguirán lo mismo que habían hecho los paganos. Pues querrán emular los actos y la gloria de César, de Pompeyo, de Trajano, de Decio, de Diocleciano, y todos los antiguos humos de la vieja Roma, y los vanos nombres de los Catones, como ya ahora vemos a algunos gloriarse y alimentarse de estos antiguos humos de la antigua Roma”
[6]

En los capítulos 17, 18 y 19 del Apocalipsis de San Juan, en concreto 17, 1.ss; 9 ss; 12 ss; 18,1 ss; 11 ss; 19, 22, se encuentra citada de forma expresa Babilonia en referencia a Roma, a la Roma gentil, junto con unas visiones con un lenguaje si bien alegórico muy expresivo de una situación histórica de la humanidad en lucha entre los dos mundos, el espíritu y la carne, las dos ciudades, las dos banderas.
1 Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria. 2 Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. 3 Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación. (Apocalipsis 18, 1-3)
Y vino uno de los siete ángeles, que tenían las siete copas, y habló conmigo diciendo: ven, que te mostraré el juicio de la gran prostituta sentada sobre muchas aguas, con la que fornincaron los reyes de la tierra, y se embriagaron los habitantes de la tierra con el vino de su fornicación…
Apocalipsis Capitulo 17
y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. (Apocalipsis 17, 1-2)
y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. (Apocalipsis 17, 5)
Los protestantes, sobre todo los calvinistas, leían estos pasajes como referidos a la Roma papal. Para refutarles, Cornelio a Lápide comenzaba por reconocer que Babilonia aquí se refiere a Roma.
Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer, 10 y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo. (Apocalipsis 17, 9-10)
Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego; 17 porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios. (Apocalipsis 17, 16-17)
Apocalipsis Capítulo 18
La mujer que viste en la ciudad grande, que ejerce la realeza sobre los reyes de la tierra. Cayó Babilonia la grande, que ha sido hecha morada de demonios… Los reyes de la Tierra formicaron con ella, los mercaderes se enriquecieron con ella por la pujanza del lujo… (Apocalipsis 18, 2-3)
9 Y los reyes de la tierra que han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites, llorarán y harán lamentación sobre ella, cuando vean el humo de su incendio, 10 parándose lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio! (Apocalipsis 18,9; 11-13)
11 Y los mercaderes de la tierra lloran y hacen lamentación sobre ella, porque ninguno compra más sus mercaderías; 12 mercadería de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino fino, de púrpura, de seda, de escarlata, de toda madera olorosa, de todo objeto de marfil, de todo objeto de madera preciosa, de cobre, de hierro y de mármol; 13 y canela, especias aromáticas, incienso, mirra, olíbano, vino, aceite, flor de harina, trigo, bestias, ovejas, caballos y carros, y esclavos, almas de hombres. (Apocalipsis 18, 11-13)
¡Ay, ay de la gran ciudad, en la cual todos los que tenían naves en el mar se habían enriquecido de sus riquezas; pues en una hora ha sido desolada! 20 (Apocalipsis 18, 20)
Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada. 22 Y voz de arpistas, de músicos, de flautistas y de trompeteros no se oirá más en ti; y ningún artífice de oficio alguno se hallará más en ti, ni ruido de molino se oirá más en ti. 23 Luz de lámpara no alumbrará más en ti, ni voz de esposo y de esposa se oirá más en ti; porque tus mercaderes eran los grandes de la tierra; pues por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones. 24 (Apocalipsis 18, 22-23)
Apocalipsis Capitulo 19
11 Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. 12 Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. 13 Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. 14 Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. 15 De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. 16 Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES. (Apocalipsis 19, 11-16)
17 Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos a la gran cena de Dios, 18 para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes. 19 Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. 20 Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. 21 Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos. (Apocalipsis 19, 17-121)
En estos textos del Apocalipsis, en relación con el tema que se analiza en este capítulo, se pueden encontrar los siguientes elementos:

Ø En la tierra hay una especie de grandeza humana universal constituida por los comerciantes de esta ciudad que recibe el nombre de Babilonia.

Ø Hay dos interpretaciones no compatibles. Una mas directamente intentada, alegórica, sentido espiritual, Roma, que es la de san Jerónimo y Cornelio Alápide; otra, moral, sentido espiritual, la Ciudad del mundo, o la Mundanidad, que es la que San Agustín y San Ignacio utilizan.

Ø Tesis: La mujer es la ciudad grande que domina sobre los reinos de la tierra. Sobre su frente está escrito el nombre de blasfemia está embriagada de la sangre de los mártires de Cristo. Muchas ciudades modernas están embriagadas de la sangre de los mártires de Cristo. El imperio británico, por ejemplo, con la sangre de Tomás Moro, Fisher y otros. Esta mujer se sienta sobre la Bestia, que son los poderes de los príncipes de la tierra que son los mercaderes de la gran ciudad. Se enriquecen por el gran precio.

Ø A esa Ciudad Terrena, a esa Babilonia, a ese Mundo cerrado sobre sí mismo que desprecia la gracia redentora de Cristo y se ríe de los mártires y de la cruz de Cristo es ante lo que se arrodilla el modernismo.

