lunes, 23 de marzo de 2009

Encíclica: “Pascendi dominici gregis”: el creyente y el teólogo modernista

El creyente

El filósofo considera que la realidad de lo divino es interior, subjetiva, sin existencia real objetiva por tanto, no sale del mundo de los fenómenos.

El creyente, en cambio, admite que la realidad de “lo divino” existe en sí, objetivamente, cuya certeza procede de la “experiencia” de cada uno.

En el sentimiento se intuye, “por sí”, la realidad de Dios. En el sentimiento religioso se descubre una cierta intuición del corazón; merced a la cual, y sin necesidad de medio alguno, alcanza el hombre la realidad de Dios, y tal persuasión de la existencia de Dios y de su acción, dentro y fuera del ser humano, que supera con mucho a toda persuasión científica.

Experiencia y simbolismo conducen a que son igualmente verdaderas todas las religiones

Conviene advertir que de esta doctrina de la experiencia, unida a la otra del simbolismo, se infiere la verdad de toda religión, sin exceptuar el paganismo. ¿por qué causa argüirán de falsedad a una religión cualquiera? No por otra, ciertamente que por la falsedad del sentimiento religioso o de la fórmula brotada del entendimiento. Mas el sentimiento religioso es siempre y en todas partes el mismo, aunque en ocasiones tal vez menos perfecto: cuanto a la fórmula del entendimiento, lo único que se exige para su verdad, es que responda al sentimiento religioso y al hombre creyente, cualquiera que sea la capacidad de su ingenio.

Noción errónea de la tradición, como comunicación de una experiencia original, sin revelación divina

Otro punto hay en esta cuestión de doctrina en abierta contradicción con la verdad católica. Pues el principio de la experiencia se aplica también a la tradición sostenida hasta aquí por la Iglesia, destruyéndola completamente. A la verdad, por tradición entienden los modernistas cierta comunicación de alguna experiencia original que se hace a otros mediante la predicación y en virtud de la fórmula intelectual; a la cual fórmula atribuyen, además de su fuerza representativa, como dicen, cierto poder sugestivo que se ejerce, ora en el creyente mismo para despertar en el sentimiento religioso, tal vez dormido, y restaurar la experiencia que alguna vez tuvo; ora sobre los que no creen aún, para crear por primera vez en ellos el sentimiento religioso y producir la experiencia .

Relaciones entre Ciencia (fenómenos) y fe (lo divino)

Ante todo, se ha de asentar que la materia de la una está fuera de la materia de la otra y separada de ella. Pues la fe versa únicamente sobre un objeto que la ciencia declara serle incognoscible; de aquí un campo completamente diverso: la ciencia trata de los fenómenos, en los que no hay lugar para la fe; ésta, por el contrario, se ocupa enteramente de lo divino, que la ciencia desconoce por completo.

No hay oposición ni relación entre “fe” y “ciencia” cada una en su esfera sin relación posible

De donde se saca en conclusión que no hay conflictos posibles entre la ciencia y la fe; porque si cada una se encierra en su esfera, nunca podrán encontrarse ni, por lo tanto, contradecirse. ... al que todavía preguntase más, si Jesucristo ha obrado verdaderamente milagros y verdaderamente profetizado lo futuro; si verdaderamente resucitó y subió a los cielos: no, contestará la ciencia agnóstica; sí, dirá la fe. Aquí, con todo, no hay contradicción alguna; la negación es del filósofo y que no mira a Jesucristo sino según la realidad histórica; la afirmación es del creyente, que se dirige a creyentes y que considera la vida de Jesucristo como vivida de nuevo por la fe y en la fe.

