Carta de Donoso y Cortés al Cardenal Fornari [1]
“(...) Entre los errores contemporáneos no hay ninguno que no se resuelva en una herejía; y entre las herejías contemporáneas no hay ninguna que no se resuelva en otra, condenada de antiguo por la Iglesia (...)
(…) Mi propósito hoy es considerarlos más bien por el lado de sus aplicaciones que por el de su naturaleza y origen; más bien por lo que tienen de político y social que por lo que tienen de puramente religioso; más bien por lo que tienen de vario que por lo que tienen de idéntico; más bien por lo que tienen de mudable que por lo que tienen de absoluto. (…)
Los errores contemporáneos son infinitos; pero todos ellos, si bien se mira, tiene su origen y van a morir en dos negaciones supremas: una, relativa a Dios y otra, relativa al hombre. La sociedad niega que Dios tenga cuidado de sus criaturas, del hombre, que sea concebido en pecado (...)y que no necesita de Dios. (...)”
Negaciones y afirmaciones relativas al hombre
“Supuesta la negación del pecado, se niegan, entre otras muchas, las siguientes:
o que la vida temporal sea una vida de expiación y que el mundo en que se pasa esta vida deba ser un valle de lágrimas;
o que la luz de la razón sea flaca y vacilante;
o que la voluntad del hombre esté enferma;
o que el placer nos haya sido dado en calidad de tentación, para que no nos libremos de su atractivo;
o que el dolor sea un bien, aceptado por un motivo sobrenatural, con una aceptación voluntaria;
o que el tiempo nos haya sido dado para nuestra santificación;
o que el hombre necesite ser santificado.
Supuestas estas negaciones, se afirman, entre otras muchas, las cosas siguientes:
o que la vida temporal nos ha sido dada para elevarnos por nuestros propios esfuerzos, y por medio de un progreso indefinido, a las más altas perfecciones, que el lugar en que esta vida se puede y debe ser radicalmente transformado por el hombre;
o que, siendo sana la razón del hombre, no hay verdad ninguna a que no pueda alcanzar; y que no es verdad aquella a que la razón no alcanza;
o que no hay otro mal sino aquel que la razón nos dice que es pecado, es decir, no hay otro mal ni otro pecado sino el mal y el pecado filosófico;
o que, siendo recta de suyo, no necesita ser rectificada la voluntad del hombre;
o que debemos huir del dolor y buscar el placer;
o que el tiempo nos ha sido dado para gozar del tiempo, y que el hombre es bueno y sano de suyo.
Estas negaciones y estas afirmaciones con respecto al hombre conducen a otras negaciones y a otras afirmaciones análogas con respecto a Dios”.
Negaciones y afirmaciones relativas a Dios
“En la suposición de que el hombre no ha caído, procede el negar, y se niega que el hombre haya sido restaurado. En la suposición de que el hombre no haya sido restaurado, procede negar, y se niega, el misterio de la Redención y el de la Encarnación, el dogma de la personalidad exterior del Verbo y el Verbo mismo.
Supuesta la integridad natural de la voluntad humana, por una parte, y no reconociendo, por otra, la existencia de otro mal y otro pecado sino del mal y del pecado filosófico, procede negar, y se niega, la acción santificadora de Dios sobre el hombre, y con ella el dogma de la personalidad del Espíritu Santo...
De aquí nace y aquí tiene su origen un vasto sistema de naturalismo, que es la contradicción radical, universal y absoluta de todas nuestras creencias. Los católicos creemos y profesamos que el hombre pecador está perpetuamente necesitado de socorro y que Dios le otorga ese socorro perpetuamente por medio de una asistencia sobrenatural (...).
Entre Dios y el hombre había un abismo insondable: el Hijo de Dios se hizo hombre, y juntas en El ambas naturalezas, el abismo fue colmado. Entre el Verbo divino, Dios y hombre al mismo tiempo, y el hombre pecador, había todavía una inmensa distancia; para acortar esta distancia inmensa, Dios puso entre su Hijo y su criatura a la Madre de su Hijo, a la Santísima Virgen, a la mujer sin pecado... puso entre la Virgen santísima y el hombre pecador a los santos pecadores....
Todo este vasto y espléndido sistema de sobre-naturalismo clave universal y universal explicación de las cosas humanas, está negado implícita o explícitamente por los que afirman la concepción inmaculada del hombre (...).
