martes, 25 de noviembre de 2008

La Meditación de "las dos banderas"

La meditación de las dos banderas es de la “segunda semana”

Después de poner de manifiesto la gravedad de la actitud del modernismo, parece oportuno recordar la meditación de las dos banderas ya que en ella se encuentra una ayuda singular para orientar el alma del cristiano para no dejarse llevar de todo aquello que por un amor desordenado de uno mismo, conduce al desprecio de Dios.

San Ignacio, con esta meditación, descubre no sólo el programa y la táctica del demonio para hacer adeptos y, en contrapartida, la de Cristo, sino que alerta acerca de la naturaleza y el alcance que tiene la tentación. En la comprensión de lo que San Ignacio pone a la consideración del ejercitante con la meditación de las dos banderas y el conocimiento del desarrollo de la vida social humana y los derroteros por los que se mueve el mundo, se puede encontrar la explicación de por qué el modernismo hace tantos estragos y por qué en muchas ocasiones no se le hace el frente debido.


Esta meditación no contiene un desarrollo histórico de las dos ciudades o mundos. La meditación S. Ignacio la enmarca dentro de la “segunda semana” y ocupa un lugar central de la misma. Se dirige a que quien se disponga sinceramente, -ya purgados sus pecados, deseoso de no pecar en forma deliberada mortalmente y de venir en perfección en cualquier estado o vida que nuestro Señor le diese para elegir-, pueda discernir las intenciones de Satanás y de sus demonios, de las intenciones de Cristo. Para que, en la ordenación de su vida y en las elecciones que para esta ordenación tenga que realizar, no se desoriente.

San Ignacio sitúa esta meditación en aquel punto en que se supone que el ejercitante no va a ser tentado grosera y abiertamente con placeres patentes e inmediatos, sino con tentaciones mucho más sutiles, bajo la especie de bien. San Ignacio explica que a las personas que están en pecado mortal el demonio les propone “placeres aparentes”, que se muestran inmediatamente, atrayéndoles por conservarlos en sus vicios y en sus pecados.

Supuesto esto, se explica muy bien que S. Ignacio no hable, en esta meditación de las Dos banderas, de tentaciones de concupiscencia de la carne. No habla, pues, de desórdenes de la carne o del sexo. No habla de pecados a los que se refieren los vicios capitales de la gula y la lujuria. Aquí san Ignacio presenta el amor a las riquezas como la tentación inicial, la que las más de las veces utiliza el demonio. Esto es tanto más notable si se tiene en cuenta que en todo el contexto de los Ejercicios, y que en los múltiples bienes que san Ignacio propone para elegir debidamente, pone incluso oficios y beneficios eclesiásticos.

Esta tentación del amor a las riquezas es aquella con la que el demonio tentará a las personas que no desean pecar mortalmente y que además quieren venir a perfección. Las riquezas pueden ser de muchas clases como oficios eclesiásticos, beneficios eclesiásticos, doctorarse, incluso por obediencia, buscar un nombramiento para un puesto de responsabilidad, mejorar el "estatus" social, ser bien acogido.

San Ignacio supone que el ejercitante tiene que ordenar su vida con una pureza de intención que le permita discernir los engaños del mal, de manera que no le suceda que creyendo servir a Dios se complazca en ellos de tal forma que le aparte del servicio divino. Por esto explica cómo Satanás, en aquel gran campo de Babilonia, entendida en sentido moral espiritual, se sitúa “como en una grande cátedra de fuego y humo, en figura espantosa”. Desde allí hace un llamamiento a innumerables demonios para que tienten a los hombres sin dejar provincias, lugares, estados, oficios, ni personas. San Ignacio considera que el sermón que hace Satanás a los demonios que envía a todas las gentes para que echen redes y cadenas, tentando primero de codicia de riquezas, es “para que más fácilmente vengan a vano honor del mundo y después a crecida soberbia”. De manera que el primer escalón será de riquezas, el segundo de honor, el tercero de soberbia, y por estos tres escalones induzca a todos los otros vicios.