Hasta que no se entienden estos pasajes del Apocalipsis, en su auténtica dimensión, no es posible ver el alcance de la perversidad del modernismo. Así es como se entiende el empeño de San Pío X de explicar con tanto detalle su contenido perverso, y que adoptara duras medidas disciplinares, y la exigencia de pronunciar el juramento antimodernista por todo candidato al sacerdocio, o a un cátedra de teología en facultades y seminarios. Porque no se trata de un conjunto de opiniones sobre cuestiones discutibles, lo que está en juego es la aceptación o el rechazo de la gracia redentora de Cristo, y la consiguiente adoración a la bestia y el desprecio de la sangre de los mártires.
[1] El contenido de este apartado está basado en el libro: "Mundo histórico y Reino de Dios", D. Francisco Canals, Ediciones Scire Barcelona, 2005
[2] San Agustín, Ciudad de Dios XIV, 28 (Obras de San Agustín, BAC, Madrid, 1971)
[3] 1 Pet. 5, 12-14
[4] Mundo histórico y Reino de Dios. Francisco Canals, p.49. Cornelio a Lápide, Comentaria in Scripturam Sacram, T. XXI, p. 210
[5] Mundo histórico y Reino de Dios. Francisco Canals, p.52. Cornelio a Lápide, Comentaria in Scripturam Sacram, T. XXI, p. 309
p. 52
[6] Mundo histórico y Reino de Dios. Francisco Canals, p.53. Cornelio a Lápide, Comentaria in Scripturam Sacram, T. XXI, p. 330

jueves, 13 de noviembre de 2008

El espíritu del modernismo: Los "dos mundos"

El "espíritu" del modernismo

La actitud del modernista es calificada por Maritain en el Campesino del Garona como “arrodillamiento ante el mundo” [1]

El propio filósofo francés hace una aclaración, por otra parte, del significado del término “mundo” ante el que el modernista se arrodilla. Señala que con el término mundo se puede designar dos realidades de ámbitos muy distintos.

Significados del término "mundo"

En primer lugar, “mundo en sentido ontosófico” [2]

Es el mundo en su estructura natural. El universo astronómico con todas sus estructuras cosmológicas; la tierra con todos sus seres; la sociedad humana; familia, arte, cultura. Este mundo es “bueno”. Lo vemos en el Génesis. Todo ente, en cuanto tal, es uno, verdadero y bueno. El ser que sólo puede ser comunicado por Dios es óntica y constitutivamente bueno. Dios es el único principio de los seres y es bueno. No hay dos principios, uno bueno y otro malo, como enseñaba el maniqueísmo.

En segundo lugar, “mundo en sentido religioso”[3]

Cuando se habla del “otro mundo”, no se trata del mundo de las estructuras naturales, del mundo cosmológico, sino de otra realidad existente. Se trata del Reino de Dios que es un término central del Evangelio y del Apocalipsis. Frente a este mundo así concebido, hay otro mundo, enfrentado con él. Es el que menciona Jesucristo en la Última Cena, cuando dice a los Apóstoles que ellos “están en el mundo, pero que no son del Mundo” y que “los envía al Mundo como ovejas en medio de lobos”.

Este Mundo, del que habla Jesucristo, es el mundo creado por Dios, pero entendido como realidad absoluta y única, cerrado sobre sí mismo negando a Dios y al Otro Mundo. Ese es el Mundo ante el que el cristiano no sólo no debe arrodillarse, sino que no puede conformarse con él y tiene que huir de él como del enemigo.

El modernista, como consecuencia de sus errores filosóficos y religiosos, reduce el “otro mundo”, el Reino de Dios a este Mundo y lo diviniza. En esta concepción no hay Dios personal, sólo hay ciencia natural, no hay pecado, hay injusticias sociales, no hay redención divina, sino que el hombre se autorredime. Por ello, para el modernista, Cristo es un simple hombre, aunque excepcional. En esta perspectiva la religión católica no fue instituida por Cristo sino una invención de los apóstoles, sobre todo de San Pablo.

Se trata de una concepción religiosa o mística sobre el Mundo, considerado en su relación ambigua con el verdadero Reino de Dios y su Encarnación. En realidad es el mundo de la Concupiscencia de los ojos, el Deseo de la Carne y el Orgullo del espíritu del que habla san Juan. Este mundo, no sólo no es compatible con el cristianismo es el “adversario de Cristo”.

Si la primera acepción del concepto de mundo, considerado cerrado sobre sí mismo, destruye la segunda porque se niega que exista el Reino de Dios distinto del Mundo, y el Mundo reabsorbe en él ese Reino, el Reino de Dios será el Mundo mismo. Ese mundo no tiene ninguna necesidad de ser salvado, ni ser asumido, ni transformado. En este caso, Dios-Cristo-Iglesia-Sacramentos son inmanentes al mundo. El mundo se salva a sí mismo. En él hemos de tener fe-esperanza-amor.

Esto supone un endiosamiento o divinización del mundo que se cierra sobre si mismo y se aparta de Dios. Este mundo da las espaldas a Cristo, supone un desprecio total y absoluto de la redención de Jesucristo. Esta actitud de desprecio del misterio salvífico y redentor de Jesucristo y de sus efectos salvadores es lo que santo Tomás dice que constituye la esencia del pecado contra el Espíritu Santo.

