lunes, 28 de abril de 2008

"El liberalismo es pecado". Sardá y Salvany

"El liberalismo es pecado" [1]

Una obra clásica, si bien olvidada, imprescindible para conocer realmente en qué consiste el liberalismo y el peligro que representa para el bien de los hombres en orden a la salvación, es “el liberalismo es pecado” escrito a finales del siglo XIX por el presbítero catalán Sardá y Salvany.

Se transcriben algunos pasajes en los que se pone de manifiesto el verdadero sentido, el alcance, la finalidad y la implantación del liberalismo en la sociedad contemporánea.

Con ser una obra del siglo XIX no ha perdido su actualidad, se puede decir más bien que es de rabiosa actualidad y que su olvido, o desprecio conlleva enormes peligros para el bien espiritual de los hombres.

La tesis sustentada es la del título de la obra, a saber, que el liberalismo es pecado. Se da una definición exacta y precisa de liberalismo, se aclara la clase de pecado que es, así como la especial gravedad de dicho pecado, con precisión se explican los diversos grados de liberalismo, se le dedica un apartado especial al catolicismo liberal, a su esencia intrínseca, al syllabus, acto del magisterio de la Iglesia, que contiene el catálogo de errores sobre el racionalismo y liberalismo mejor confeccionado, sacados fundamentalmente de las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia de los Papas del siglo XIX.
¿Qué es el liberalismo? [2]

“En el orden de las ideas, son principios del liberalismo: La absoluta soberanía del individuo con entera independencia de Dios y de su autoridad; soberanía de la sociedad con absoluta independencia de lo que no nazca de ella misma; soberanía nacional, es decir, el derecho del pueblo para legislar y gobernar con absoluta independencia de todo criterio que no sea el de su propia voluntad, expresada por el sufragio primero y por la mayoría parlamentaria después; libertad de pensamiento sin limitación alguna en política, en moral o religión; libertad de imprenta (...) libertad de asociación (...).

El fondo común de esos principios es el racionalismo individual, el racionalismo político, y el racionalismo social. Derívanse de ellos la libertad de cultos más o menos restringida; la supremacía del Estado en sus relaciones con la Iglesia; la enseñanza laica o independiente sin ningún lazo con la Religión; el matrimonio legalizado y sancionado por la intervención única del Estado (...), la secularización, es decir, la no intervención de la Religión en acto alguno de la vida pública, verdadero ateísmo social, que es la última consecuencia del liberalismo.

En el orden de los hechos (...), las leyes de desamortización, la expulsión de las Ordenes religiosas; los atentados de todo género, oficiales y extraoficiales, contra la libertad de la iglesia; la corrupción y el error públicamente autorizados en al tribuna, en la prensa (...), la guerra sistemática al catolicismo.”

Si es pecado el liberalismo y qué pecado es [3]

El autor distingue dos órdenes en los que se puede considerar el pecado del liberalismo: el de la doctrina y el de los hechos.

“En el orden de las doctrinas, es pecado grave contra la fe. Es herejía. Niega todos los dogmas en general cuando afirma o supone la independencia absoluta de la razón individual en el individuo y de la razón social, o criterio público en la sociedad. Niega la jurisdicción de Jesucristo sobre los individuos y las sociedades (...). Niega la necesidad de la divina revelación, y la obligación que tiene el hombre de admitirla, si quiere alcanzar su fin último. Niega le motivo formal de la fe, esto es la autoridad de Dios que revela (...). Niega el magisterio infalible de la Iglesia y del Papa (...), niega cada uno de los dogmas (...). Así niega la fe en el Bautismo cuando admite o supone la igualdad de todos los cultos; niega la santidad del matrimonio (...), niega la infalibilidad del Papa (…).

En el orden de los hechos, es pecado contra los diversos Mandamientos de la ley de Dios y de su Iglesia, porque de todos es infracción. Destruye el principio o regla fundamental de toda moralidad, que es la razón eterna de Dios imponiéndose a la humana; canoniza el absurdo principio de la moral independiente, que es en el fondo la moral sin ley, o lo que es lo mismo la moral libre, o sea una moral que no es moral”.


Especial gravedad del pecado del liberalismo[4]

El autor examina la noción y sobre todo la diferente gravedad de los pecados para poner de manifiesto la malicia del pecado de liberalismo.

“Enseña la teología católica, escribe el autor, que no todos los pecados graves son igualmente graves (...) Hay grados en el pecado, aún dentro de la categoría de pecado mortal, como hay grados en la obra buena y ajustada a la ley de Dios.

Así, el pecado directo contra Dios, como la blasfemia, es pecado mortal más grave de sí que el pecado directo contra el hombre como el robo. Ahora bien, a excepción del odio formal contra Dios y la desesperación absoluta (...), los pecados más graves de todos son los pecados contra la fe (...). La fe es el fundamento de todo el orden sobrenatural; el pecado es pecado en cuanto ataca cualquiera de los puntos de este orden sobrenatural (...).

San Agustín, citado por Santo Tomás, hablando del pecado contra la fe, dice con fórmula incontestable: Hoc es peccatum quo tenentur cuncta peccata. Y el mismo ángel de las escuelas (...) "Tanto, dice, es más grave un pecado, cuanto por él se separa más el hombre de Dios. Por el pecado contra la fe se separa lo más que puede de El, pues se priva de su verdadero conocimiento; por donde, concluye el santo Doctor, el pecado contra la fe es el mayor que se conoce” (...).

Entonces, el pecado contra la fe, de suyo gravísimo, adquiere una gravedad mayor, que constituye lo que se llama herejía. Incluye toda la malicia de la infidelidad, más la protesta expresa contra una enseñanza de la fe, o la adhesión expresa a una enseñanza que por falsa y errónea es condenada por la misma fe (...), las doctrinas heréticas constituyen el pecado mayor de todos, a excepción de los arriba citados (...).

El Liberalismo que es herejía, y las obras liberales, que son obras heréticas, son el pecado máximo que se conoce en el código de la ley cristiana (...), ser liberal es más pecado que ser ladrón, adúltero u homicida, o cualquier otra cosa de las que prohíbe la ley de Dios y castiga su justicia infinita (...).