Concupiscencia de los ojos

La tentación del Diablo al ejercitante de segunda semana no es la puesta en la concupiscencia de la carne –gula o lujuria-, sino en aquellos apetitos desordenados que santo Tomás, analizando un texto de san Juan, llama concupiscencia oculorum (concupiscencia de los ojos). Santo Tomás la define como aquellas cosas que se desean no inmediatamente, sino a través de sus imágenes o sus conceptos. Por ejemplo, se desea de una manera distinta el adorno del vestido, o el dinero a como se desea la comida o el sexo.

Notemos que, en las mismas cosas en que se desordena viciosamente el hombre por la gula y la lujuria, hay vicios que inclinan a estos desórdenes mediatamente. En el comer, fuera del vicio de la gula, puede haber una especie de riqueza que es comer con sibaritismo, en la lujuria, además del vicio en sí, puede haber complacencia en el deseo de seducir o donjuanismo. En ambos casos, se supone algo de lo que envanecerse ante los demás hombres. Riqueza, no consiste en bienes materiales o dinero solamente, se refiere también a cargos, p.e. a una canonjía. La riqueza puede ser el prestigio cultural, la belleza artística, incluso la posesión de objetos de arte. Cualesquiera cualidades que nos enriquezcan, nos hagan destacar y que nos puedan envanecer en gloria mundana buscando la gloria de los hombres el ejercitante debe tener en cuenta como riqueza de cuya codicia puede ser tentado.

En todo caso, el proceso seguido por el tentador es: Codicia de Riquezas - Vano Honor del mundo – Crescida Soberbia. A la soberbia se llega a través del honor y las riquezas.

En esta contemplación, que está pensada para vigilar las tentaciones bajo apariencia de bien de las personas que quieren ordenar su vida puramente al servicio divino, se contiene la descripción del sermón de Satanás en el campo de Babilonia.
Preámbulo para considerar estados

La meditación de las dos banderas, acompañada de otra meditación de tres binarios de hombres, y la consideración de tres maneras de humildad, viene precedida en el libro de ejercicios por un llamado preámbulo para considerar estados.

La meditación de las dos banderas la presente en el cuarto día de la segunda semana. En el tercer día, San Ignacio ha propuesto dos contemplaciones de la Vida de Cristo que a diferencia de otras no pueden ser removidas sin romper el sentido de los Ejercicios - La vida de Jesús obediente a sus padres en Nazaret; y después la estancia de Jesús en el templo entre los doctores para servir a su Padre celestial.

Texto del preámbulo

Ya considerado el ejemplo de Cristo N.S. nos ha dado para el primer estado, que es en custodia de los mandamientos, siendo él obediente a sus padres, y asimismo el ejemplo para el segundo, que es de perfección evangélica, cuando quedó en el templo, dejando a su padre adoptivo y a su madre natural, por vacar al puro servicio de su Padre eternal; juntamente contemplando su vida, comenzaremos a investigar por nosotros mismos y a su demandar o pedir que nos descubra en qué vida o estado de nosotros se quiere servir su divina majestad. Y así, para alguna introducción de ello, en el primer ejercicio siguiente veremos la intención de Cristo N.S., y por el contrario la del enemigo de natural humana (a dónde nos quiere llevar y por qué camino), y cómo nos debemos disponer para venir a perfección, en cualquier estado o vida, que Dios N.S., nos diere a elegir”.

La vocación a la perfección es universal, y la vocación a un estado determinado, sin embargo, es particular. La primera vocación tiene razón de fin, la vocación del estado de vida tiene razón de medio para el fin. Lucifer quiere borrar de nosotros la idea de perfección cristiana y, si consigue esto, poco le importa la elección de estado. Si borra la idea de perfección cristiana, prefiere que elijamos la vida sacerdotal, porque si consigue un mal sacerdote puede hacer más daño. El estado de perfección es el del cumplimiento de los mandamientos. Esta llamada universal a la santidad es la que ha enseñado, siguiendo la doctrina tradicional de la Iglesia, el Concilio Vaticano II. Esta llamada universal a la santidad lleva unida la vocación al apostolado que es inherente a la santidad cristiana.

La intención de la meditación de las dos banderas es ser un preámbulo para hacer bien la elección de estado. Lo que aquí se trata son cosas que en sí mismas son indiferentes, riquezas, honores, cosas que no sólo no son malas, en sí mismas, sino incluso buenas, a diferencia de la primera semana en la que se trata de cosas que son malas en sí mismas.