Hay, por el contrario, un orden sobrenatural, orden de la gracia, Encarnación "Otro Mundo”, el Reino de Cristo. Al arrodillarnos ante este mundo, el que nos predica el Evangelio y nos transmite la Iglesia no somos Amigos de un mundo que reabsorbe en él el Reino de Dios.

Esta es la realidad de estos “dos mundos”, el mundo creado por Dios, al que hace partícipe de misma vida divina por medio de la gracia santificante que reside en el alma del cristiano en gracia de Dios, que constituye en esta vida el germen o comienzo del reino de Dios que es la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo; y el mundo, considerado como realidad enfrentada a Dios que trata de borrar todo vestigio de Dios y autodiviniza al hombre.

Se debe atender con sumo cuidado al sentido en el que se emplean los términos como por ejemplo Reino de Dios. En efecto, hay una actitud o tendencia, a veces oculta, a veces explícita, a veces muy desarrollada, a hablar del Reino de Dios desde la historia humana con categorías de evolucionismo hegeliano. Del Reino de Dios se habla en autores que no son creyentes, que no creen en la Providencia del Dios personal, Creador, que eleva gratuitamente al hombre, así por ejemplo, en la Fenomenología del Espíritu y en la Historia de la filosofía de Hegel se habla con frecuencia del Reino de Dios
[4].

El modernista se arrodilla ante el mundo cerrado sobre sí mismo. El auténtico cristiano se arrodilla y espera el mundo que es el reino de Dios, el "otro mundo". No se refiere a la otra vida solamente, sino al Reino de Dios, que según las profecías, se le dará consumación en esta vida. Lo que no es otra cosa que el cumplimiento de una vez para siempre de la petición del padrenuestro “venga a nosotros tu reino” que es el lema del Apostolado de la Oración.

El “mundo” en la Sagrada Escritura

Sin tratar de hacer un recorrido exhaustivo sobre las veces que el término Mundo se menciona en la Escritura, porque aparece numerosísimas veces, podemos elegir algunos textos que nos pueden ilustrar la cuestión de los dos mundos y su significado. Gn 1, 1 ss; 3, 1-20; San Juan 17, 9-26; 18, 33-39 - Mt. 11, 25-30; 4, 4-8; 26, 63-67; 1 San Juan 2, 15-17; 2, 22-25; 3, 1-4; 13-15; 4, 1-6; 5, 1-5 , San Pablo 1Cor.1, 18- 25; 6, 9-20; Gal. 5, 14-26; Hebreos 2, 5-9.

Gen. 1,1.- En la creación se nos dice que Dios cada vez que creaba algo lo calificaba de bueno, y al final de la creación hablando del conjunto de la creación se nos revela que todo lo creado era bueno a los ojos de Dios, Gen 1, 31 Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien.

Gen. 3, 1-20.- Se explica el plan de Dios sobre el hombre y que éste al desobedecerle lo abandona. El pecado original proviene de una tentación en la que se propone al hombre ser como Dios, es decir, para determinar con independencia de Dios lo que es bueno y lo que es malo. Con todo, después del pecado original, Dios con su infinita misericordia traza un plan de salvación prometiendo el Redentor. Esa promesa lleva aparejada una lucha entre el linaje de la mujer y el linaje de la serpiente. Gen. 3, 15 Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar.» Se pueden considerar los dos mundos, o las dos actitudes representadas en esas dos figuras. En efecto, el mundo que se cierra sobre sí mismo y se hace absoluto, se diviniza es el de la descendencia de la serpiente que desobedeciendo a Dios quiere ser como Dios. El otro mundo, el que se espera por acción de la redención, el Reino de Dios, sobre este mundo, es el representado en la descendencia de la mujer, en este mundo Cristo es el Rey.

Mt. 4, 4-8. 8 Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, 9 y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.»

La tercera tentación que narran los evangelios con la que el diablo tienta a Cristo, para quien Éste era un hombre de Dios, pero un hombre al fin de cuentas, le promete los reinos del mundo, si Cristo, postrándose ante él, le adorara. El diablo aparece como príncipe de este mundo, donde mundo se dice en el sentido de mundo cerrado a Dios, separado de Dios, autosuficiente que no admite que Dios sea su salvador porque, siendo tan perfecto, no necesita de Dios. Es el mundo que rechaza la luz del mundo, que rechaza la redención que no reconoce la encarnación redentora de Cristo.

S. Juan 18, 36. “Mi Reino no es del mundo éste. Si fuese del mundo éste, mis partidarios habrían luchado para que no cayese en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”.

En el proceso político que sufrió Jesús de Nazaret ante Pilatos, se afirma que el reino de Cristo no es de este mundo, no es como los de la tierra con ejércitos y con poder material, es un reino del corazón, es un reino sobrenatural que salva a todo el hombre y que redunda en el bien del orden natural, no sólo a nivel individual, sino también a nivel social. El reinado de Cristo es un reinado social.

S.Juan 15, 18-19. “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido primero que a vosotros. Si del mundo fuerais, el mundo tomaría lo que es suyo; pero no sois del mundo, sino que yo os entresaqué del mundo, por eso el mundo os aborrece”.