Si la luz de nuestra razón no ha sido oscurecida, esa luz es bastante, sin el auxilio de la fe, para descubrir la verdad”.
Soberanía de la razón
“Si la fe no es necesaria, la razón es soberana e independiente. Los progresos de la verdad dependen de los progresos de la razón; los progresos de la razón dependen de su ejercicio, su ejercicio consiste en la discusión, por eso la discusión es la verdadera ley fundamental de las sociedades modernas... En este principio tienen su origen la libertad de imprenta, la inviolabilidad de la tribuna y la soberanía real de las Asambleas deliberantes”.
Autonomía de la voluntad humana
“Si la voluntad del hombre no está enferma, le basta el atractivo del bien para seguir el bien sin el auxilio sobrenatural de la gracia; si el hombre no necesita de ese auxilio, tampoco necesita de los sacramentos que se lo dan ni de las oraciones que se lo procuran, si la oración no es necesaria es ociosa; si es ociosa, es ociosa e inútil la vida contemplativa; si la vida contemplativa es ociosa e inútil, lo son la mayor parte de las comunidades religiosas. Esto sirve para explicar por qué en dondequiera que han penetrado estas ideas han sido extinguidas aquellas comunidades. Si el hombre no necesita de los sacramentos, no necesita tampoco de quien se los administre. (…) De aquí el desprecio o la proscripción del sacerdocio, en donde esas ideas han echado raíces. El desprecio del sacerdocio se resuelve en todas partes en el desprecio de la Iglesia, y el desprecio de la Iglesia es igual al desprecio de Dios en todas partes. (...)”
La Iglesia no es necesaria
“Descartado así todo lo que es sobrenatural y convertida la religión en un vago deísmo, el hombre que no necesita de la Iglesia, escondida en su santuario, ni de Dios atado a su cielo (...) convierte sus ojos hacia la tierra y se consagra exclusivamente al culto de los intereses materiales. Esta es la época de los sistemas utilitarios, de las grandes expansiones del comercio, de las fiebres de la industria, de las insolencias de los ricos y de las impaciencias de los pobres. (...)”
Negado Dios, la tiranía es inevitable
“Consiste esto en que es imposible de toda imposibilidad impedir la invasión de las revoluciones y el advenimiento de las tiranías, cuyo advenimiento y cuya invasión son una misma cosa; como que ambas se resuelven en la dominación de la fuerza, cuando se ha relegado a la Iglesia en el santuario y a Dios en el cielo. (…)
El primer error es la soberanía de la razón humana
- “El primer error religioso, en estos últimos tiempos, fue el principio de la independencia y de la soberanía de la razón humana; a este error en el orden religioso corresponde en el político el que consiste en afirmar la soberanía de la inteligencia, por eso la soberanía de la inteligencia ha sido el fundamento universal del Derecho público en las sociedades combatidas por las primeras revoluciones. En él tiene su origen las Monarquías parlamentarias, con su censo electoral, su división de Poderes, su imprenta libre y su tribuna inviolable”.
El segundo error, negar la necesidad de la gracia
- “El segundo error es relativo a la voluntad, y consiste, por lo que hace al orden religioso, en afirmar que la voluntad recta de suyo, no necesita para inclinarse al bien del llamamiento ni del impulso de la gracia, a este error en el orden religioso corresponde en el político el que consiste en afirmar que, no habiendo voluntad que no sea recta, no debe haber ninguna que sea dirigida y que no sea directora. En este principio se funda el sufragio universal y en él tiene su origen el sistema republicano”.
El tercer error, la rectitud de la voluntad humana
- “El tercer error se refiere a los apetitos, y consiste en afirmar, por lo que hace al orden religioso, que, supuesta la inmaculada concepción del hombre, sus apetitos son excelentes; a este error en el orden religioso corresponde en el político el que consiste en afirmar que los Gobiernos todos deben ordenarse a un solo fin: a la satisfacción de todas las concupiscencias; en este principio están fundados todos los sistemas socialistas y demagógicos, que pugnan hoy por la dominación. (...)
De esta manera la perturbadora herejía, que consiste, por un lado, en negar el pecado original, y, por otro, en negar que el hombre esté necesitado de una dirección divina, conduce primero a la afirmación de la soberanía de la inteligencia y luego a la afirmación de la soberanía de la voluntad, y, por último, a la afirmación de la soberanía de las pasiones; es decir, a tres soberanía perturbadoras. (...)