En la primera semana el demonio tienta bajo la razón de mal, ahora, en la segunda semana, va a tentar bajo especie de bien. Lo cual se ve comparando una regla para discernir espíritus de la primera semana con la cuarta, quinta y sexta de la segunda.

Primera Regla de la primera semana

"En las personas que van de pecado mortal en pecado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles placeres aparentes - cosas que les atraiga - haciendo imaginar delectaciones y placeres sensuales, por más los conservar y aumentar en sus vicios y pecados. En las cuales personas, el buen espíritu usa contrario modo punzándoles y remordiéndoles la conciencia por el sindéresis de la razón".

Cuarta regla de la segunda semana

"Propio es del Angel Malo, que se forma sub angelo lucis, entrar en el ánima devota y salir consigo; es a saber traer pensamientos buenos y santos, conforme a tal ánima justa, y después, poco a poco, procura de salirse trayendo a la ánima a sus engaños encubiertos y perversas intenciones"

Dice el P.Roothaan, “Esta regla, y la quinta, que le sigue, son de suma importancia para que no seamos engañados so capa de bien y apartados de lo bueno”.

San Ignacio se dirige en esta regla a las almas devotas al ejercitante lleno de fervor en el seguimiento de Jesucristo así dispuesto el enemigo no podrá atacarle de frente y presentándose en figura horrible y espantosa, sino que hará transfigurado, con apariencia de ángel bueno, presentando la tentación revestida con capa de bien.
Quinta regla de la segunda semana

"Debemos mucho advertir el discurso de los pensamientos, y si el principio, medio y fin es todo bueno, inclinado a todo bien, señal es de buen ángel; más si en el discurso de los pensamientos que trae acaba en alguna cosa mala o distractiva, o la enflaquea o inquieta, o conturba el ánimo, quitándola su paz, tranquilidad y quietud que antes tenía, clara señal en proceder de mal espíritu, enemigo de nuestro pasado y salud eterna".
Sexta regla de la segunda semana

"Cuando el enemigo de la natura humana fuere sentido y conocido de su cola serpentina y mal fin a que induce, aprovecha a la persona que fue de él tentada mirar luego en el discurso de los buenos pensamientos que le trujo, y el principio de ellos, y cómo poco a poco procuró hacerla descender de la suavidad y gozo espiritual en que estaba hasta traerla a su intención depravada, para que con la tal experiencia conocida y notada se guarde para adelante de sus acostumbrados engaños".

Texto de la Meditación de las Dos Banderas
Preámbulo

Meditación de las dos banderas: la una de Cristo, sumo capitán y señor nuestro; la otra de Lucifer, mortal enemigo de nuestra “humana natura”, los cuales llaman y quieren a todos bajo su bandera.

Comentario: Al leer este pasaje se puede comprobar que hay cosas estremecedoras en los santos, que escriben bajo la luz divina con una coherencia sobrenatural que sobreabunda sobre cuestiones de orden natural.

La gracia presupone, mantiene, sana y perfecciona la naturaleza humana, la humanidad sólo se puede perfeccionar aceptando la redención de Cristo. En cambio, siempre toda hostilidad a la obra redentora de Cristo consiste en considerar que minimiza al hombre y toda la astucia de Lucifer, que pretende ser el inspirador de las luces o de la ilustración, es suponer que la fe cristiana es oscura tenebrosa, ignorante y opresora del desarrollo de la humanidad.

Aquí San Ignacio con un carisma inspirado, sin conciencia apologética, le llama a Lucifer mortal enemigo de nuestra naturaleza humana. Es enemigo del hombre, de la naturaleza humana y por tanto de todo bien humano auténticamente bueno. De toda perfección humana, de todo progreso, de toda tarea cultural, de todo desarrollo, de toda plenitud, de toda realización de los hombres en su plenitud.

Mortal enemigo, Lucifer mata lo humano. Para disimularlo lo disfraza, engaña, por eso es llamado el padre de la mentira. Lo va a sugerir con expresividad Karol Wojtyla en unos ejercicios que dio a Pablo VI , a meter en el hombre la hostilidad y rebeldía contra el Don de la Promesa y de la Alianza, ante el Dios que promete, va a inducir a la humanidad la resistencia al don divino.