Cristo en la Última Cena expone la relación que hay entre él y el mundo, entre los cristianos y el mundo. Jesucristo les dice a los apóstoles que están en el mundo, lo que puede entenderse en dos sentidos, o que están en el mundo cosmológico creado por Dios, o que están inmersos en ese mundo que vive cerrado sobre sí mismo, de espaldas a Dios, el mundo de la concupiscencia de los ojos, el deseo de la carne y el orgullo del espíritu. Más bien parece que debe entenderse en este sentido el término mundo en el que viven los apóstoles, pero no son de él porque son de Cristo.

1 S. Jn 2, 15-17. 15 No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 16 Puesto que todo lo que hay en el mundo - la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas - no viene del Padre, sino del mundo. 17 El mundo y sus concupiscencias pasan; pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. Se entiende que habla de las pasiones carnales, el ansia de bienes materiales y la soberbia.

En este texto también el término mundo es tomado en el sentido religioso de realidad ambigua en relación con la encarnación y el reino de Dios.

1. S. Jn. 1, 1- 4. El mundo no nos conoce. El mundo que no ha recibido a la luz del mundo, a la salvación del mundo, porque se cree autosuficiente y satisfecho de sí y que incluso desprecia la ley divina, ese no reconoce a Cristo y a sus apóstoles; en el capítulo 4, versículo13, san Juan dice que el pecado que es negar la ley, aparta al hombre de Dios.

Mt 11, 25-30. 25 En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. 26 Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. 27 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 28 «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. 29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; = y hallaréis descanso para vuestras almas. =30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.» Los sabios del mundo no han recibido la sabiduría de Dios.

En este texto se contrapone la sabiduría de Dios reservada para los humildes y pequeños, a la sabiduría del mundo. La sabiduría de Dios es la referente al misterio de la redención, la cruz de Cristo, escándalo para los sabios judíos e irrisión para los sabios paganos.

S. Pablo Eph. 6, 10-12. “Confortaos en el Señor y en el poder de su fuerza. Revestíos de la armadura de Dios para que podáis sosteneros ante las asechanzas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra los principados, las potestades y los rectores de este mundo tenebroso”

S. Pablo 1 Cor. 1, 18-31. 18 Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan - para nosotros - es fuerza de Dios. 19 Porque dice la Escritura: = Destruiré la sabiduría de los sabios, e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes. = 20 = ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto? = ¿Dónde el sofista de este mundo? ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo? 21 De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación. 22 Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, 23 nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; 24 mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. 25 Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres. 26 ¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. 27 Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. 28 Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es. 29 Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios. 30 De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención, 31 a fin de que, como dice la Escritura: = El que se gloríe, gloríese en el Señor. =

La Sabiduría del mundo. El mundo con su propia sabiduría no reconoció a Dios en la sabiduría manifestada por Dios en sus obras. Esa sabiduría mundana, soberbia que desprecia la revelación divina, acaba por no llegar a conocer, ni siquiera aquello para lo que estaba capacitado el hombre por naturaleza.

S. Pablo 1 Cor. 6, 9-20 9 ¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios. 11 Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios. 12 «Todo me es lícito»; mas no todo me conviene. «Todo me es lícito»; mas ¡no me dejaré dominar por nada! 13 La comida para el vientre y el vientre para la comida. Mas lo uno y lo otro destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. 14 Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. 15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! 16 ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: = Los dos se harán una sola carne. = 17 Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él. 18 ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo. 19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? 20 ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo.

Las obras de la carne son: la lujuria, la idolatría, el adulterio, la homosexualidad, el robo, la avaricia, el emborracharse, la difamación. Dice San Pablo que quienes obran tales obras no heredarán el Reino de los Cielos.

S. Pablo Gal. 5, 14-26. 14 Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: = Amarás a tu prójimo como a ti mismo. = 15 Pero si os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros! 16 Por mi parte os digo: Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. 17 Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais. 18 Pero, si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 19 Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, 20 idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, 21 envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. 22 En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, 23 mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. 24 Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. 25 Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. 26 No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente

Obras de la carne y obras del Espíritu. Son obras de la carne: lujuria, impureza, desenfreno, idolatría, supersticiones, enemistades, disputas, celos, iras, litigios, divisiones, borracheras, comilonas. Son obras del Espíritu, frutos del Espíritu Santo: amor, alegría, paz, generosidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia.

Mt. 26, 63-67 La divinidad de Jesucristo. 63 Pero Jesús seguía callado. El Sumo Sacerdote le dijo: «Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.» 64 Dícele Jesús: «Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis = al hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.» = 65 Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos y dijo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. 66 ¿Qué os parece?» Respondieron ellos diciendo: «Es reo de muerte.»

Jesucristo ante el Sumo Sacerdote confesó su divinidad, por la que fue condenado a muerte: “Te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Mesías, el hijo de Dios”. Jesucristo contestó: “Tú lo has dicho”. La divinidad de Jesucristo es la verdad clave de la fe cristiana, la cuál como dice San Pablo se encuentra estrechamente vinculada a su resurrección. Esto es, como se verá más adelante, lo que pone de manifiesto el alcance de la malicia del modernismo.

1 S.Jn. 2, 22-25. 22 ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. 23 Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre. 24 En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre, 25 y esta es la promesa que él mismo os hizo: la vida eterna.