La herejía y las obras heréticas son los peores pecados de todos; y por tanto el Liberalismo y los actos liberales son, ex genere suo, el mal sobre todo mal”.

Diferentes grados de liberalismo[5]

El autor, en este capítulo, examina el liberalismo en sí mismo en cuanto a lo que supone en cuanto tal, es decir, como sistema de pensamiento, secta organizada y partido político.

La actualidad de la doctrina, que expone Sardá y Salvany, se pone de manifiesto con el punto clave de la relación del hombre con Dios y las normas de conducta que deben regir no solo la vida privada, sino también la vida pública. Se trata de un postulado fundamental por el que el liberalismo propugna la autonomía del hombre respecto de Dios y su independencia. El Concilio Vaticano II, en la Constitución Gaudium et Spes [6], lo formula diciendo que si por autonomía del orden temporal se entiende que el hombre puede prescindir de Dios no hay mayor mal ya que la criatura sin el creador se diluye.

En cualquier caso, como todas las herejías, por ejemplo, las trinitarias, hay arrianismo y el semiarrianismo, o en el caso de las herejías sobre la gracia santificante, están el pelagianismo y el semipelagianismo. Algo parecido sucede con el liberalismo que hay una postura aparentemente no tan radical que se llamó semiliberalismo y todavía hay otro grado que es el de los católicos que quisieron hacer compatible el catolicismo con el liberalismo que se le dio el nombre de catolicismo liberal.

El autor dice:

“El Liberalismo

a) como sistema de doctrina puede apellidarse: escuela

b) como organización de adeptos para propagarlas: secta

c) como agrupación de hombres en la esfera del derecho público: partido”

Ante todo conviene hacer notar que el Liberalismo es uno, es decir, constituye un organismo de errores perfecta y lógicamente encadenados, motivo por el cual se llama: sistema

Partiendo en él del principio fundamental de que el hombre y la sociedad son perfectamente autónomos o libres con absoluta independencia de todo otro criterio natural o sobrenatural o sobrenatural que no sea el suyo propio, síguese por una perfecta ilación de consecuencia todo lo que en nombre de él proclama la demagogia más avanzada.

La Revolución nada tiene de grande sino su inflexible lógica. Hasta los actos más despóticos, que ejecuta en nombre de la libertad, y que a primera vista tachamos todos de monstruosas inconsecuencias, obedecen a una lógica altísima y superior. Porque reconociendo la sociedad por única ley social el criterio de los más, sin otra norma o regulador, ¿cómo se puede negar perfecto derecho al Estado para cometer cualquier atropello contra la Iglesia siempre y cuando, según aquel su único criterio social, sea conveniente cometerlo? (...)

Los hombres no son lógicos siempre, y esto produce dentro de aquella unidad la más asombrosa variedad o gradación de tintas (...) liberales completos se encuentra relativamente pocos, gracias a Dios, lo cual no obsta para que los más (...) sean verdaderos liberales, verdaderos discípulos o partidarios o sectarios del Liberalismo, según se considere escuela, secta o partido (...)

Hay liberales que aceptan los principios, pero rehuyen las consecuencias, a lo menos las más crudas y extremadas. Otros, aceptan alguna que otra consecuencia o aplicación que les halaga, pero haciéndose los escrupulosos en aceptar radicalmente los principios.

Quisieran unos el Liberalismo aplicado tan sólo a la enseñanza; otros a la economía civil; otros tan solo a las formas políticas. Sólo los más avanzados predican su natural aplicación a todo y para todo (...)

Los que mojigatamente bautizaron en Cádiz su Liberalismo con la invocación a la Santísima Trinidad, como los que en estos últimos tiempos le han puesto por emblema ¡Guerra a Dios! están dentro de tal escala liberal, y la prueba es que todos aceptan, y en caso apurado invocan este común denominador (...) ¿De qué depende esta mayor o menor acentuación? (...)

El Liberalismo es uno solo; pero los liberales los hay, como sucede con el mal vino, de diferente color y sabor”.

Del catolicismo liberal [7]

El presbítero catalán muestra que este error surgió al intentar conciliar lo irreconciliable, es decir, el catolicismo y el liberalismo. En este apartado pone de manifiesto que no es posible conciliar la doctrina que propugna la independencia absoluta de la razón que propugna el liberalismo con la total sujeción de la razón individual y social a la ley de Dios que enseña el catolicismo.

(...) “Nació este funesto error de un deseo exagerado de poner conciliación y paz entre doctrinas que forzosamente y por su propia esencia son inconciliables enemigas.

El Liberalismo es el dogma de la independencia absoluta de la razón individual y social; El Catolicismo es el dogma de la sujeción absoluta de la razón individual y social de la ley de Dios.

¿Cómo conciliar el sí y el no de tan opuestas doctrinas? A los fundadores del Liberalismo católico... Dijeron: "El Estado como tal Estado no debe tener Religión o debe tenerla solamente hasta cierto punto que no moleste a los demás que no quieran tenerla. Así pues, el ciudadano particular debe sujetarse a la revelación de Jesucristo; pero el hombre público puede portarse como tal de la misma manera que si para él no existiese dicha revelación.

La fórmula célebre: La Iglesia libre en el Estado libre para cuya propagación y defensa de juramentaron en Francia varios católicos insignes, y entre ellos un ilustre Prelado; la tomó Cavour para hacerla bandera de la revolución italiana contra el poder temporal de la Santa Sede; fórmula de la cual, a pesar de su evidente fracaso, no nos consta que ninguno de sus autores se haya retractado aún (…).

La distinción del hombre en particular y en ciudadano, obligándole a ser cristiano en el primer concepto, y permitiéndole ser ateo en el segundo, cayó inmediatamente por el suelo (...) el Syllabus (...) acabó de hundirla sin remisión”.