San Ignacio se vale de la comparación del alistamiento de tropas bajo la Bandera de un capitán o caudillo para una campaña, que no es otra aquí que la propuesta en el llamamiento del rey temporal, a saber, la lucha interior contra el amor carnal y mundano, para llegar a la humildad, y por ella a la perfección, con prontitud y diligencia en cumplir siempre lo más grato a Dios.
Intento

a) Aprender, según la vera doctrina de Cristo, cómo nos debemos disponer para venir a la perfección en cualquier estado de vida, a saber, por la suma pobreza espiritual y el deseo de oprobios y menosprecios, llegar a la humildad y de aquí pasar a las demás virtudes.

b) Conocer la intención de Cristo en las inspiraciones interiores

c) Corregir el juicio natural, que mira la humillación y pobreza como opuestos a nuestra excelencia y felicidad, con la persuasión de que en su amor y deseo está la vida verdadera del alma.
Historia

Cristo llama y quiere a todos debajo de su bandera, y Lucifer, al contrario, debajo de la suya.

Composición de lugar

Ver un gran campo de toda aquella región de Hierusalen, a donde el sumo capitán general de ellos es Cristo N.S. Otro campo en región de Babilonia, donde el caudillo de ellos es Lucifer.

Comentario: Caudillo es nombre despectivo, originariamente según investigación del P. Roothaan, un caudillo era un cabecilla de bandoleros.

Petición particular

Pedir conocimiento de los engaños del mal caudillo, y ayuda para de ellos me guarden, y conocimiento de la vida verdadera que muestra o enseña el sumo y verdadero capitán, y gracia para le imitar.

Puntos primera parte

1º.- Imaginar así como si se asentase el caudillo de todos los enemigos en aquel gran campo de Babilonia, como de una grande cátedra de fuego y humo, en figura horrible y espantosa.

2º.- Considerara cómo hace llamamiento de innumerables demonios y cómo los esparce a los unos en tal ciudad y a los otros en otra, no dejando provincias, lugares, estados, ni personas algunas en particular.

3º.- Considerar el sermón que les hace, y cómo los amonesta a echar redes y cadenas de manera que primero hayan de tentar de codicia de riquezas, como suele, “ut in pluribus”, para que más fácilmente vengan a vano honor del mundo, y, después, a crecida soberbia, de manera que el primer escalón sea de riquezas, el segundo de honor, el tercero de soberbia, y de estos tres escalones induce a todos los vicios.

Riquezas

Se refiere a las materiales en la mayoría de los casos, pero también se deben considerar como tales el talento, la ciencia, el saber y otras similares.

Comentario 1: Sin admitir la acción del demonio, el espíritu malo personal que viene de fuera, no se pueden entender los ejercicios espirituales. Acerca de la Codicia, hay que tener presente que el ejercitante de la 2ª semana puede ser sensible a la tentación de codicia de riquezas presentadas bajo el aspecto de bien.


Comentario 2: La cuestión de la codicia de riquezas viene de un texto de San Pablo a Timoteo I, 6,8 ss "Debemos contentarnos con tener lo suficiente para comer y vestir. Pues los que quieren enriquecerse caen en la tentación y en la trampa de los deseos insensatos y funestos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males. Algunos, arrastrados por ese amor al dinero, se han apartado de la fe y están atormentados por muchos remordimientos".

Algunos escritores decían que la raíz de todos los males era la concupiscencia, el egoísmo, el amor propio desordenado lo que llamó Lutero concupiscencia como pecaminosidad heredada.

Sin embargo, Santo Tomás, en la Suma Teológica, dice algo que coincide con San Ignacio, “cupiditas es el afan de riquezas” “es el deseo de tener dinero”. En otra carta, dice San Pablo, que los que quieren hacerse ricos caen en tentación y en el lazo del demonio. El texto griego dice “filargiría” que quiere decir deseo de plata (dinero).