El Anticristo es el que niega la divinidad de Cristo. “Y ¿quién es mentiroso sino el que dice que Jesús no es Cristo? Es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo”

1 S.Jn. 4 1-6. No hay que fiarse de cualquiera. El que no confiesa que Jesucristo es Hijo de Dios habla según el mundo. “No os fiéis de todos los que hablan en nombre de Dios; comprobadlo antes. En esto distinguiréis si son de Dios; el que confiesa que Jesús es el Mesías hecho hombre es de Dios, y el que no confiesa a Jesús no es de Dios, sino el anticristo, del cual habéis oído decir que estaba para venir y ya está en el mundo”

1 S.Jn. 5, 4-5. La victoria sobre el mundo es el que cree que Jesucristo es Hijo de Dios. “todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo nuestra fe. ¿Quien es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”

En resumen, Mundo es una palabra que traduce el término bíblico que aparece sobre todo el en Nuevo Testamento (en latín, mundus, y en griego, cosmos), y que tiene en varios textos, un significado muy preciso y misterioso. El término mundo indica también el mundo creado en su materialidad- con las estrellas, el sol, y las galaxias, el mundo del Nuevo Testamento, en lenguaje filosófico, es más un término existencial que cosmológico.
Los “dos mundos” en el Catecismo de la Iglesia Católica

En el Catecismo de la Iglesia Católica están expresadas estas dos concepciones contrapuestas sobre el mundo. Un texto del Concilio Vaticano II, de la Constitución sobre la Iglesia en el mundo de hoy (Gaudium et Spes.2), expresa estas acepciones antes mencionadas:

“Tiene ante sí la Iglesia al mundo, esto es, a la entera familia humana con el conjunto universal de las realidades entre las que ésta vive; el mundo, teatro de la historia humana, con sus afanes, fracasos y victorias; el mundo, que los cristianos creen fundado y conservado por el amor del Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado, pero liberado por Cristo crucificado y resucitado, roto el poder del demonio, para que el mundo se transforme según el propósito divino y llegue a su consumación”
[5]

El “mundo ontosófico” – El mundo creado

31.- Creado a imagen y semejanza de Dios, llamado a conocer y amar a Dios, el hombre que busca a Dios descubre ciertas "vías" para acceder al conocimiento de Dios. ... Estas vías para acercarse a Dios tienen como punto de partida la creación del mundo y la persona humana.
32.- El mundo: A partir del movimiento y del devenir, de la contingencia, del orden y de la belleza del mundo se puede conocer a Dios como origen y fin del universo.
34.- El mundo y el hombre atestiguan que no tienen en ellos mismos ni su primer principio ni su fin último, sino que participan de Aquel que es el Ser en sí, sin origen y sin fin...
212.- (...) Dios trasciende el mundo y la historia. El es quien ha hecho el cielo y la tierra.
216.- La verdad de Dios es su sabiduría que rige todo el orden de la creación y del gobierno del mundo (Sab.13, 1-9).
219.- El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (Os 11,1)... "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único" (Jn 3,16)
257.- (...) Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada. Tal es el "designio benevolente" (Ef 1,9) que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo amado, "predestinándonos a la adopción filial en él" (Ef 1, 4-5), es decir, "a reproducir la imagen de su Hijo" (Rom 8, 29) gracias al Espíritu de adopción filial (Rom 8,15). Este designio es una "gracia dada antes de todos los siglos" (2 Tm 1, 9-10), nacido inmediatamente del amor trinitario...
285.- Desde los comienzos, la fe cristiana se ha visto confrontada a respuestas distintas de las suyas sobre la cuestión de los orígenes ... Algunos filósofos han dicho que todo es Dios, que el mundo es Dios, o que el devenir del mundo es el devenir de Dios (panteísmo); otros han dicho que el mundo es una emanación necesaria de Dios, que brota de la fuente y retorna a ella; otros han afirmado incluso la existencia de dos principios eternos, el Bien, el Mal, la Luz y las Tinieblas, en lucha permanente (dualismo, maniqueísmo); según algunas de estas concepciones, el mundo ( al menos el mundo material) sería malo, producto de una caída, y por tanto que se ha de rechazar y superar (gnosis); otros admiten que el mundo ha sido hecho por Dios, pero a la manera de un relojero, que una vez lo hecho, lo habría abandonado a él mismo (deísmo); otros, finalmente, no aceptan ningún origen trascendente del mundo, sino que ven en él el puro juego de una materia que ha existido siempre (materialismo).
326.- (...) "La tierra", es el mundo de los hombres, "el cielo" o "los cielos" puede designar el firmamento, pero también el "lugar" propio de Dios...
338.- Nada existe que no deba su existencia a Dios creador; 339.- Toda criatura posee su bondad y su perfección propias; 340.- La interdependencia de las criaturas es querida por Dios; 341.- La belleza del universo: el orden y la armonía; 342.- La jerarquía de las criaturas está expresada por el orden de los "seis días"; 343.- El hombre es la cumbre de toda la creación; 344.- Existe una solidaridad entre todas las criaturas por el hecho de que todas tienen el mismo Creador.
Mundo en sentido religioso - Mundo: "Reino de Dios"

760.- "El mundo fue creado en orden a la Iglesia". Dios creó el mundo en orden a la comunión en su vida divina, "comunión" que se realiza mediante la "convocación" de los hombres en Cristo, y esta "convocación" es la Iglesia. La Iglesia es el fin de todas las cosas...