La esencia o intrínseca razón del catolicismo liberal [8]

El catolicismo liberal se funda en un erróneo concepto del acto de fe. En lugar de fundar el acto de fe en la autoridad de Dios, se basa en la libre apreciación del hombre. Leemos en la obra del presbítero catalán:

“La íntima esencia del Liberalismo católico o del Catolicismo Liberal, consiste probablemente tan solo en un falso concepto del acto de fe…. Hacen estribar todo el motivo de su fe, no en la autoridad de Dios infinitamente veraz e infalible, que se ha dignado revelarnos el camino único que nos ha de conducir a la bienaventuranza sobrenatural, sino en la libre apreciación de su juicio individual que le dicta al hombre ser mejor esta creencia que otra cualquiera.

No quieren reconocer el magisterio de la Iglesia, como único autorizado por Dios para proponer a los fieles la doctrina revelada y determinar su sentido genuino, sino que, haciéndose ellos jueces de la doctrina, admiten de ella lo que bien les parece, reservándose el derecho de creer la contraria, siempre que aparentes razones parezcan probarles ser hoy falso lo que ayer creyeron como verdadero, (lo cual es contrario a la doctrina enseñada en el Vaticano I en la constitución dogmática De fide) (...)

Se llaman católicos porque creen firmemente que el Catolicismo es la única verdadera revelación del Hijo de Dios; pero se llaman católicos liberales, porque juzgan que esta creencia suya no les debe ser impuesta a ellos ni a nadie por otro motivo superior que el de su libre apreciación.

El diablo les ha sustituido arteramente el principio sobrenatural de la fe por el naturalista del libre examen... no tiene verdadera fe, sino simple humana convicción, lo cual es esencialmente distinto. Síguese de ahí que juzgan su inteligencia libre de creer o no creer, y juzgan asimismo libre la de todos los demás. En la incredulidad, pues, no ven un vicio, o enfermedad, o ceguera voluntaria del entendimiento, y más aun del corazón, sino un acto lícito de la jurisdicción interna de cada uno...de ahí su horror a las legislaciones civiles francamente católicas (...)

Siendo esencialmente naturalista el concepto primario de la fe, síguese de eso que ha de ser naturalista todo el desarrollo de ella en el individuo y en la sociedad. De ahí el apreciar primaria, y a veces casi exclusivamente, a la Iglesia por las ventajas de cultura y civilización que proporciona a los pueblos; olvidando y casi nunca citando para nada su fin primario sobrenatural, que es la glorificación de Dios y salvación de las almas (...)

Este criterio es el que dirige la pluma de la mayor parte de los periódicos liberales, que se lamentan la demolición de un templo, sólo saben hacerse notar en eso la profanación del arte; si abogan por las Ordenes religiosas, no hacen más que ponderar las beneficios que prestaron a las letras (...)

No es catolicismo, el Catolicismo liberal, es mero Naturalismo, es Racionalismo puro; es Paganismo con lenguaje y formas católicas, si se nos permite la expresión”.

El "semi-liberalismo" [9]

En este capítulo, Sardá y Salvany hace una comparación histórica entre el liberalismo y otras herejías del pasado. Considera que hay una constante en toda herejía que es la de dar origen y convivir con un error basado en los mismos principios pero formulados de forma más mitigada y menos densa. En el caso del liberalismo, cuya herejía mitigada semi-liberalismo, la hace coincidir con el catolicismo liberal, al que califica de medio sutil e ingenioso del diablo para mantener sometidos a muchos que le habrían aborrecido.

“Pasemos a examinar lo que podríamos llamar su razón extrínseca o histórica, o material (...). El error en la sociedad es como una fea mancha en una tela de primoroso tejido. Se le ve claramente, pero cuesta precisar sus límites; son vagas sus fronteras, como los crepúsculos que separan el día que muere de la noche (...)

Así todo error claramente formulado en la sociedad cristiana tuvo en torno de sí otro, como atmósfera del mismo error, pero menos denso y más tenue y mitigado. El Arrianismo tuvo su Semi-Arrianismo; el Pelagianismo su Semi-Pelaginismo; el Luteranismo feroz su Jansenismo, que no fue más que un Luteranismo moderado. Así, en la época presente, el Liberalismo radical tiene en torno de sí su correspondiente Semi-Liberalismo, que otra cosa no es la secta Católico-Liberal que estamos aquí examinando. Es lo que llamó el Syllabus un racionalismo moderado; es el Liberalismo sin la franca crudeza de sus primeros principios al descubierto, y sin el horror de sus últimas consecuencias. Es el Liberalismo, triste crepúsculo de la verdad que empieza a oscurecerse en el entendimiento, o de la herejía que no ha llegado aún a tomar completa posesión de él (...)

Es el medio sutil o ingeniosísimo, que encontró siempre el diablo para retener por suyos a muchos que de otra manera hubieran aborrecido de veras, de haber conocido, su maquinación infernal. Este medio satánico es permitir que los tales tengan todavía un pie en el terreno de la verdad, a condición de que el otro pie lo tengan ya completamente en el campo opuesto. Así evitan el saludable horror del remordimiento los todavía no encallecidos de conciencia; así, además, se libran de los compromisos que trae siempre toda resolución decisiva los espíritus apocados y vacilantes, que son los más; así logran los aprovechados figurar, según les conviene, un rato en cada campo, haciendo por aparecer en ambos como amigos y afiliados; así, puede, finalmente, el hombre dar como un paliativo oficial y reconocido a la mayor parte de sus miserias, debilidades e inconsecuencias”.

La condena del liberalismo por la Iglesia

Sardá y Salvany se pregunta si el liberalismo de todo matiz y carácter, ¿ha sido formalmente condenado por la iglesia?. A lo que responde rotundamente que sí. Después, tras una breve recesión histórica del inicio de liberalismo, su expansión por Europa y su llegada a España, repasa los actos de magisterio que lo condenaron. Comienza por Gregorio XVI que condenó el liberalismo que propugnó Lammenais, después Pío IX del que explica diversos actos magisteriales en los que condenó el liberalismo y los principios en los que se funda[10].

“El liberalismo de todo matiz y carácter, ¿ha sido formalmente condenado por la iglesia?[11] Sí, el Liberalismo en todos sus grados y aspectos ha sido formalmente condenado. Así que, además de las razones de malicia intrínseca que le hacen malo y criminal, tiene para todo católico la suprema y definitiva declaración de la Iglesia, que como tal le ha juzgado y anatematizado (...)