La “fe” sometida a la “ciencia” por tres razones

La fe, no por una, sino por tres razones, está sometida a la ciencia. En primer lugar, conviene notar que todo cuanto incluye cualquier hecho religioso, quitada su realidad divina y la experiencia que de ella tiene el creyente, todo lo demás, y principalmente las fórmulas religiosas, no sale de la esfera de los fenómenos, y por eso cae bajo el dominio de la ciencia....
Además, aunque se ha dicho que Dios es objeto de sola la fe, pero esto se entiende tratándose de la realidad divina y no de la idea de Dios. Esta se halla sujeta a la ciencia... la filosofía o la ciencia tienen el derecho de investigar sobre la idea de Dios, de dirigirla en su desenvolvimiento y liberarla de todo lo extraño que pueda mezclarse... “la evolución religiosa ha de ajustarse a la moral y a la intelectual”... ”ha de subordinarse a ellas”.
Añádese, en fin, que el hombre no sufre en sí la dualidad, por lo cual el creyente experimenta una interna necesidad que lo obliga a armonizar la fe con la ciencia, de modo que no disienta de la idea general que la ciencia da de este mundo universo.
De lo que se concluye que la ciencia es totalmente independiente de la fe; pero que ésta, por lo contrario, aunque se pregone como extraña a la ciencia debe sometérsele.

El Magisterio de la Iglesia enseña que la filosofía es sierva de la teología

Pío IX nuestro predecesor dijo: Es propio de la filosofía, en lo que atañe a la religión, no dominar, sino servir; no prescribir lo que se ha de creer, sino abrazarlo con racional homenaje; no escudriñar la profundidad de los misterios de Dios, sino reverenciarlo pía y humildemente.

Gregorio IX escribía a ciertos teólogos de su tiempo: Algunos entre vosotros, hinchados como odres por el espíritu de la vanidad, se empeñan en traspasar con profanas novedades los términos que fijaron los Padres, inclinando la inteligencia de las páginas sagradas... a la doctrina de la filosofía racional, no para algún provecho de los oyentes, sino para ostentación de la ciencia... fuerzan a la reina a servir a la esclava.

En la historia, no hacen mención de la divinidad de Cristo, pero, sí en la predicación.

Cuando escriben de historia no hacen mención de la divinidad de Cristo; pero predicando en los templos la confiesan firmísimamente. Del mismo modo, en las explicaciones de historia no hablan de Concilios ni de Padres: mas si enseñan el Catecismo, citan honrosamente a unos y otros.

De aquí que distingan también la exégesis teológica y pastoral de la científica e histórica. Igualmente, apoyándose en el principio de que la ciencia de ninguna manera depende de la fe, al disertar acerca de la filosofía, historia y crítica, muestran de mil maneras su desprecio de los maestros católicos, Santos Padres, Concilios Ecuménicos y Magisterio eclesiástico... Confesando, en fin, que la fe debe subordinarse a la ciencia, a menudo abiertamente censuran a la Iglesia, porque tercamente se niega a someter y acomodar sus dogmas a las opiniones filosóficas...
El teólogo

Inmanencia y simbolismo: los dos principios de la teología modernista

Se trata de conciliar la fe con la ciencia, y eso de tal suerte que la una se sujete a la otra. En este género, el teólogo modernista usa de los mismos principios que, según vimos, usaba el filósofo, y los adapta al creyente; a saber, a los principios de la inmanencia y el simbolismo. El filósofo afirma: el principio de la fe es inmanente; el creyente añade: ese principio es Dios; concluye el teólogo: luego Dios es inmanente en el hombre. He aquí la inmanencia teológica.

De la misma suerte es cierto para el filósofo que las representaciones del objeto de la fe son sólo simbólicas; para el creyente lo es igualmente que el objeto de la fe es Dios en sí; el teólogo, por tanto, infiere: las representaciones de la realidad divina son simbólicas. He aquí el simbolismo teológico... comenzando desde luego por el simbolismo, como los símbolos son tales respecto del objeto, a la vez que instrumentos respecto del creyente, ha de precaverse éste ante todo, dicen, de adherirse más de lo conveniente a la fórmula, en cuanto fórmula, usando de ella únicamente para unirse a la verdad absoluta que la fórmula descubre y encubre juntamente, empeñándose luego en expresarlas, pero sin conseguirlo jamás. ...