"Utrum cupiditas sit radix omnium peccatorum" (STH 1ª2ae q.84 a.1)

Santo Tomás de Aquino en este pasaje se pregunta si la codicia de riquezas es la raíz de todos los pecados. Responde de la siguiente manera:

"Cupiditas se dice de forma múltiple: Una forma, en cuanto que es apetito desordenado de riquezas y así es un pecado especial, en otro sentido, en cuanto significa apetito desordenado de cualquier bien temporal y así es género de todo pecado, pues en todo pecado hay una desordenada conversión al bien mudable y el tercer sentido se toma en cuanto significa cierta inclinación de la naturaleza corrompida a bienes corruptibles para apetecerlos desordenadamente. Y así se dice que la cupiditas es la raíz de todos los pecados.
Pero el Apóstol, San Pablo, cuando dice que la cupiditas es la raíz de todos los pecados, habla de cupiditas según que es un apetito desordenado de riquezas. Y según esto debe decirse que la cupidatas, en cuanto pecado especial, se dice raíz de todos los pecados.
Vemos, pues, que el hombre, por las riquezas, adquiere la facultad de cometer cualquier pecado, y para satisfacer cualquier deseo de pecado. Según esto es patente que el deseo de riquezas es la raíz de todos los vicios".


"Utrum convenienter ponantur causae peccatorum "concupiscentia carnis, cocupiscentia oculorum, et superbia vitae" (STH 1ª2ae q.77, a.5)

En este otro pasaje de la Suma, al examinar virtudes y vicios, en el tratado sobre el pecado, se pregunta santo Tomás, repitiendo el texto de la primera carta de San Juan, si la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida pueden ser consideradas convenientemente la causa de los pecados.

A esta cuestión, siguiendo su método de análisis, comienza en el videtur quod respondiendo lo contrario de lo que piensa para después exponer su propia tesis, dar la respuesta a la cuestión y responder finalmente a todas las dificultades puestas en el videtur quod.

Así que dice que a la pregunta formulada parece que hay que responder que la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida no son la causa de los pecados.

Después expone la posición que sustenta que es precisamente la contraria. Sed etiam, en I San Juan, 2, 16 "Todo lo que hay en el mundo, o es concupiscencia de la carne, o concupiscencia de los ojos o soberbia de la vida". El amor desordenado de uno mismo es la causa de todo pecado. Pero en el amor de uno mismo se incluye el apetito desordenado del bien, pues cada uno apetece el bien que ama. De donde es manifiesto que el amor desordenado del bien es la causa de todo pecado.

El primer argumento que da a favor de la tesis contraria a la suya es que el apóstol san Pablo en la primera epístola a Timoteo afirma que la raíz de todos los males es la codicia de riquezas, pero la soberbia de la vida no está contenida en la codicia. A este argumento responde diciendo que “la codicia conlleva universalmente el apetito de cualquier bien, por ello la soberbia de la vida se contiene bajo la codicia. La codicia en cuanto que es vicio especial, que se llama avaricia, es la raíz de todos los pecados".


Comentario: ¿Por qué quiere el demonio que el hombre - que no quiere pecar ni venialmente y quiere ser perfecto - centre su vida en la adquisición de riquezas, como suele suceder ut in pluribus? En algunos, esta codicia de riquezas es un deseo codicioso de tener virtudes morales o intelectuales, un deseo codicioso de cultura, un deseo codicioso de distinción social. Se puede caer en la red del demonio por desear tener bienes de todo tipo, bienes humanos, útiles, deleitables e incluso honestos.

A la mayor parte de las personas el demonio les tienta de riquezas ¿para qué? para que más fácilmente vengan en vano honor del mundo. Del pecado capital de avaricia, codicia de riquezas, se viene al pecado capital de la vanidad, de la vanagloria mundana. Después en crescida soberbia. La soberbia, pues, no es el punto de partida, sino el de llegada.

Vano honor

Es el deseo de ser apreciado y alabado, para venir a ser tenidos y honrados de los hombres, no atribuyendo a Dios el bien que recibimos, siendo de quien todo lo bueno procede, sino atribuyendo el bien al mismo hombre, mero depositario, que es lo que celebra.

Crecida soberbia

Engreimiento en alto grado de sí mismo, a la que se llega por las alabanzas y honores mundanos.

De estos tres escalones, se va a todos los demás vicios. La soberbia es el sentimiento que más aborrece Dios y que ha prometido castigar, y el castigo es dejar caer en pecados sin parar hasta en los más abyectos.