Ya al parecer en Francia, en su primera Revolución, la famosa Declaración de los derechos del hombre, en que estaban contenidos en germen todos los desatinos del moderno Liberalismo, fue condenada por el Papa Pío VI.

Más tarde, ampliada esta doctrina funesta, y aceptada por casi todos los Gobiernos de Europa, aún por los propios soberanos, que es una de las más horribles ceguedades que ofrece la historia de las monarquías, tomó en España el nombre con que en todas partes se le conoce hoy de Liberalismo.

Dierónse las terribles contiendas entre realistas y constitucionales, que mutuamente se designaron luego con los apodos de serviles y liberales. De España se extendió a toda Europa esta denominación (...) en lo más recio de la lucha, con ocasión de los primeros errores de Lamennais, publicó Gregorio XVI su Encíclica Mirari Vos, condenación explícita del Liberalismo, cual en aquella ocasión se entendía y predicaba y practicaba por los Gobiernos constitucionales (...)

El pontificado de Pío IX, el cual con toda razón pasará a la historia con el dictado de azote del Liberalismo. El error liberal en todas sus fases y matices ha sido desenmascarado por este Papa (...). Después de él no le queda ya a este error subterfugio alguno a que acogerse. Los repetidos Breves y Alocuciones de Pío IX lo han mostrado al pueblo cristiano tal cual es, y el Syllabus acabó de poner a su condenación el último sello (...)”

El 18 de junio de 1871, al contestar Pío IX a una Comisión de católicos franceses, les habló así: "El ateísmo en las leyes, la indiferencia en materia de Religión y esas máximas perniciosas llamadas católico-liberales, éstas son, verdaderamente, la causa de la ruina de los Estados, éstas lo han sido de la perdición de Francia. Creedme, el daño que os anuncio es más terrible que la Revolución, y más aún que la Comune. Siempre he condenado el Liberalismo católico, y volveré cuarenta veces a condenarlo, si es menester".

En el Breve de 6 de marzo de 1873 al Presidente y socios del Círculo de San Ambrosio de Milán, se expresa de esta suerte: "No faltan algunos que intentan poner alianza entre la luz y las tinieblas, y mancomunidades entre la justicia y la iniquidad a favor de las doctrinas llamadas católico-liberales, que basadas en perniciosísimos principios, se muestran halagüeñas para con las invasiones de la potestad secular en los negocios espirituales, e inclinan los mismos a estimar, o tolerar al menos, leyes inicuas, como si no estuviese escrito que nadie puede servir a dos señores. Los que tal hacen, de todo punto son más peligrosos y funestos que los enemigos declarados, no sólo en razón a que, sin que se les note y quizá también sin advertirlo ellos mismos, secundan las tentativas de los malos, sino también porque, encerrándose dentro de ciertos límites, se muestran con apariencias de probidad y sana doctrina para alucinar a los imprudentes amadores de conciliación y seducir a las gentes honradas que habrían combatido el error manifiesto".

En el Breve de 8 de mayo del mismo año, al Confederación de los Círculos católicos de Bélgica, dice: "Lo que sobre todo alabamos en esa vuestra religiosísima empresa, es la absoluta aversión que, según noticias, profesáis a los principios católico-liberales, y vuestro denodado intento de desarraigados de los mismos. Verdaderamente, al emplearos en combatir ese insidioso error tanto más peligroso que una enemistad declarada, cuanto más se encubre bajo el especioso velo del celo y caridad, y en procurar con ahínco apartar de él a las gentes sencillas, extirpéis una funesta raíz de discordias, y contribuiréis eficazmente a unir y fortalecer los ánimos (...)”

En Breve a La Croix, periódico de Bruselas, en 21 de mayo de 1874, dice lo siguiente: "No podemos menos de elogiar el intento expresado en vuestra carta, y al cual hemos sabido que satisface plenamente vuestro periódico, de publicar, divulgar, comentar e inculcar en los ánimos todo cuanto esta Santa Sede tiene enseñado contra las perversas o cuanto menos falsas doctrinas profesadas en tantas partes, y señaladamente contra el Liberalismo católico, empeñado en conciliar la luz con las tinieblas y la verdad con el error" (...)

Breve (...) dirigido al Obispo de Quimper, en 28 de julio de 1873 (...) refiriéndose el Papa a la Asamblea de las Asociaciones católicas, que se acababa de celebrar en aquella diócesis, dice: "Seguramente no se apartarán tales Asociaciones de la obediencia debida a la Iglesia ni por los escritos ni por los actos de los que con injuriosa e invectivas la persiguen; pero pudieran ponerla en la resbaladiza senda del error esas opiniones llamadas liberales, aceptas a muchos católicos, por otra parte hombres de bien y piadosos, los cuales por la influencia misma que les da su religión y piedad, pueden muy fácilmente captarse los ánimos e inducirlos a profesar máximas muy perniciosas (...)”

La más solemne condenación del liberalismo por medio del “syllabus" [12]

En este capítulo, el autor trae a la consideración el Syllabus del beato Pío IX. De ese catálogo de errores, destaca que si bien no se menciona más que una vez literalmente el término liberalismo, sin embargo se pone de manifiesto que la raíz de la mayoría de ellos se encuentra en el racionalismo y en el naturalismo que son las doctrinas de las que se alimenta el liberalismo.

“El Syllabus, del 8 de diciembre de 1864 (...), es un catálogo oficial de los principales errores contemporáneos, en forma de proposiciones concretas, tales como se encuentran en los autores más conocidos que los propalaron. En ellos se encuentran, pues, en detalle todos los que constituyen el dogmatismo Liberal. Aunque en una sola de sus proposiciones se nombra al Liberalismo, lo cierto es que la mayor parte de los errores allí sacados a la picota so errores liberales (...)”

o En las proposiciones XV, LXXVII y LXXVIII se condena la libertad de cultos.

o En la XX y la XXVII, el pase regio

o En la XXVI y XXVII la desamortización

o En la XXXIX la supremacía absoluta del Estado

o En la XLV, XLVII y XLVIII el laicismo en la enseñanza pública

o En la LV la separación de la Iglesia y el Estado

o En la LVI el absoluto derecho de legislar sin Dios

o En la LXII el principio de no intervención

o En la LXII el llamado derecho de insurrección

o En la LXXIII el matrimonio civil

o En la LXXIX la libertad de imprenta

o En la LX el sufragio universal como principio de autoridad

o En la LXXX el mismo nombre de Liberalismo

“Satanás, que es malvado pero no tonto, vio muy claro a dónde iba a parar derechamente el golpe tan certero, y le ha puesto a tan grandioso monumento el sello más autorizado de todos después de Dios: el de su profundo rencor. Creamos en esto al padre de la mentira; que lo que él aborrece y difama, lleva con esto sólo cierto seguro testimonio de ser la verdad.”