Inmanencia panteísta y permanencia divina

Qué opinan realmente los modernistas sobre la inmanencia, difícil es decirlo: no todos sienten una misma cosa. Unos, la ponen en Dios, por su acción, está más íntimamente presente al hombre que éste a sí mismo; lo cual nada tiene de reprensible, si se entendiera rectamente. Otros, en que la acción de Dios es una misma cosa con la acción de la naturaleza, como la de la causa primera con la de la segunda, lo cual, en verdad, destruye el orden sobrenatural. Por último, hay quienes la explican de suerte que den sospecha de significación panteísta; lo cual concuerda mejor con el resto de su doctrina.

La permanencia divina es una forma de inmanencia

A este postulado de la inmanencia, se junta otro que podemos llamar de permanencia divina... Aclarémoslo con un ejemplo sacado de la Iglesia y de los sacramentos. La iglesia, dicen, y los Sacramentos no se ha de creer, en modo alguno, que fueran instituidos por Cristo. Lo prohíbe el agnosticismo, que en Cristo no reconoce sino a un hombre, cuya conciencia religiosa se formó, como en los otros hombres, poco a poco; lo prohíbe la ley de inmanencia, que rechaza las que ellos llaman externas aplicaciones, lo prohíbe también la ley de la evolución, que pide, a fin de que los gérmenes se desarrollen, determinado tiempo y cierta serie de circunstancias consecutivas, finalmente, lo prohíbe la historia, que enseña cómo fue en realidad el verdadero curso de los hechos.

Sin embargo, debe mantenerse que la Iglesia y los Sacramentos fueron instituidos mediatamente por Cristo. Pero ¿de qué modo? Todas las conciencias cristianas estaban en cierta manera incluidas virtualmente, como la planta en la semilla, en la conciencia de Cristo. Y, como los gérmenes viven la vida de la simiente, así hay que decir que todos los cristianos viven la vida de Cristo. Mas la vida de Cristo, según la fe, es divina: luego, también la vida, en el transcurso de las edades, dio principio a la Iglesia y a los Sacramentos, con toda razón se dirá que semejante principio proviene de Cristo y es divino. Así cabalmente concluyen que son divinas las Sagradas Escrituras y divinos lo dogmas. A esto se reduce... la teología de los modernistas.

Dogma, sacramentos, libros sagrados, Iglesia.

Hasta aquí hemos tratado del origen y naturaleza de la fe //... la Iglesia, el dogma, el culto, los libros santos... conviene examinar qué enseñan los modernistas sobre estos puntos.

El dogma: conjunto de fórmulas secundarias que responden a la conciencia común

Y comenzando por el dogma... Todo este trabajo consiste en penetrar y pulir la primitiva fórmula de la mente, no en sí misma, según el desenvolvimiento lógico, sino según las circunstancias o, como dicen ellos con menos propiedad, vitalmente. Y así sucede que, en torno a ella,... otras fórmulas secundarias... responden a la conciencia común, se denomina dogma. ...

Los sacramentos son puros símbolos

En lo que mira al culto sagrado... para los modernistas, brota de un doble impulso o necesidad; porque como hemos visto en su sistema todo se engendra... en virtud de impulsos íntimos o necesidades. ... Los Sacramentos, para los modernistas, son puros símbolos o signos; aunque no destituidos de fuerza...

El Concilio de Trento: Si alguno dijere que estos Sacramentos no fueron instituidos sino sólo para alimentar la fe, sea excomulgado.

Libros Sagrados son una colección de experiencias extraordinarias

Los libros sagrados... como una colección de experiencias, no de las que están al alcance de cualquiera, sino de las extraordinarias e insignes, que suceden en toda religión. ... en esos libros Dios habla en verdad por medio del creyente; más según quiere la teología de los modernistas, sólo por la inmanencia y permanencia vital. ...

