miércoles, 24 de febrero de 2010

Actitud de la Iglesia ante el problema de la Historicidad de los Evangelios

Documentos anteriores a la encíclica “Divino Afflante Spiritu”

a) Syllabus

El enfoque absolutamente racionalista de fines del siglo XVIII y siglo XIX en la interpretación de la Escritura se recoge en la proposición séptima del Syllabus como uno de los principales errores de la época:

“Las profecías y milagros expuestos y referidos en las Escrituras santas son ficciones de poetas; y los misterios de la fe cristiana, un resultado de investigaciones filosóficas; en los libros de uno y otro Testamento se contienen invenciones míticas y el mismo Jesucristo es una ficción mítica”

b) Concilio Vaticano I

Esta proposición séptima del Syllabus, sacada de una alocución de Pio IX, está refrendada después, en parte, de un modo definitivo en el Concilio Vaticano I.

"Si alguno dijere que no puede haber milagros y que, por consiguiente, las narraciones que sobre ellos se contienen en la S.E. deben ser relegadas a la categoría de fábulas o mitos, o que los milagros nunca se pueden conocer con certeza ni probar con ellos el origen divino de la religión cristiana, sea anatema".

c) Respuesta de la PCB

El problema de la historicidad, no en una proyección general sobre toda la Escritura, sino circunscrito de un modo más concreto al cuarto evangelio, se plantea en una pregunta a la P.C.B. (Doc.Bib. nº202). La respuesta negativa a la posibilidad de que no sea histórico el cuarto evangelio, fechada el 29 de mayo de 1907, pretende de algún modo desvelar la tesis de Loisy sobre el cuarto evangelio considerándolo como un conjunto de especulaciones místicas o bien en forma puramente didáctica.

d) Decreto Lamentabili

El 3 de junio de 1907 aparece el decreto Lamentabili, sobre los principales errores del modernismo ... El decreto contiene 65 proposiciones condenadas, sacadas de autores inficionados de modernismo, y en la contradictoria de cada una de ellas se expresa la doctrina católica. Las proposiciones correspondientes a los nº 13-18 se refieren, de alguna manera, al problema de la historicidad de los evangelios.

13. Fueron los mismos evangelistas y los cristianos de la segunda y tercera generación quienes elaboraron artificiosamente las parábolas del Evangelio; y así explicaron los exiguos frutos de la predicación de Cristo entre los judíos.

14. En muchas narraciones, los Evangelistas contaron no tanto lo que es verdad, cuanto lo que juzgaron más provechoso para sus lectores, aunque fuera falso.

15. Los Evangelios fueron aumentando con continuas adiciones y correcciones hasta que se llegó a un canon definitivo y constituido; en ellos, por ende, no quedó sino un tenue e incierto vestigio de la doctrina de Cristo.

16. Las narraciones de San Juan no son propiamente historia, sino una contemplación mística del Evangelio; los discursos contenidos en su Evangelio son meditaciones teológicas sobre el misterio de la salvación, destituidas de verdad histórica.

17. El cuarto Evangelio exageró los milagros, no sólo para que apareciesen más extraordinarios, sino también para que resultasen más a propósito a fin de simbolizar la obra y la gloria del Verbo Encarnado.

18. Juan ciertamente reivindica para sí el carácter de testigo de Cristo; pero en realidad no es sino testigo de la vida cristiana, o de la vida de Cristo en la Iglesia, al terminar el primer siglo.

e) Encíclica Pascendi

“la fe, atraida por lo Incognoscible, que se presenta junto con el fenómeno, abarca a éste todo entero y le comunica, en cierto modo, su propia vida.

Síguense dos consecuencias: En primer lugar, se produce cierta transfiguración del fenómeno, esto es, en cuanto es levantado por la fe sobre sus propias condiciones, con lo cual queda hecho materia más apta para recibir la forma de lo divino, que la fe ha de dar; en segundo lugar, una como desfiguración ... del fenómeno, pues la fe le atribuye lo que en realidad no tiene, al haberle sustraído a las condiciones de lugar y tiempo; lo que acontece, sobre todo, cuando se trata de fenómenos del tiempo pasado y, tanto más, cuanto más antiguos fueren.