Las apariencias engañan: las formas de gobierno

En este capítulo, Sardá y Salvany, hace un análisis muy preciso del liberalismo, en el que muestra que la raíz doctrinal y filosófica es la que hace malo lo que el liberalismo intenta y no aspectos externos que, si bien han estado vinculados a su propagación, necesariamente no tienen por qué ser constitutivos del mismo. Es el caso de las formas de gobierno. En efecto, ya que en muchos lugares los liberales han adoptado la forma de gobierno de la república para implantar sus ideas mediante la revolución, algunos vinculan, sin más, a los defensores de esta forma de gobierno como si su defensa condujese necesariamente al liberalismo. El presbítero catalán por medio de ejemplos muestra lo falso de este planteamiento. De ahí la importancia que tiene el tener los conceptos claros para no ser engañado con aparentes verdades.

Así titula uno de sus capítulos: “De algo que pareciendo liberalismo no lo es y de algo que lo es, aunque no lo parezca” [13]

“(...) El diablo, pues, en tiempos de cismas y herejías, lo primero que procuró fue que se barajasen y trastocasen los vocablos, medio seguro para traer desde luego mareadas y al retortero la mayor parte de las inteligencias.

Esto pasó con el Arrianismo, en términos que varios Obispos de gran santidad llegaron a suscribir en el Concilio de Milán una fórmula en que se condenaba al insigne Atanasio, martillo de aquella herejía. Y aparecerían en la historia como verdaderos fautores de ella si Eusebio mártir, legado pontificio, no hubiese acudido a tiempo a desenredar de tales lazos lo que el Breviario llama captivitam simplicitatem de alguno de aquellos candorosos ancianos. Lo mismo sucedió con el Pelagianismo; lo mismo con el Jansenismo tiempo atrás; lo mismo acontece hoy con el Liberalismo”.

o “Liberalismo son para unos las formas políticas de cierta clase;

o Liberalismo es para otros cierto espíritu de tolerancia y generosidad opuesto al despotismo y tiranía.

o Liberalismo es para otros la igualdad civil, salva la impunidad y fuero de la Iglesia

o Liberalismo es, para muchos una cosa vaga e incierta, que pudiera traducirse sencillamente (...).”

“¿Qué es el Liberalismo? ¿Qué no es?”

“En primer lugar, no son “ex se” Liberalismo las formas políticas de cualquier clase que sean, por democráticas o populares que se las suponga. Cada cosa es lo que es. Las formas de gobierno son formas de gobierno, y nada más.

Una república unitaria o federal, democrática, aristocrática o mixta; un Gobierno representativo o mixto, con más o menos atribuciones del poder Real, o con el máximum o mínimum de rey que se quiere entran en la mixtura; la monarquía absoluta o templada, hereditaria o electiva, nada de eso tiene que ver “ex se” con el Liberalismo. Tales gobiernos pueden ser perfecta e íntegramente católicos. Como acepten sobre su propia soberanía la de Dios y reconozcan haberla recibido de El, y se sujeten en su ejercicio al criterio inviolable de la ley cristiana, y den por indiscutible en sus Parlamentos todo lo definido, y reconozcan como base del derecho público la supremacía moral de la Iglesia y el absoluto derecho suyo en todo lo que es de su competencia (...). Ahí está la aristocracia de Venecia; ahí la mercantil Génova y ciertos cantones suizos.

Como ejemplos de monarquías mixtas muy católicas podemos citar nuestra gloriosísima Cataluña y Aragón, la más democrática y a la vez la más católica del mundo en los siglos medios; la antigua Castilla hasta la casa de Austria; la electiva de Polonia hasta la inicua desmembración de este religiosísimo reino. Es una preocupación creer que las monarquías han de ser “ex se” más religiosas que las repúblicas. Precisamente los más escandalosos ejemplos de persecución al Catolicismo los han dado en los tiempos modernos monarquías como de Rusia y la de Prusia.

Un Gobierno, de cualquier forma que sea, es católico si basa su Constitución en principios católicos; es liberal si basa su Constitución, su legislación y su política en principios racionalistas (...)

De consiguiente, tampoco tiene que ver el ser liberal o no serlo, con el horror natural que todo hombre debe profesar a la arbitrariedad y tiranía, con el deseo de la igualdad civil entre todos los ciudadanos, salva la eclesiástica inmunidad, y mucho menos con el espíritu de tolerancia y generosidad, que - en su verdadera acepción - no son sino virtudes cristianas (...) He ahí algo que pareciendo Liberalismo, no lo es de manera alguna.

Hay, en cambio, alguna cosa que, no pareciéndose al Liberalismo, efectivamente lo es. Suponed una monarquía absoluta, como la de Rusia, como la de Turquía, si os parece mejor; o suponed un Gobierno de los llamados Conservadores de hoy, el más conservador que os sea dable imaginar, y suponed que tal monarquía absoluta o tal Gobierno conservador tenga establecida su Constitución y basada su legislación, no sobre principios de derecho católico, no sobre la indiscutibilidad de la fe, no sobre la rigurosa observancia del respeto a los derechos de la Iglesia, sino sobre el principio, o de la voluntad libre de un rey, o de la voluntad de la mayoría conservadora (...) Tal monarquía y gobierno conservador son perfectamente liberales y anticatólicos (...)