La inspiración es como el impulso que siente el creyente de manifestar su fe

¿qué dicen de la inspiración? No se distingue, sino acaso por el grado de vehemencia, del impulso que siente el creyente de manifestar su fe de palabra o por escrito. Algo parecido tenemos en la inspiración poética. ...” Dios está en nosotros ... Así es como se debe afirmar que Dios es el origen de la inspiración de los Sagrados Libros ... si juzgamos la Biblia según el agnosticismo, a saber, como una obra humana compuesta por los hombres para los hombres, aunque se dé al teólogo el derecho de llamarla divina por inmanencia ...

La Iglesia debe su origen a una doble necesidad: individual de comunicar la fe y en la colectividad para conservarse

La Iglesia. Ante todo suponen que debe su origen a una doble necesidad: una, que existe en cualquier creyente, y principalmente en el que ha logrado alguna primitiva y singular experiencia para comunicar a otros su fe; otra, después que la fe ya se ha hecho común entre muchos, está en la colectividad, y tiende a reunirse en sociedad, para conservar, aumentar y propagar el bien común.
La Iglesia viene a ser fruto de la conciencia colectiva o de la unión de la conciencias particulares, las cuales, en virtud de la permanencia vital, dependen de su primer creyente, esto es, de Cristo, si se trata de los católicos ... cualquier sociedad necesita de una autoridad rectora ... De aquí surge, en la Iglesia católica, una triple autoridad: disciplinar, dogmática y litúrgica ... Y así como se dice que la Iglesia nace de la colectividad de las conciencias, por igual manera la autoridad procede vitalmente de la misma Iglesia. .. La autoridad, pues, lo mismo que la Iglesia, brota de la conciencia religiosa... En el orden civil, la conciencia pública introdujo el régimen popular...

Relaciones Iglesia - Estado. La Iglesia separada del Estado y sometida a él
Y así como por razón del objeto, son la fe y la ciencia extrañas entre sí, de idéntica suerte lo son el Estado y la Iglesia por sus fines, temporal el de aquél y espiritual, el de ésta. El Estado se debe separar de la Iglesia; como el católico del ciudadano. Señalar bajo cualquier pretexto al ciudadano el modo de obrar, es un abuso del poder eclesiástico.

Más no satisface a la escuela de los modernistas que el Estado sea separado de la Iglesia. Así como la fe, en los elementos, que llaman fenoménicos, debe subordinarse a la ciencia, así en los negocios temporales la Iglesia debe someterse al Estado. Muchos protestantes liberales suprimen todo culto externo sagrado, y aun también toda sociedad externa religiosa, y tratan de introducir la religión que llaman individual.

Evolución de la fe, el dogma, el culto.

Evolución de la fe negativa y positivamente

Las doctrinas modernistas sobre el desenvolvimiento de la fe. Hay aquí un principio general: en toda religión viva, nada existe que no sea variable, y que, por lo tanto, no deba variarse. De donde pasan a lo que en su doctrina es casi capital, a saber, la evolución... el dogma, la Iglesia, el culto sagrado, los libros... deben sujetarse a las leyes de la evolución... puesta la ley de la evolución, hallamos descrita por ellos mismos la forma de la evolución. Y en primer lugar, en cuanto a la fe. La primitiva forma de la fe, dicen, fue rudimentaria y común para todos los hombres, porque brotaba de la misma naturaleza y vida humana. Hízola progresar la evolución vital, no por la agregación externa de nuevas formas, sino por una creciente penetración del sentimiento religioso en la conciencia.

Aquel progreso se realizó de dos modos: en primer lugar, negativamente, anulando todo elemento extraño, como por ejemplo, el que provenía de familia o nación; después, positivamente, merced al perfeccionamiento intelectual y moral del hombre; con ello la noción de lo divino se hizo más amplia y más clara, y el sentimiento religioso resultó más elevado. ...