Cuando se niega la existencia de Dios, se niega todo del Gobierno, hasta la existencia. (...) se propagan con espantable rapidez las ideas anárquicas de las escuelas socialistas.
(…) cuando la idea de la divinidad y la de la creación se confunden hasta el punto de afirmar que las cosas criadas son Dios, y que Dios es la universalidad de las cosas criadas, entonces el comunismo prevalece en las regiones políticas, como el panteísmo en las religiones; y Dios cansado de sufrir, entrega al hombre a la merced de abyectos y abominables tiranos.
Iglesia y Estado
“La teoría de la igualdad entre la Iglesia y el Estado da ocasión a los más templados regalistas para proclamar como de naturaleza laical lo que es de naturaleza mixta, y como de naturaleza mixta, lo que es de naturaleza eclesiástica, siéndoles forzoso acudir a estas usurpaciones para componer con ellas la dote o el patrimonio que el Estado aporta en esta sociedad igualitaria. (...)
(…) la teoría de la inferioridad de la Iglesia con respecto el Estado da ocasión a los regalistas ardientes para proclamar el principio de las Iglesias nacionales, el derecho de la potestad civil de revocar las concordias ajustadas con el Sumo Pontífice, de disponer por sí de los bienes de la Iglesia (...)
(…) la teoría que consiste en afirmar que la Iglesia nada tiene que ver con el Estado da ocasión a la escuela revolucionaria para proclamar la separación absoluta entre el Estado y la Iglesia; y, como consecuencia forzosa de esta separación, el principio de que la manutención del clero y la conservación del culto deben correr por cuenta exclusiva de los fieles.
(…) El error que consiste en afirmar que la Iglesia no sirve para nada, siendo la negación de la Iglesia misma, da por resultado la supresión violenta del orden sacerdotal por medio de un decreto que encuentra su sanción naturalmente en una persecución religiosa.
(…) se ve que estos errores no son sino la reproducción de los que vimos ya en otras esferas; como quiera que a las mismas afirmaciones y negaciones erróneas a que da lugar la coexistencia de la Iglesia y el Estado, da lugar, en el orden político, la coexistencia de la libertad individual y de la autoridad pública; en el orden moral, la coexistencia del libre albedrío y la gracia; en el intelectual, la coexistencia de la razón y la fe; en el histórico, la coexistencia de la Providencia divina y de la libertad humana; y en las más altas esferas de la especulación, con la coexistencia del orden natural y del sobrenatural, la coexistencia de dos mundos”.
Todos los errores se fundan en rechazar el orden divino
“(…) todos esos errores, en su variedad casi infinita, se resuelven en uno solo, el cual consiste en haber desconocido o falseado el orden jerárquico, inmutable de suyo, que Dios ha puesto en las cosas.
Este orden consiste en la superioridad jerárquica de todo lo que es sobrenatural sobre todo lo que es natural, y, por consiguiente, en la superioridad jerárquica de la fe sobre la razón, de la gracia sobre el libre albedrío, de la Providencia divina sobre la libertad humana y de la Iglesia sobre el Estado; y, para decirlo todo de una vez y en una sola frase, en la superioridad de Dios sobre el hombre.
El derecho reclamado por la fe de alumbrar a la razón y de guiarla no es una usurpación, es una prerrogativa conforme a su naturaleza excelente (...)
(…) la superioridad de la Iglesia sobre las sociedades civiles es una cosa conforme a la recta razón, la cual nos enseña que lo sobrenatural es sobre lo natural y lo divino sobre lo humano. (...)
De la restauración de estos principios eternos del orden religioso, del político y del social depende exclusivamente la salvación de las sociedades humanas. Estos principios, empero, no pueden ser restaurados sino por quien los conoce, y nadie los conoce sino la Iglesia católica. (...)
El principio de la libertad de enseñanza, considerado en sí mismo, y hecha abstracción de las circunstancias especiales en que ha sido proclamado, es un principio falso y de imposible aceptación por la Iglesia católica ... proclamar que la enseñanza debe ser libre no viene a ser otra cosa sino proclamar que no hay una verdad ya conocida que deba ser enseñada (…).