Que tenga o no tenga, por sus miras, aherrojada la prensa, que azote por cualquier nonada al país, que rija con vara de hierro a sus vasallos, podrá no ser libre aquel mísero país, pero será perfectamente liberal. Tales fueron los antiguos imperios asiáticos; tales varias modernas monarquías; tal el imperio alemán de hoy, como lo sueña Bismarck; tal la actual monarquía española, cuya Constitución declara inviolable al monarca, pero no declara inviolable a Dios. Y he aquí algo que pareciendo no ser Liberalismo, lo es sin embargo, y del más refinado y del más desastroso, por lo mismo que no tiene apariencia de tal”.

Aplicación práctica de la indiferencia sobre la forma de gobierno

Dedica un capítulo a explicar la diferencia entre la doctrina teórica sobre la compatibilidad y no vinculación de la forma de gobierno con la verdadera doctrina del origen del poder y con el reconocimiento en la leyes de la ley divina natural y su aplicación práctica en los diferentes lugares y tiempos. Titula el capítulo: “Notas y comentarios a la doctrina expuesta en el capitulo anterior”[14]

“Hemos dicho que no son “ex se” liberales las formas democráticas o populares, puras o mixtas, y creemos haberlo suficientemente probado. Sin embargo, esto que especulativamente hablando, o sea en abstracto, es verdad; no lo es tanto “in praxi”, o sea en orden de los hechos, al que principalmente debe andar siempre atento el católico. En efecto, a pesar de que, consideradas en sí mismas, no son liberales tales formas de gobierno; lo son en nuestro siglo, dado que la Revolución moderna, que no es otra cosa que el Liberalismo en acción, no nos la presenta más que basadas en sus erróneas doctrinas.

Así que muy cuerdamente el vulgo, que entiende poco de distingos, califica de Liberalismo todo lo que en nuestros días se le presenta como reforma democrática en el gobierno de las naciones; porque, aún cuando por la natural esencia de las ideas no lo sea, de hecho, lo es. Y por tanto discurrían con singular tino y acierto nuestros padres cuando rechazaban como contraria a su fe la forma constitucional o representativa, prefiriendo la monarquía pura que en los últimos siglos era el gobierno de España (...)

Erraban, pues, ideológicamente hablando, nuestros realistas, que identificaban la Religión con el antiguo régimen político, y reputaban impíos a los constitucionales; pero acertaban prácticamente hablando, porque lo que se les quería presentar como mera forma política indiferente, veían ellos, con el claro instinto de la fe, envuelta la idea liberal (...).

Tampoco es rigurosamente exacto que las formas políticas sean indiferentes, a la Religión, aunque ésta las acepte todas. El sano filósofo las estudia y analiza, y sin condenar alguna, no deja de manifestar preferencia por las que más a salvo dejan el principio de autoridad, que está basado principalmente en la unidad. Con lo cual dicho se está que la forma más perfecta de todas es la monarquía, que es la que más se asemeja al Gobierno de Dios y de la Iglesia. Así como la más imperfecta es la república por la inversa razón. La monarquía exige la virtud de un hombre solo, y la república exige la virtud de la mayoría de los ciudadanos. Es, pues, lógicamente hablando, más irrealizable el ideal republicano que el ideal monárquico (...)

Mas para el católico de nuestro siglo la mayor de todas las razones para prevenirle en contra de los gobiernos de forma popular, debe ser el afán constante con que en todas partes ha procurado implantarlos la Masonería (...).

Es pues indudable que un católico debe mirar como sospechoso todo lo que en este concepto le predica como más acomodado a sus miras la Revolución, y que, por tanto, todo lo que la Revolución acaricia y pregona con el nombre de Liberalismo, hará bien en mirarlo él como Liberalismo, aunque sólo de formas se trata; pues tales formas no son en este caso más que el envase o envoltura con que se quiere que admita en casa el contrabando de Satanás”.
Notas
[1] Sardá y Salvany. “El liberalismo es pecado”, obra escrita en el año 1884
[2] Op. Cit. Capítulo 2º
[3] Sardá y Salvany. “El liberalismo es pecado”, Capítulo 3º
[4] Op. Cit. Capítulo4º
[5] Sardá y Salvany. “El liberalismo es pecado”, Capítulo 5º
[6] La justa autonomía de la realidad terrena
36. Muchos de nuestros contemporáneos parecen temer que, por una excesivamente estrecha vinculación entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de la sociedad o de la ciencia.
Si por autonomía de la realidad se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. (…) Por ello, la investigación metódica en todos los campos del saber, si está realizada de una forma auténticamente científica y conforme a las normas morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en un mismo Dios.
Pero si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras. La criatura sin el Creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cual fuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en el lenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida.
[7] Sardá y Salvany. “El liberalismo es pecado”, Capítulo 6º
[8]Op.cit., Capítulo 7º
[9] Sardá y Salvany. “El liberalismo es pecado”, Capítulo 8º
[10] Aquí se podría completar la lista de actos magisteriales de los Papas mencionados, con los de los Papas que sucedieron a los que menciona Sardá y Salvany. Así como la maravillosa síntesis doctrinal de León XIII, y otros actos magisteriales posteriores, sin olvidar el Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica.
[11] Sardá y Salvany. “El liberalismo es pecado”, Capítulo 10º
[12] Sardá y Salvany. “El liberalismo es pecado”, Capítulo 11º
[13] Sardá y Salvany. “El liberalismo es pecado”, Capítulo 12
[14] Sardá y Salvany. “El liberalismo es pecado”, Capítulo 13º

Carta de Donoso y Cortés al Cardenal Fornari

Carta de Donoso y Cortés al Cardenal Fornari [1]

“(...) Entre los errores contemporáneos no hay ninguno que no se resuelva en una herejía; y entre las herejías contemporáneas no hay ninguna que no se resuelva en otra, condenada de antiguo por la Iglesia (...)