El dogma progresó al vencer impedimentos, sojuzgar a los enemigos y refutar las contradicciones

La evolución del dogma se origina principalmente de que hay que vencer los impedimentos de la fe, sojuzgar a los enemigos y refutar las contradicciones ... Así sucedió con Cristo: Aquello más o menos divino que en él admitía la fe, fue creciendo insensiblemente y por grados hasta que, finalmente, se le tuvo por Dios.

El culto evoluciona por acomodarse a las costumbres y tradiciones populares

En la evolución del culto, el factor principal es la necesidad de acomodarse a las costumbres y tradiciones populares... la Iglesia encuentra la exigencia de la evolución en que tiene necesidad de adaptarse a las circunstancias históricas y a las formas, públicamente ya existentes, del régimen civil.

El progreso es el resultado del encuentro de dos fuerzas opuestas, conservadora y progresista

Ahondando más en la mente de los modernistas, diremos que la evolución proviene del encuentro opuesto de dos fuerzas, de las que una estimula el progreso, mientras la otra pugna por la conservación. La fuerza conservadora reside vigorosa en la Iglesia, y se contiene en la tradición. Represéntala la autoridad religiosa... Al contrario, en las conciencias de los individuos se oculta y se agita una fuerza que impulsa al progreso, que responde a interiores necesidades.

Nada hay estable, ni inmutable en la iglesia

Según la doctrina y maquinaciones de los modernistas, nada hay estable, nada inmutable en la Iglesia. En la cual sentencia les precedieron aquellos de quienes N.P. Pío IX ya escribía: Esos enemigos de la revelación divina, prodigando estupendas alabanzas al progreso humano, quieren, con temeraria y sacrílega osadía, introducirlo en la religión católica, como si la religión fuese obra de los hombres y no de Dios, o algún invento filosófico que con trazos humanas pueda perfeccionarse.

Pío IX en el Syllabus ya repudiaba la doctrina que ahora sostienen los modernistas: La revelación divina es imperfecta, y por lo mismo sujeta a progreso continuo e indefinido, que corresponda al progreso de la razón humana; y con más solemnidad el Vaticano I: Ni, pues, la doctrina de la fe que Dios ha revelado se propuso como un invento filosófico para que la perfeccionasen los ingenios humanos, sino como un depósito divino se entregó a la Esposa de Cristo, a fin de que la custodiara fielmente e infaliblemente la declarase. De aquí se han de retener también los dogmas sagrados en el sentido perpetuo que una vez declaró la Santa Madre Iglesia, ni jamás hay que apartarse de él con color y nombre de más alta inteligencia... Crezca, pues, y progrese mucho e incesantemente la inteligencia, ciencia y sabiduría, tanto de los particulares como de todos... pero sólo en su género, estos, en el mismo dogma, en el mismo sentido y en la misma sentencia.

Después e haber examinado al filósofo, al creyente, al teólogo, queda igualmente que examinemos al historiador, al crítico, al apologista y al reformador. ...(28-29-30-31-32-33-34-35-36-37)

domingo, 22 de marzo de 2009

Encíclica: “Pascendi dominici gregis”: Introducción y el filósofo modernista

Nociones previas

Esta Encíclica la escribió San Pío X, fue publicada el 8 de Septiembre 1907 y trata sobre las doctrinas modernistas. Con anterioridad, el 3 de Julio, del mismo año, el Papa había firmado el Decreto del Santo Oficio, "Lamentabili sane in situ", sobre los errores del modernismo, en forma de Syllabus o colección de errores. Posteriormente, el 1 de septiembre de 1910 firmó el motu propio "Sacrorum Antistitum" que contenía “algunas normas para rechazar el peligro del modernismo” en el que se incorporaba el juramento antimodernista que estuvo en vigor hasta que en el año 1968 con posterioridad al Concilio Vaticano II fue sustituido por una “Professio fidei” con el “Juramento de fidelidad al asumir un oficio que se ha de ejercer en nombre de la Iglesia”.