1077.- "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado"(Ef 1, 3-6).
2779.- Antes de hacer nuestra esta primera exclamación de la Oración del Señor, conviene purificar humildemente nuestro corazón de ciertas imágenes falsas de "este mundo". La humildad nos hacer reconocer que "nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar", es decir, a los "pequeños".

Mundo: "Reino de Satanás"

408.- Las consecuencias del pecado original y de todos los pecados personales de los hombres confieren al mundo en su conjunto una condición pecadora, que puede ser designada con la expresión de San Juan: "el pecado del mundo"

409.- Esta situación dramática del mundo que "todo entero yace en poder del maligno" hace de la vida del hombre un combate
[1] Op. Cit. pág. 89 ss
[2] Op. Cit. pág. 70
[3] Op. Cit. pág. 59
[4] Mundo histórico y Reino de Cristo D. Francisco Canals, Ediciones Scire Barcelona, 2005 p.20
[5] Gaudimu et Spes, 2.

martes, 4 de noviembre de 2008

Introducción al Modernismo

"EL MODERNISMO"

Introducción general

"Liberalismo” - "Modernismo"

Liberalismo y Modernismo no son dos sistemas ideológicos esencialmente diferentes o totalmente diversos. Sus diferencias se dan más bien por el ámbito en el que se desarrollan y por el grado de poder destructor y de enfrentamiento a la doctrina de la Iglesia, al Evangelio, y al mismo Jesucristo.

Si nos atenemos al artículo programático de la Revista Cristiandad, "el Por qué de esta Revista", allí se dice que Naturalismo y Liberalismo son “los principales enemigos del ideal de Cristiandad”, que pretende que se instauren todas las cosas en Cristo.

En el curso sobre “el Liberalismo en sus fuentes” quedó patente que este sistema tenía su fundamento doctrinal en el naturalismo y que su objetivo era la aplicación a la sociedad de la pretendida autonomía e independencia del hombre respecto de Dios. El liberalismo propugna la autosuficiencia del hombre organizando una sociedad sin Dios, en la que la Iglesia esté sometida al Estado fuente única de derechos, y en la que la religión sea algo íntimo de la conciencia. El liberalismo proclama que no hay ninguna religión que sea verdadera y que la sociedad no debe tener en consideración ni el Evangelio, ni la autoridad de la Iglesia, sino que los hombres, los ciudadanos, deben estar “sometidos al arbitrio de la mayoría”, sin tener en cuenta para nada la ley de Dios.

Cuatro consecuencias principales: primero, la Iglesia debe estar sometida al Estado y la religión al pertenecer al ámbito de la conciencia, su intervención pública debe estar regulada por el Estado.

Segundo, la autoridad civil, al no reconocer la superioridad de Dios y de su Ley, degenera en tiranía y el ejercicio de la autoridad se vuelve en contra del hombre. Una muestra es la gravísimamente injusta ley del aborto que destruye la vida del ser más indefenso e inocente, el niño concebido y aún no nacido, en el mismo seno de la madre que es como decía Juan Pablo II el santuario de la vida.

Tercero, que el matrimonio no es indisoluble y que el Estado puede disolver el vínculo matrimonial por medio del divorcio. El divorcio daña gravemente a la familia, es decir, a los cónyuges y a los hijos, es como dice el Concilio Vaticano II una plaga.

Y cuarto, que la educación de la juventud es tarea del Estado, y la Iglesia no tiene ningún derecho a enseñar con autonomía e independencia el Evangelio, con lo que la juventud queda a expensas de los intereses económicos de los que gobiernan. Como se ha visto en la actualidad, esta teoría conduce a hacer víctimas de intereses ocultos a los jóvenes con la droga, el alcohol y el sexo.
Por otra parte, el liberalismo radical se enfrentó a la Iglesia durante el siglo XIX. Ésta, con su doctrina, hizo una defensa profética del pueblo fiel y de sus derechos, religiosos, políticos y sociales. Era la lucha y la persecución de los ricos, sabios y poderosos de “este mundo”, frente a la Iglesia de Cristo que agrupa a “los pobres”, “ignorantes” y “débiles” ante el “mundo”, pero no ante Dios.

El Modernismo, en cambio, es un enemigo mucho más sutil, tanto más peligroso, como dice San Pío X, en el Encíclica Pascendi, cuanto que “en el presente no es menester ir a buscar a los fabricadores de errores entre los enemigos declarados: se ocultan en el seno mismo y dentro del corazón de la Iglesia”, por lo que dice que “y no se apartará de lo verdadero quien dijere que ésta no los ha tenido peores”.

A diferencia del Liberalismo, que se posicionaba en el siglo XIX fuera y contra la Iglesia, el Modernismo pretende minar la doctrina de la Iglesia desde dentro, como si fuera el remedio para el futuro religioso del hombre, que la actual Iglesia, por el afán de aferrarse a su tradición incompatible con la evolución de la mente humana y de las ciencias, en lugar de fomentar la religiosidad de la gente la va a echar a perder.

El Modernismo es más radical que el Liberalismo, aunque no se diferencia esencialmente de él, pero es más perverso, su táctica es más insidiosa y la totalidad de su sistema, como dice San Pío X, en la Encíclica Pascendi, “es un conjunto de todas las herejías”.