[1] Carta escrita el 19-06-1852
“(...) Entre los errores contemporáneos no hay ninguno que no se resuelva en una herejía; y entre las herejías contemporáneas no hay ninguna que no se resuelva en otra, condenada de antiguo por la Iglesia (...)
(…) Mi propósito hoy es considerarlos más bien por el lado de sus aplicaciones que por el de su naturaleza y origen; más bien por lo que tienen de político y social que por lo que tienen de puramente religioso; más bien por lo que tienen de vario que por lo que tienen de idéntico; más bien por lo que tienen de mudable que por lo que tienen de absoluto. (…)
Los errores contemporáneos son infinitos; pero todos ellos, si bien se mira, tiene su origen y van a morir en dos negaciones supremas: una, relativa a Dios y otra, relativa al hombre. La sociedad niega que Dios tenga cuidado de sus criaturas, del hombre, que sea concebido en pecado (...)y que no necesita de Dios. (...)”
Negaciones y afirmaciones relativas al hombre
“Supuesta la negación del pecado, se niegan, entre otras muchas, las siguientes:
o que la vida temporal sea una vida de expiación y que el mundo en que se pasa esta vida deba ser un valle de lágrimas;
o que la luz de la razón sea flaca y vacilante;
o que la voluntad del hombre esté enferma;
o que el placer nos haya sido dado en calidad de tentación, para que no nos libremos de su atractivo;
o que el dolor sea un bien, aceptado por un motivo sobrenatural, con una aceptación voluntaria;
o que el tiempo nos haya sido dado para nuestra santificación;
o que el hombre necesite ser santificado.
Supuestas estas negaciones, se afirman, entre otras muchas, las cosas siguientes:
o que la vida temporal nos ha sido dada para elevarnos por nuestros propios esfuerzos, y por medio de un progreso indefinido, a las más altas perfecciones, que el lugar en que esta vida se puede y debe ser radicalmente transformado por el hombre;
o que, siendo sana la razón del hombre, no hay verdad ninguna a que no pueda alcanzar; y que no es verdad aquella a que la razón no alcanza;
o que no hay otro mal sino aquel que la razón nos dice que es pecado, es decir, no hay otro mal ni otro pecado sino el mal y el pecado filosófico;
o que, siendo recta de suyo, no necesita ser rectificada la voluntad del hombre;
o que debemos huir del dolor y buscar el placer;
o que el tiempo nos ha sido dado para gozar del tiempo, y que el hombre es bueno y sano de suyo.
Estas negaciones y estas afirmaciones con respecto al hombre conducen a otras negaciones y a otras afirmaciones análogas con respecto a Dios”.
Negaciones y afirmaciones relativas a Dios
“En la suposición de que el hombre no ha caído, procede el negar, y se niega que el hombre haya sido restaurado. En la suposición de que el hombre no haya sido restaurado, procede negar, y se niega, el misterio de la Redención y el de la Encarnación, el dogma de la personalidad exterior del Verbo y el Verbo mismo.
Supuesta la integridad natural de la voluntad humana, por una parte, y no reconociendo, por otra, la existencia de otro mal y otro pecado sino del mal y del pecado filosófico, procede negar, y se niega, la acción santificadora de Dios sobre el hombre, y con ella el dogma de la personalidad del Espíritu Santo...
De aquí nace y aquí tiene su origen un vasto sistema de naturalismo, que es la contradicción radical, universal y absoluta de todas nuestras creencias. Los católicos creemos y profesamos que el hombre pecador está perpetuamente necesitado de socorro y que Dios le otorga ese socorro perpetuamente por medio de una asistencia sobrenatural (...).
Entre Dios y el hombre había un abismo insondable: el Hijo de Dios se hizo hombre, y juntas en El ambas naturalezas, el abismo fue colmado. Entre el Verbo divino, Dios y hombre al mismo tiempo, y el hombre pecador, había todavía una inmensa distancia; para acortar esta distancia inmensa, Dios puso entre su Hijo y su criatura a la Madre de su Hijo, a la Santísima Virgen, a la mujer sin pecado... puso entre la Virgen santísima y el hombre pecador a los santos pecadores....
Todo este vasto y espléndido sistema de sobre-naturalismo clave universal y universal explicación de las cosas humanas, está negado implícita o explícitamente por los que afirman la concepción inmaculada del hombre (...).