(…) Mi propósito hoy es considerarlos más bien por el lado de sus aplicaciones que por el de su naturaleza y origen; más bien por lo que tienen de político y social que por lo que tienen de puramente religioso; más bien por lo que tienen de vario que por lo que tienen de idéntico; más bien por lo que tienen de mudable que por lo que tienen de absoluto. (…)

Los errores contemporáneos son infinitos; pero todos ellos, si bien se mira, tiene su origen y van a morir en dos negaciones supremas: una, relativa a Dios y otra, relativa al hombre. La sociedad niega que Dios tenga cuidado de sus criaturas, del hombre, que sea concebido en pecado (...)y que no necesita de Dios. (...)”

Negaciones y afirmaciones relativas al hombre

“Supuesta la negación del pecado, se niegan, entre otras muchas, las siguientes:

o que la vida temporal sea una vida de expiación y que el mundo en que se pasa esta vida deba ser un valle de lágrimas;
o que la luz de la razón sea flaca y vacilante;
o que la voluntad del hombre esté enferma;
o que el placer nos haya sido dado en calidad de tentación, para que no nos libremos de su atractivo;
o que el dolor sea un bien, aceptado por un motivo sobrenatural, con una aceptación voluntaria;
o que el tiempo nos haya sido dado para nuestra santificación;
o que el hombre necesite ser santificado.

Supuestas estas negaciones, se afirman, entre otras muchas, las cosas siguientes:

o que la vida temporal nos ha sido dada para elevarnos por nuestros propios esfuerzos, y por medio de un progreso indefinido, a las más altas perfecciones, que el lugar en que esta vida se puede y debe ser radicalmente transformado por el hombre;
o que, siendo sana la razón del hombre, no hay verdad ninguna a que no pueda alcanzar; y que no es verdad aquella a que la razón no alcanza;
o que no hay otro mal sino aquel que la razón nos dice que es pecado, es decir, no hay otro mal ni otro pecado sino el mal y el pecado filosófico;
o que, siendo recta de suyo, no necesita ser rectificada la voluntad del hombre;
o que debemos huir del dolor y buscar el placer;
o que el tiempo nos ha sido dado para gozar del tiempo, y que el hombre es bueno y sano de suyo.

Estas negaciones y estas afirmaciones con respecto al hombre conducen a otras negaciones y a otras afirmaciones análogas con respecto a Dios”.

Negaciones y afirmaciones relativas a Dios

“En la suposición de que el hombre no ha caído, procede el negar, y se niega que el hombre haya sido restaurado. En la suposición de que el hombre no haya sido restaurado, procede negar, y se niega, el misterio de la Redención y el de la Encarnación, el dogma de la personalidad exterior del Verbo y el Verbo mismo.

Supuesta la integridad natural de la voluntad humana, por una parte, y no reconociendo, por otra, la existencia de otro mal y otro pecado sino del mal y del pecado filosófico, procede negar, y se niega, la acción santificadora de Dios sobre el hombre, y con ella el dogma de la personalidad del Espíritu Santo...

De aquí nace y aquí tiene su origen un vasto sistema de naturalismo, que es la contradicción radical, universal y absoluta de todas nuestras creencias. Los católicos creemos y profesamos que el hombre pecador está perpetuamente necesitado de socorro y que Dios le otorga ese socorro perpetuamente por medio de una asistencia sobrenatural (...).

Entre Dios y el hombre había un abismo insondable: el Hijo de Dios se hizo hombre, y juntas en El ambas naturalezas, el abismo fue colmado. Entre el Verbo divino, Dios y hombre al mismo tiempo, y el hombre pecador, había todavía una inmensa distancia; para acortar esta distancia inmensa, Dios puso entre su Hijo y su criatura a la Madre de su Hijo, a la Santísima Virgen, a la mujer sin pecado... puso entre la Virgen santísima y el hombre pecador a los santos pecadores....

Todo este vasto y espléndido sistema de sobre-naturalismo clave universal y universal explicación de las cosas humanas, está negado implícita o explícitamente por los que afirman la concepción inmaculada del hombre (...).

Si la luz de nuestra razón no ha sido oscurecida, esa luz es bastante, sin el auxilio de la fe, para descubrir la verdad”.

Soberanía de la razón

“Si la fe no es necesaria, la razón es soberana e independiente. Los progresos de la verdad dependen de los progresos de la razón; los progresos de la razón dependen de su ejercicio, su ejercicio consiste en la discusión, por eso la discusión es la verdadera ley fundamental de las sociedades modernas... En este principio tienen su origen la libertad de imprenta, la inviolabilidad de la tribuna y la soberanía real de las Asambleas deliberantes”.

Autonomía de la voluntad humana

“Si la voluntad del hombre no está enferma, le basta el atractivo del bien para seguir el bien sin el auxilio sobrenatural de la gracia; si el hombre no necesita de ese auxilio, tampoco necesita de los sacramentos que se lo dan ni de las oraciones que se lo procuran, si la oración no es necesaria es ociosa; si es ociosa, es ociosa e inútil la vida contemplativa; si la vida contemplativa es ociosa e inútil, lo son la mayor parte de las comunidades religiosas. Esto sirve para explicar por qué en dondequiera que han penetrado estas ideas han sido extinguidas aquellas comunidades. Si el hombre no necesita de los sacramentos, no necesita tampoco de quien se los administre. (…) De aquí el desprecio o la proscripción del sacerdocio, en donde esas ideas han echado raíces. El desprecio del sacerdocio se resuelve en todas partes en el desprecio de la Iglesia, y el desprecio de la Iglesia es igual al desprecio de Dios en todas partes. (...)”

La Iglesia no es necesaria

“Descartado así todo lo que es sobrenatural y convertida la religión en un vago deísmo, el hombre que no necesita de la Iglesia, escondida en su santuario, ni de Dios atado a su cielo (...) convierte sus ojos hacia la tierra y se consagra exclusivamente al culto de los intereses materiales. Esta es la época de los sistemas utilitarios, de las grandes expansiones del comercio, de las fiebres de la industria, de las insolencias de los ricos y de las impaciencias de los pobres. (...)”