El Modernismo y el Liberalismo es lo que combate Cristiandad. El modernismo se identifica más con el naturalismo que el liberalismo aunque éste también sea naturalista y, en cambio, el Liberalismo tiende a aplicar el naturalismo a la vida socio-política por medio del Laicismo. En el artículo mencionado, del “Por qué de la revista Cristiandad” ya se decía que se iba a combatir a estos dos enemigos, no por medio de una oposición sistemática directa, sino más bien fomentando lo que es realmente remedio para estos dos gravísimos males que afectan a nuestra sociedad. Al Naturalismo, se le combate con la Devoción al Corazón de Jesús y al Laicismo, con la proclamación de la Realeza de Cristo.

El plan de Dios sobre el hombre

El plan divino de la creación, según la fe de la Iglesia, se cifra en dos órdenes: el orden de la naturaleza y el orden de la gracia.

Dios dotó al hombre de facultades espirituales y corporales. Inteligencia y voluntad, entre las primeras y facultades psicomotoras, entre las segundas.

El orden de la gracia: lo sobrenatural en el hombre. La gracia santificante es un hábito entitativo, dado gratuitamente por Dios, por el que el hombre participa de la misma vida divina. Es el gran misterio de la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma del que vive en gracia de Dios.

Junto con la gracia, al hombre se le confieren los siguientes hábitos operativos y actos sobrenaturales:

Ø Hábitos operativos:

o Virtudes teologales: fe - esperanza y caridad
o Virtudes morales infusas: prudencia-justicia-fortaleza y templanza

Ø Operaciones y actos sobrenaturales

o Frutos del Espíritu santo
o Dones del Espíritu Santo: Las Bienaventuranzas
La Revelación nos enseña la Historia de la Salvación, cuyos hitos fundamentales de forma muy resumida podemos reseñar:

Ø Creación. El hombre llamado a vivir la vida divina
Ø Pecado original. El hombre desobedece a Dios
Ø Dios promete la redención - anuncio de la Encarnación
Ø Lucha entre Cristo y Satanás
Ø Pueblo elegido para el nacimiento del Mesías
Ø Revelación de la elección
Ø Abraham - Moisés - Profetas: Alianza – Ley
Ø Encarnación del Verbo - Pasión - Muerte – Resurrección
Ø Institución de la Iglesia y Sacramentos – Eucaristía

De todo ello, tenemos noticia gracias a la revelación divina que se encuentra en la Sagrada Escritura y en la Tradición apostólica y la depositaria e intérprete del mensaje revelado es la Iglesia que enseña, santifica y gobierna por medio del Magisterio de la Iglesia y los sacramentos.

Origen y caracteres del "Modernismo"

El modernismo, desde el punto de vista religioso, procede de ambientes protestantes, surge en el siglo XIX, en el ambiente de filosofía hegeliana, de la escuela de Tubinga, con una fuerte influencia del agnosticismo postkantiano.

En lo religioso, sobre todo en lo concerniente a la interpretación de la revelación y el significado de los hechos históricos, en particular de la figura del mismo Cristo, recibe su influencia de autores imbuidos de filosofía hegeliana.

El modernismo queda calificado desde su posición que adopta en la razón y en la fe de la siguiente forma.

o En la razón. Rechazo de la filosofía escolástica, con lo que se niega a la razón la capacidad para conocer una serie de verdades naturales que están al alcance de la razón humana como son, entre otras: la existencia de Dios, ser trascendente y distinto del hombre y del mundo, la creación del mundo y el carácter espiritual del alma humana.

o En la fe. Rechazo del contenido objetivo de la fe revelada, tal y como la transmite y ha transmitido siempre la Iglesia católica en los siglos de su existencia. Reduce todo el contenido de la fe a puro Mito que requiere ser desmitologizado, es decir, eliminar del contenido objetivo de la fe todo lo que hasta la actualidad ha creído y enseñado la Iglesia católica.

En esta perspectiva, Jesucristo no es Dios, sino un puro hombre, su pretendida divinidad así como los milagros y el cumplimiento de las profecías es un invento de la Comunidad Postpascual.

El modernismo, a lo largo del siglo XX, se fue desarrollando no sólo en el seno del protestantismo, sino también en el catolicismo, por medio de un proceso paralelo y dentro de la misma mentalidad moderna recibida de la Ilustración.

El progresismo, el neo-modernismo en el catolicismo

Maritain en su libro titulado “el Campesino del Garona”, hace un análisis muy profundo y certero de la situación producida por el resurgir, hacia mediados del siglo XX, con mayor virulencia, si cabe, del Modernismo. Según le pensador francés, el modernismo es una apostasía inmanente.

Los modernistas, al menos desde el punto de vista externo, o de iglesia aparente, permanecieron dentro de la Iglesia e hicieron gala de buenas costumbres y de celo apostólico. Se caracterizaron por denunciar siempre el no haber sido bien comprendidos por el Magisterio estricto y conservador de San Pío X y con una constancia inusitada afirman que el tiempo les dará la razón y que la Iglesia jerárquica les acabará rehabilitando.