Encíclica Pascendi

Comenzamos por la Encíclica Pascendi. Consta de una introducción y dos partes, una en la que expone con todo detalle las doctrinas modernistas y otra en la que se analizan las causas y se proponen remedios para atajar el mal en la Iglesia.

La exposición de las doctrinas modernistas las hace en base a explicar los principios por los que se rige el filósofo, el creyente, el teólogo, el historiador y crítico, el apologista y el reformador modernista.

Nos ocupamos en esta entrada de la introducción de la Encíclica y del filósofo modernista[1]. Se trata de un resumen por lo que quien estuviera interesado en el texto completo debería buscarlo y leerlo el siguiente enlace:
http://www.vatican.va/holy_father/pius_x/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_19070908_pascendi-dominici-gregis_sp.html


Introducción

Un crecido el número de enemigos de la Cruz de Cristo se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia y si pudieran destruir totalmente el Reino de Jesucristo

Seglares y sacerdotes ignorantes de filosofía y teología, impregnados hasta la médula de los huesos con venenosos errores, se presentan como restauradores de la Iglesia sin respetar ni aun la propia persona del divino Redentor, que con sacrílega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre

Seguramente la iglesia nunca tuvo peores enemigos y ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro, el peligro está casi en las entrañas de la misma Iglesia y en sus mismas venas. Amalgaman en sus personas el racionalista y al católico y engañan a los incautos.

La táctica de los modernistas es no exponer sus doctrinas de modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas
Exposición de las doctrinas modernistas (I)

Cada modernista presenta y reúne en sí mismo variedad de personajes, mezclando, por decirlo así, al filósofo, al creyente, al teólogo, al historiador, al crítico, al apologista, al reformador
El filósofo modernista

El principio del agnosticismo: La razón humana, está encerrada en el círculo de los “fenómenos” es por tanto incapaz de elevarse hasta Dios, ni aun para conocer su existencia, de algún modo, por medio de las criaturas

Consecuencias del agnosticismo: Dios no puede ser objeto de la ciencia, ni sujeto de la historia. los modernistas tienen como ya establecida y fija una cosa, a saber, que la ciencia debe ser atea, y lo mismo la historia en la esfera de una y otra no admiten sino fenómenos: Dios y lo divino quedan desterrados.

El principio de la inmanencia vital: Es la explicación del “fenómeno religioso”. Una vez repudiada la teología natural y cerrado, en consecuencia, todo acceso a la revelación al desechar los motivos de credibilidad; más aún abolida por completo toda revelación externa, resulta claro que no puede buscarse fuera del hombre la explicación apetecida, y debe hallarse en lo interior del hombre. Por tal procedimiento se llega a establecer el principio de la inmanencia religiosa

La fe es un sentimiento íntimo, reside en la subconsciencia y surge por indigencia de lo divino.

Los dos límites del conocimiento. La ciencia y la historia están encerradas entre dos límites: uno exterior, el mundo visible; otro interior, la conciencia. Llegadas a uno de estos, imposible es que pasen adelante la ciencia y la historia; más allá está lo incognoscible. la indigencia de lo divino, sin juicio alguno previo, suscita en el alma, naturalmente inclinada a la religión , cierto sentimiento especial, que tiene por distintivo el envolver en sí mismo la propia realidad de Dios, bajo el doble concepto de objeto y de causa íntima del sentimiento, y el unir en cierta manera al hombre con Dios, a este sentimiento llaman fe y en él afirman que se verifica la revelación. ...

Las tres leyes de la crítica histórica. Se siguen dos consecuencias: En primer lugar, se produce cierta transfiguración del fenómeno,..; en segundo lugar, una como desfiguración. De ambas cosa sacan... los modernistas, dos leyes, que, juntas con la tercera sacada del agnosticismo, forman las bases de la crítica histórica.