Los siete pecados capitales son: soberbia - avaricia - lujuria - ira - envidia - gula y acedia.

Comentario: Cuando se llega a la soberbia, todo lo que hasta entonces era pecado venial, se hace pecado mortal, lo que no era mortal sin obstinación en el pecado, se convierte en obstinación de pecado. Todo pecado se agrava cuando hay soberbia y adquiere la formalidad propia de la pecaminosidad que es la aversión a Dios. Los otros pecados, el mismo deseo de riquezas, y el vano honor mundano y los de la concupiscencia de la carne lujuria, gula, todos ellos son conversión a la criatura.

El deseo de bienes finitos que son más inmediatos le atraen al hombre y el hombre es atraído por aquello, lo quiere porque el amor propio es natural al hombre y no es malo en sí mismo, es más, si no es desordenado, es obligatorio. En efecto, si el amor propio no fuera obligatorio, no tendríamos por qué tener esperanza teologal de nuestra eterna salvación. Se llega a la soberbia por la riqueza y la vanidad, entonces comienza la aversión a Dios y entonces se está rozando el pecado contra el Espíritu Santo y el odio a Dios.

Si se recuerda ahora cómo calificaba Maritain al modernismo, como arrodillamiento ante el mundo, el mundo cerrado sobre sí mismo, autosuficiente, que desprecia el don redentor de Cristo, se verá la estrecha relación que existe entre el modernista y el tercer escalón del proceso de alistamiento en la bandera de Satanás. Y si se ahonda un poco más aún, cabe imaginarse que es difícil sustraerse a no caer en las redes de la complacencia mundana que rodea siempre al ambiente modernista con su afán de adecuarse a los tiempos, someterse al arbitrio de la ciencia empírica, de ser aceptado y alabado en un sociedad que desprecia el don redentor de Cristo.

Puntos segunda parte

El sumo y verdadero capitán que es Cristo

1º Considerar como Cristo N.S. se pone en un gran campo o huerta de aquella región de Hierusalen en lugar humilde, hermoso y gracioso.


Comentario: hermoso y gracioso no es referente al lugar, sino a Cristo, por paralelismo con figura horrible y espantosa del demonio en la cátedra de fuego y humo.

2º.- Considerar cómo el Señor de todo el mundo escoge tantas personas, apóstoles, discípulos etc..., y cómo los envía por todo el mundo, esparciendo su sagrada doctrina.

Comentario: Es el mismo llamamiento que el del Rey eternal, todo hombre está llamado a ir con Cristo a conquistar el mundo, aunque no esté llamado a una sociedad de vida apostólica o instituto de vida religiosa, ni llamado al apostolado activo asociado, individual de testimonio de la palabra. Se trata de aquel apostolado universal común que dice el Concilio que sin él ningún apostolado tendría sentido, es una vocación universal.

3º. Considera el sermón que Cristo N.S. hace a todos sus siervos y amigos, que a tal jornada envía encomendándoles que a todos quieran ayudar, en traerlos primero a suma pobreza espiritual, y si su divina majestad fuera servida y los quisiera elegir, no menos a pobreza actual; segundo a deseo de oprobios y menosprecios, porque de estas dos cosas se sigue la humildad; de manera que sean tres escalones, el primer pobreza contra riqueza, el segundo oprobio o menosprecio contra el honor mundano; el tercero, la humildad contra la soberbia, y de estos tres escalones induzcan a todas las otras virtudes.

Comentario: Se trata de ser humilde, virtud menos importante que las teologales Fe, Esperanza y Caridad, menos importante que la Justicia y la Fortaleza de los mártires, pero que es el fundamento subjetivo de todas las virtudes, sin la humildad no se conserva la fe, ni se tiene esperanza teologal, ni se vive confiadamente bajo la providencia divina. Sin humildad no se puede tener gozo, ni paz intelectual.

La humildad comprende la sujeción absoluta a Dios y a sus representantes. Esto es lo que veremos que es diametralmente opuesto al modernismo que mantiene siempre una actitud de continua rebeldía contra el Magisterio de la Iglesia y por el contrario un halago continuo para contra todo lo que es contra la Iglesia.