El progresismo en el Concilio Vaticano II

A mediados del siglo XX, con ocasión del Concilio Vaticano II, se desencadenó una eclosión del movimiento modernista, pero tuvieron el sumo cuidado de no mencionar el término de ninguna manera y de no aparecer como un grupo organizado dentro de la Iglesia.

Durante el desarrollo del Concilio, sobre todo, después también, fue presentada la postura del progresismo, por los medios de Comunicación, como la línea mayoritaria del Concilio y dando por supuesto que la doctrina del Concilio Vaticano II se identificaba con esa postura.

El Vaticano II fue presentado como una ruptura doctrinal con la Iglesia preconciliar, era el triunfo de la actitud modernista. Así, después del Vaticano II se decía que había que reformar todo dentro de la Iglesia. Había que adecuar la Iglesia al mundo moderno.

Se trataba de conciliar, por una parte, la Iglesia con el mundo moderno y, por otra, la fe con la cultura contemporánea. Había que desmitologizar, menos ritos, menos sacramentos y más compromiso con el mundo y la sociedad.

Caracteres del “neo-modernismo”

Según la postura progresista o neo-modernista, el contenido objetivo de la fe de nuestros antepasados, es mito. De esta forma descalifican y rechazan la verdad, objetividad del contenido de la y realidad histórica de los acontecimientos narrados en la Sagrada Escritura.

Entre otras, se niegan las siguientes verdades de fe y doctrinas reveladas:

Ø El Pecado original
Ø El Evangelio de la infancia
Ø La Concepción Virginal de la Virgen
Ø La Encarnación
Ø La Resurrección de Cristo
Ø Los sacramentos, sobre todo la Eucaristía
Ø La institución de la Iglesia
Ø La infalibilidad del Papa
Ø La Resurrección de Jesucristo
Ø La Resurrección de los cuerpos,
Ø La creación.
Ø En general cualquier dogma de fe.
Además, califican de invención escolástica los conceptos teológicos de distinción entre naturaleza - gracia y el de transustanciación, imprescindibles para explicar los misterios de la elevación del hombre al orden sobrenatural por medio de la vida de la gracia, el verdadero significado de los sacramentos y el misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

Además, de otros dogmas de fe como la existencia real del infierno, la Encarnación redentora de la segunda persona de la Trinidad y de la Trinidad misma, ni siquiera hablan y cuando lo hacen es mejor que no lo hagan ya que desvirtúan totalmente lo que la Revelación nos dice y la Iglesia ha enseñado sobre ellos.

Del misterio de la redención dicen que se trata de algo simbólico.

Como consecuencia del neo-modernismo, se ha dejado de creer en la verdad. Todo es relativo. Este es el único principio absoluto. Se produce la división ciencia-mito de Compte: la ciencia del lado de la razón y el mito del lado del sentimiento, lo cual está muy de acuerdo con lo que San Pío X enseña acerca del modernismo cuando habla del filósofo modernista y del creyente modernista en la Encíclica Pascendi.

Plan del curso

En este curso, se va a examinar la enseñanza del Magisterio de la Iglesia en relación con el Modernismo de la época de San Pío X para poder comprender mejor cuál es el carácter del Neo-modernismo, su perversidad y sus sutiles tácticas.

Los Documentos Pontificios que definen, delimitan, condenan y ponen remedio al modernismo dentro de la Iglesia son: En primer lugar, la Encíclica “Pascendi dominici gregis”, el documento principal, es una Encíclica que puede ser calificada de singular porque, en ningún documento pontificio como en éste se examina un sistema doctrinal de forma tan detallada en sus principios, en su desarrollo y en sus consecuencias. En segundo lugar, el Decreto “Lamentabili sane exitu”, especie de Syllabus sobre el Modernismo, en el que se hace especial hincapié en los errores dogmáticos relativos al valor del Magisterio de la Iglesia, el carácter sobrenatural de la revelación divina y la divinidad de Jesucristo, entre otros. El tercero, el “juramento anti-modernista”, en el que se ponen en práctica pastoralmente las medidas propuestas por san Pío X para combatir la herejía modernitas y, para que todos los sacerdotes, profesores de seminarios y obispos sepan con claridad la gravedad del mal del modernismo. Después del Concilio Vaticano II fue sustituido por una profesión de fe en la que se exige que todo aquél que tenga algún cargo en la Iglesia profese la fe de la Iglesia por medio del símbolo niceno-constantinopolitano y su sintonía con las verdades enseñadas por el Magisterio de la Iglesia.

El curso se divide en cuatro partes:

Em la primera parte, en la que se expone el significado del “espíritu del modernismo”, considerado como una actitud del hombre ante Dios que abarca todos los ámbitos de su existencia. Una segunda parte, en la que se señalan algunos puntos claves de autores hegelianos de la escuela de Tubinga que fueron precursores o incluso modernistas y algunas enseñanzas sobre Jesucristo presentes en grupos protestantes modernistas, examinados por otros protestantes. Una tercera parte, en la que se expone esquemáticamente la Encíclica “Pascendi Dominici gregis”, explicando los puntos principales del análisis del Papa y una cuarta parte, dedicada a comentar sistemáticamente algunas de las doctrinas condenadas en el Decreto “Lamentabili sane exitu”, sobre todo en lo referente a la revelación divina.