Aplicación de los principios modernistas a la persona de Cristo.
En la persona de Cristo, dicen, la ciencia y la historia ven sólo un hombre. Por lo tanto, en virtud de la primera ley, sacada del agnosticismo, es preciso borrar de su historia cuanto presente carácter divino.
Por la segunda ley, la figura histórica de Cristo fue transfigurada por la fe; es necesario, pues, quitarle cuanto la levanta sobre las condiciones históricas.
Finalmente, por la tercera, la misma persona de Cristo fue desfigurada por la fe; luego se ha de prescindir en ella de las palabras, actos y todo cuanto, en fin, no corresponda a su naturaleza, estado, educación, lugar y tiempo en que vivió... tal es la crítica modernista.

El sentimiento religioso que brota por vital inmanencia es el germen de toda religión incluso de la cristiana. La religión católica queda al nivel de las demás, tuvo su origen en la conciencia de Cristo, varón de privilegiadísima naturaleza, cual jamás hubo ni habrá, en virtud del desarrollo de la inmanencia vital, y no de otra manera.

No se trata ya del antiguo error que ponía en la naturaleza humana cierto derecho al orden sobrenatural. Se ha ido mucho más adelante, a saber, hasta afirmar que nuestra santísima Religión, lo mismo en Cristo que en nosotros, es un fruto propio y espontáneo de la naturaleza. Nada, en verdad, más propio para destruir todo el orden sobrenatural.

Por tanto el Concilio Vaticano I decretó:

“Si alguno dijere que el hombre no puede ser elevado por Dios a un conocimiento y perfección que supere a la naturaleza, sino que puede y debe finalmente llegar por sí mismo, mediante un continuo progreso, a la posesión de toda verdad y de todo bien, sea excomulgado”.

Dos fases en la elaboración intelectual de la religión. La mente obra de dos modos: primero, con un acto natural y espontáneo traduce las cosas en una aserción simple y vulgar; después, refleja y profundamente, o como dicen, elaborando el pensamiento, interpreta lo pensado con sentencias secundarias, que una vez sancionadas por el magisterio supremo de la Iglesia, formarán el dogma.

Los dogmas: fórmulas secundarias, símbolos - instrumentos
Este es uno de los puntos principales del modernismo: el origen y naturaleza del dogma.

El dogma tiene su origen en unas fórmulas primitivas simples que son necesarias en cierto modo a la fe, porque la revelación para existir, supone en la conciencia alguna noticia manifiesta de Dios. El fin de las fórmulas no es otro que proporcionar al creyente el modo de darse razón de su fe.
Por lo tanto, los dogmas son con relación a la fe los signos inadecuados de su objeto, vulgarmente llamados símbolos; con relación al creyente son meros instrumentos . Más el objeto del sentimiento religioso, por hallarse contenido en lo absoluto, tiene infinitos aspectos, que pueden aparecer sucesivamente, ora uno, ora otro. A su vez el hombre, al creer, puede estar en condiciones que pueden ser muy diversas. Por lo tanto, las fórmulas que llamamos dogma se hallarán expuestas a las mismas vicisitudes y, por consiguiente, sujetas a mutación. Así queda expedito el camino hacia la evolución íntima del dogma. ...

Las fórmulas auténticas son las avaladas por el sentimiento
Las fórmulas religiosas, para que sean verdaderamente religiosas, y no meras especulaciones del entendimiento, han de ser vitales y han de vivir la vida misma, del sentimiento religioso. ...
El principio filosófico que rige toda la especulación racional del modernista es el Agnosticismo, la razón es incapaz de ir más allá de los fenómenos sensibles. Los dos límites de nuestra razón están en el más allá de lo experimentable en el mundo sensible y en el más acá de la conciencia interior. Se admite que hay religión porque hay quienes confiesan tener un sentimiento religioso que se explica por el principio de la inmanencia vital que hace surgir el sentimiento religioso por indigencia de lo divino.

[1] COLECCIÓN DE ENCÍCLIAS DE LA ACCIÓN CATÓLICA. Madrid 1967. pág. 941