Si la luz de nuestra razón no ha sido oscurecida, esa luz es bastante, sin el auxilio de la fe, para descubrir la verdad”.
Soberanía de la razón
“Si la fe no es necesaria, la razón es soberana e independiente. Los progresos de la verdad dependen de los progresos de la razón; los progresos de la razón dependen de su ejercicio, su ejercicio consiste en la discusión, por eso la discusión es la verdadera ley fundamental de las sociedades modernas... En este principio tienen su origen la libertad de imprenta, la inviolabilidad de la tribuna y la soberanía real de las Asambleas deliberantes”.
Autonomía de la voluntad humana
“Si la voluntad del hombre no está enferma, le basta el atractivo del bien para seguir el bien sin el auxilio sobrenatural de la gracia; si el hombre no necesita de ese auxilio, tampoco necesita de los sacramentos que se lo dan ni de las oraciones que se lo procuran, si la oración no es necesaria es ociosa; si es ociosa, es ociosa e inútil la vida contemplativa; si la vida contemplativa es ociosa e inútil, lo son la mayor parte de las comunidades religiosas. Esto sirve para explicar por qué en dondequiera que han penetrado estas ideas han sido extinguidas aquellas comunidades. Si el hombre no necesita de los sacramentos, no necesita tampoco de quien se los administre. (…) De aquí el desprecio o la proscripción del sacerdocio, en donde esas ideas han echado raíces. El desprecio del sacerdocio se resuelve en todas partes en el desprecio de la Iglesia, y el desprecio de la Iglesia es igual al desprecio de Dios en todas partes. (...)”
La Iglesia no es necesaria
“Descartado así todo lo que es sobrenatural y convertida la religión en un vago deísmo, el hombre que no necesita de la Iglesia, escondida en su santuario, ni de Dios atado a su cielo (...) convierte sus ojos hacia la tierra y se consagra exclusivamente al culto de los intereses materiales. Esta es la época de los sistemas utilitarios, de las grandes expansiones del comercio, de las fiebres de la industria, de las insolencias de los ricos y de las impaciencias de los pobres. (...)”
Negado Dios, la tiranía es inevitable
“Consiste esto en que es imposible de toda imposibilidad impedir la invasión de las revoluciones y el advenimiento de las tiranías, cuyo advenimiento y cuya invasión son una misma cosa; como que ambas se resuelven en la dominación de la fuerza, cuando se ha relegado a la Iglesia en el santuario y a Dios en el cielo. (…)
El primer error es la soberanía de la razón humana
- “El primer error religioso, en estos últimos tiempos, fue el principio de la independencia y de la soberanía de la razón humana; a este error en el orden religioso corresponde en el político el que consiste en afirmar la soberanía de la inteligencia, por eso la soberanía de la inteligencia ha sido el fundamento universal del Derecho público en las sociedades combatidas por las primeras revoluciones. En él tiene su origen las Monarquías parlamentarias, con su censo electoral, su división de Poderes, su imprenta libre y su tribuna inviolable”.
El segundo error, negar la necesidad de la gracia
- “El segundo error es relativo a la voluntad, y consiste, por lo que hace al orden religioso, en afirmar que la voluntad recta de suyo, no necesita para inclinarse al bien del llamamiento ni del impulso de la gracia, a este error en el orden religioso corresponde en el político el que consiste en afirmar que, no habiendo voluntad que no sea recta, no debe haber ninguna que sea dirigida y que no sea directora. En este principio se funda el sufragio universal y en él tiene su origen el sistema republicano”.
El tercer error, la rectitud de la voluntad humana
- “El tercer error se refiere a los apetitos, y consiste en afirmar, por lo que hace al orden religioso, que, supuesta la inmaculada concepción del hombre, sus apetitos son excelentes; a este error en el orden religioso corresponde en el político el que consiste en afirmar que los Gobiernos todos deben ordenarse a un solo fin: a la satisfacción de todas las concupiscencias; en este principio están fundados todos los sistemas socialistas y demagógicos, que pugnan hoy por la dominación. (...)
De esta manera la perturbadora herejía, que consiste, por un lado, en negar el pecado original, y, por otro, en negar que el hombre esté necesitado de una dirección divina, conduce primero a la afirmación de la soberanía de la inteligencia y luego a la afirmación de la soberanía de la voluntad, y, por último, a la afirmación de la soberanía de las pasiones; es decir, a tres soberanía perturbadoras. (...)