Negado Dios, la tiranía es inevitable

“Consiste esto en que es imposible de toda imposibilidad impedir la invasión de las revoluciones y el advenimiento de las tiranías, cuyo advenimiento y cuya invasión son una misma cosa; como que ambas se resuelven en la dominación de la fuerza, cuando se ha relegado a la Iglesia en el santuario y a Dios en el cielo. (…)

El primer error es la soberanía de la razón humana

- “El primer error religioso, en estos últimos tiempos, fue el principio de la independencia y de la soberanía de la razón humana; a este error en el orden religioso corresponde en el político el que consiste en afirmar la soberanía de la inteligencia, por eso la soberanía de la inteligencia ha sido el fundamento universal del Derecho público en las sociedades combatidas por las primeras revoluciones. En él tiene su origen las Monarquías parlamentarias, con su censo electoral, su división de Poderes, su imprenta libre y su tribuna inviolable”.

El segundo error, negar la necesidad de la gracia

- “El segundo error es relativo a la voluntad, y consiste, por lo que hace al orden religioso, en afirmar que la voluntad recta de suyo, no necesita para inclinarse al bien del llamamiento ni del impulso de la gracia, a este error en el orden religioso corresponde en el político el que consiste en afirmar que, no habiendo voluntad que no sea recta, no debe haber ninguna que sea dirigida y que no sea directora. En este principio se funda el sufragio universal y en él tiene su origen el sistema republicano”.

El tercer error, la rectitud de la voluntad humana

- “El tercer error se refiere a los apetitos, y consiste en afirmar, por lo que hace al orden religioso, que, supuesta la inmaculada concepción del hombre, sus apetitos son excelentes; a este error en el orden religioso corresponde en el político el que consiste en afirmar que los Gobiernos todos deben ordenarse a un solo fin: a la satisfacción de todas las concupiscencias; en este principio están fundados todos los sistemas socialistas y demagógicos, que pugnan hoy por la dominación. (...)

De esta manera la perturbadora herejía, que consiste, por un lado, en negar el pecado original, y, por otro, en negar que el hombre esté necesitado de una dirección divina, conduce primero a la afirmación de la soberanía de la inteligencia y luego a la afirmación de la soberanía de la voluntad, y, por último, a la afirmación de la soberanía de las pasiones; es decir, a tres soberanía perturbadoras. (...)

Cuando se niega la existencia de Dios, se niega todo del Gobierno, hasta la existencia. (...) se propagan con espantable rapidez las ideas anárquicas de las escuelas socialistas.

(…) cuando la idea de la divinidad y la de la creación se confunden hasta el punto de afirmar que las cosas criadas son Dios, y que Dios es la universalidad de las cosas criadas, entonces el comunismo prevalece en las regiones políticas, como el panteísmo en las religiones; y Dios cansado de sufrir, entrega al hombre a la merced de abyectos y abominables tiranos.

Iglesia y Estado

“La teoría de la igualdad entre la Iglesia y el Estado da ocasión a los más templados regalistas para proclamar como de naturaleza laical lo que es de naturaleza mixta, y como de naturaleza mixta, lo que es de naturaleza eclesiástica, siéndoles forzoso acudir a estas usurpaciones para componer con ellas la dote o el patrimonio que el Estado aporta en esta sociedad igualitaria. (...)

(…) la teoría de la inferioridad de la Iglesia con respecto el Estado da ocasión a los regalistas ardientes para proclamar el principio de las Iglesias nacionales, el derecho de la potestad civil de revocar las concordias ajustadas con el Sumo Pontífice, de disponer por sí de los bienes de la Iglesia (...)

(…) la teoría que consiste en afirmar que la Iglesia nada tiene que ver con el Estado da ocasión a la escuela revolucionaria para proclamar la separación absoluta entre el Estado y la Iglesia; y, como consecuencia forzosa de esta separación, el principio de que la manutención del clero y la conservación del culto deben correr por cuenta exclusiva de los fieles.

(…) El error que consiste en afirmar que la Iglesia no sirve para nada, siendo la negación de la Iglesia misma, da por resultado la supresión violenta del orden sacerdotal por medio de un decreto que encuentra su sanción naturalmente en una persecución religiosa.

(…) se ve que estos errores no son sino la reproducción de los que vimos ya en otras esferas; como quiera que a las mismas afirmaciones y negaciones erróneas a que da lugar la coexistencia de la Iglesia y el Estado, da lugar, en el orden político, la coexistencia de la libertad individual y de la autoridad pública; en el orden moral, la coexistencia del libre albedrío y la gracia; en el intelectual, la coexistencia de la razón y la fe; en el histórico, la coexistencia de la Providencia divina y de la libertad humana; y en las más altas esferas de la especulación, con la coexistencia del orden natural y del sobrenatural, la coexistencia de dos mundos”.

Todos los errores se fundan en rechazar el orden divino

“(…) todos esos errores, en su variedad casi infinita, se resuelven en uno solo, el cual consiste en haber desconocido o falseado el orden jerárquico, inmutable de suyo, que Dios ha puesto en las cosas.

Este orden consiste en la superioridad jerárquica de todo lo que es sobrenatural sobre todo lo que es natural, y, por consiguiente, en la superioridad jerárquica de la fe sobre la razón, de la gracia sobre el libre albedrío, de la Providencia divina sobre la libertad humana y de la Iglesia sobre el Estado; y, para decirlo todo de una vez y en una sola frase, en la superioridad de Dios sobre el hombre.

El derecho reclamado por la fe de alumbrar a la razón y de guiarla no es una usurpación, es una prerrogativa conforme a su naturaleza excelente (...)

(…) la superioridad de la Iglesia sobre las sociedades civiles es una cosa conforme a la recta razón, la cual nos enseña que lo sobrenatural es sobre lo natural y lo divino sobre lo humano. (...)

De la restauración de estos principios eternos del orden religioso, del político y del social depende exclusivamente la salvación de las sociedades humanas. Estos principios, empero, no pueden ser restaurados sino por quien los conoce, y nadie los conoce sino la Iglesia católica. (...)

El principio de la libertad de enseñanza, considerado en sí mismo, y hecha abstracción de las circunstancias especiales en que ha sido proclamado, es un principio falso y de imposible aceptación por la Iglesia católica ... proclamar que la enseñanza debe ser libre no viene a ser otra cosa sino proclamar que no hay una verdad ya conocida que deba ser enseñada (…).

[1] Carta escrita el 19-06-1852