Cuando se niega la existencia de Dios, se niega todo del Gobierno, hasta la existencia. (...) se propagan con espantable rapidez las ideas anárquicas de las escuelas socialistas.
(…) cuando la idea de la divinidad y la de la creación se confunden hasta el punto de afirmar que las cosas criadas son Dios, y que Dios es la universalidad de las cosas criadas, entonces el comunismo prevalece en las regiones políticas, como el panteísmo en las religiones; y Dios cansado de sufrir, entrega al hombre a la merced de abyectos y abominables tiranos.
Iglesia y Estado
“La teoría de la igualdad entre la Iglesia y el Estado da ocasión a los más templados regalistas para proclamar como de naturaleza laical lo que es de naturaleza mixta, y como de naturaleza mixta, lo que es de naturaleza eclesiástica, siéndoles forzoso acudir a estas usurpaciones para componer con ellas la dote o el patrimonio que el Estado aporta en esta sociedad igualitaria. (...)
(…) la teoría de la inferioridad de la Iglesia con respecto el Estado da ocasión a los regalistas ardientes para proclamar el principio de las Iglesias nacionales, el derecho de la potestad civil de revocar las concordias ajustadas con el Sumo Pontífice, de disponer por sí de los bienes de la Iglesia (...)
(…) la teoría que consiste en afirmar que la Iglesia nada tiene que ver con el Estado da ocasión a la escuela revolucionaria para proclamar la separación absoluta entre el Estado y la Iglesia; y, como consecuencia forzosa de esta separación, el principio de que la manutención del clero y la conservación del culto deben correr por cuenta exclusiva de los fieles.
(…) El error que consiste en afirmar que la Iglesia no sirve para nada, siendo la negación de la Iglesia misma, da por resultado la supresión violenta del orden sacerdotal por medio de un decreto que encuentra su sanción naturalmente en una persecución religiosa.
(…) se ve que estos errores no son sino la reproducción de los que vimos ya en otras esferas; como quiera que a las mismas afirmaciones y negaciones erróneas a que da lugar la coexistencia de la Iglesia y el Estado, da lugar, en el orden político, la coexistencia de la libertad individual y de la autoridad pública; en el orden moral, la coexistencia del libre albedrío y la gracia; en el intelectual, la coexistencia de la razón y la fe; en el histórico, la coexistencia de la Providencia divina y de la libertad humana; y en las más altas esferas de la especulación, con la coexistencia del orden natural y del sobrenatural, la coexistencia de dos mundos”.
Todos los errores se fundan en rechazar el orden divino
“(…) todos esos errores, en su variedad casi infinita, se resuelven en uno solo, el cual consiste en haber desconocido o falseado el orden jerárquico, inmutable de suyo, que Dios ha puesto en las cosas.
Este orden consiste en la superioridad jerárquica de todo lo que es sobrenatural sobre todo lo que es natural, y, por consiguiente, en la superioridad jerárquica de la fe sobre la razón, de la gracia sobre el libre albedrío, de la Providencia divina sobre la libertad humana y de la Iglesia sobre el Estado; y, para decirlo todo de una vez y en una sola frase, en la superioridad de Dios sobre el hombre.
El derecho reclamado por la fe de alumbrar a la razón y de guiarla no es una usurpación, es una prerrogativa conforme a su naturaleza excelente (...)
(…) la superioridad de la Iglesia sobre las sociedades civiles es una cosa conforme a la recta razón, la cual nos enseña que lo sobrenatural es sobre lo natural y lo divino sobre lo humano. (...)
De la restauración de estos principios eternos del orden religioso, del político y del social depende exclusivamente la salvación de las sociedades humanas. Estos principios, empero, no pueden ser restaurados sino por quien los conoce, y nadie los conoce sino la Iglesia católica. (...)
El principio de la libertad de enseñanza, considerado en sí mismo, y hecha abstracción de las circunstancias especiales en que ha sido proclamado, es un principio falso y de imposible aceptación por la Iglesia católica ... proclamar que la enseñanza debe ser libre no viene a ser otra cosa sino proclamar que no hay una verdad ya conocida que deba ser enseñada (…).
[1] Carta escrita el 19-06-1852