De ambas cosa sacan ... los modernistas, dos leyes, que, juntas con la tercera sacada del agnosticismo, forman las bases de la crítica histórica. Un ejemplo lo aclarará: lo tomamos de la persona de Cristo, dicen, la ciencia y la historia ven sólo un hombre. Por lo tanto, en virtud de la primera ley, sacada del agnosticismo, es preciso borrar de su historia cuanto presente carácter divino. Por la segunda ley, la figura histórica de Cristo fue transfigurada por la fe; es necesario, pues, quitarle cuanto la levanta sobre las condiciones históricas. Finalmente, por la tercera, la misma persona de Cristo fue desfigurada por la fe; luego se ha de prescindir en ella de las palabras, actos y todo cuanto, en fin, no corresponda a su naturaleza, estado, educación, lugar y tiempo en que vivió. Extraña manera, sin duda, de raciocinar, pero tal es la crítica modernista”.

15. ... relaciones que establecen los modernistas entre la fe y la ciencia. Ante todo, se ha de asentar que la materia de la una está fuera de la materia de la otra y separada de ella. Pues la fe versa únicamente sobre un objeto que la ciencia declara serle incognoscible; de aquí un campo completamente diverso: la ciencia trata de los fenómenos, en los que no hay lugar para la fe; ésta, por el contrario, se ocupa enteramente de lo divino, que la ciencia desconoce por completo. De donde se saca en conclusión que no hay conflictos posibles entre la ciencia y la fe; porque si cada una se encierra en su esfera, nunca podrán encontrarse ni, por lo tanto, contradecirse”.

Esta es la síntesis, sacada de los mismos autores modernistas, que hace la encíclica de las relaciones existentes entre la historia y la fe en torno a la figura de Jesús. La fe en Jesús se estructura sin estar basada en una realidad histórica. Hay, pues, una ruptura entre la realidad de la historia y el Cristo de la fe. De aquí se explica, añade la Encíclica, que autores modernistas, “cuando escriben de historia, no hagan mención de la divinidad de Cristo; pero predicando en los templos la confiesen firmísimamente”.

f) Nuevas repuestas de la PCB

19 de junio 1911 sobre la historicidad del evangelio de Mateo y 29 de junio de 1912 sobre la verdad histórica de los evangelios de Marcos y Lucas.

g) Encíclica “Spiritus Paráclitus”

511 4º Porque, disminuyendo la fe humana en los evangelios, destruyen la divina.

"¿Y qué decir de aquellos que, al explicar los Evangelios disminuyen la fe humana y destruyen la divina? Lo que nuestro Señor Jesucristo dijo e hizo piensan que no ha llegado hasta nosotros íntegro y sin cambios, como escrito religiosamente por testigos de vista y oído, sino que - especialmente por lo que se refiere al cuarto evangelio se refiere - en parte proviene del evangelista, que inventaron y añadieron muchas cosas por su cuenta, y en parte son referencias de los fieles de la generación posterior; y que, por lo tanto, se contienen en un mismo cauce aguas procedentes de dos fuentes distintas que por ningún indicio cierto se pueden distinguir entre sí. No entendieron así San Jerónimo, Agustín y los demás doctores de la Iglesia la autoridad histórica de los evangelios, de la cual el que vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis ... San Jerónimo escribe, A nadie le quepa duda de que han sucedido realmente las cosas que han sido escritas", coincidiendo una vez más con S.Agustín: “Estas cosas son verdaderas y han sido escritas de El fiel y verazmente, para que los que crean en su Evangelio sean instruidos en la verdad y no engañados con mentiras"


A partir de la Encíclica “Divino Afflante Spíritu

El Papa habla, de un modo general, de la contribución que nuestros tiempos pueden aportar “a la interpretación más profunda y exacta de las Sagradas Letras”; de un modo particular alude a problemas “concernientes a la historia”. Para la solución de estos problemas, dice el Papa:

“Nuestra edad, así como acumula cuestiones y nuevas dificultades, así también, por el favor de Dios, suministra nuevos recursos y subsidios de exégesis. Entre éstos parece digno de peculiar mención que los teólogos católicos, siguiendo la doctrina de los Santos Padres, y principalmente del Angélico y Común Doctor, han explorado y propuesto la naturaleza y los efectos de la inspiración bíblica mejor y más perfectamente que como solía hacerse en los siglos pretéritos. Porque, partiendo del principio de que el escritor sagrado al componer el libro es órgano o instrumento del Espíritu Santo, con la circunstancia de ser vivo y dotado de razón, rectamente observan que él, bajo el influjo de la divina moción, de tal manera usa de sus facultades y fuerza, que fácilmente puedan todos colegir del libro nacido de su acción 'la índole propia de cada uno y, por decirlo así, sus singulares caracteres y trazos'. Así, pues, el intérprete con todo esmero, y sin descuidar ninguna luz que hayan aportado las investigaciones modernas, esfuércese por averiguar cuál fue la propia índole y condición de vida del escritor sagrado, en qué edad floreció, qué fuentes utilizó, ya escritas, ya orales, y qué formas de decir empleó. Porque a nadie se le oculta que la norma principal de la interpretación es aquella en virtud de la cual se averigua con precisión y se define qué es lo que el escritor pretendió decir”

En la carta de la PCB al cardenal Suhard, arzobispo de París, el 16 de enero de 1948, sobre cuestiones críticas en la composición del Pentateuco y formas literarias de los once primeros capítulos del Génesis, se dice:

“No se puede negar ni afirmar en bloque la historicidad de todos aquellos capítulos, aplicándoles irrazonablemente las normas de un género literario bajo el cual no pueden ser clasificados. Que estos capítulos no forman una historia en el sentido clásico y moderno, podemos admitirlo; pero es un hecho que los datos científicos actuales no permiten dar una solución positiva a todos los problemas que presentan dichos capítulos. El primer oficio de la exégesis científica en este punto consiste, ante todo, en el atento estudio de todos los problemas literarios, científicos, históricos, culturales y religiosos que tienen conexión con aquellos capítulos ...”

El sentido de esta carta lo aclara dos años más tarde el Papa Pío XII, el 12 de agosto de 1950, en su encíclica Humani Géneris. En la encíclica precisa la orientación de la carta:

“Esta carta advierte claramente que los once primeros capítulos del Génesis, aunque propiamente no concuerden con el método histórico usado por los eximios historiadores grecolatinos y modernos, no obstante, pertenecen al género histórico en un sentido verdadero, que los exégetas han de investigar y precisar, y que los mismos capítulos, con estilo sencillo y figurado, acomodado a la mente del pueblo poco culto, contienen las verdades principales y fundamentales en que se apoya nuestra propia salvación, y también una descripción popular del origen del género humano y del pueblo escogido”


Concilio Vaticano II: “Dei Verbum”

a) Origen Apostólico de los Evangelios

18.... La Iglesia ha mantenido siempre y dondequiera, y sigue manteniendo, que los cuatro Evangelios tienen origen apostólico. Efectivamente, lo que, por mandato de Cristo, predicaron los apóstoles, luego, por inspiración del E.S., ellos mismos y los varones apostólicos nos lo transmitieron por escrito, como fundamento de la fe, a saber: el Evangelio tetramorfo, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

b) Carácter Histórico de los Evangelios

19. La santa madre Iglesia ha mantenido, y sigue mantenido firme y constantementísimamente, que los cuatro mentados evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilación alguna, transmiten fielmente lo que Jesús, Hijo de Dios, hizo y enseñó realmente, mientras vivió entre los hombres, para la eterna salud de éstos, hasta el día en que subió al cielo. Indudablemente, después de la ascensión del Señor los apóstoles transmitieron a sus oyentes lo que El había dicho y hecho, con aquella más plena inteligencia de que gozaban, instruidos que fueron por los acontecimientos gloriosos de Cristo enseñados por la luz del Espíritu de la verdad. Mas los autores sagrados redactaron los cuatro Evangelios seleccionando algunas cosas de entre las muchas que habían transmitido oralmente o por escrito, reduciendo otras a síntesis, o explanándolas de acuerdo con el estado de las Iglesias, manteniendo, finalmente, la forma de la predicación, de manera, en todo caso, que nos comunicaran la verdad sincera acerca de Jesús ...


Catecismo de la Iglesia Católica

a) La Tradición apostólica

75 "Cristo Señor, plenitud de la revelación, dio mandato a sus apóstoles de que predicaran a todos el Evangelio como fuente de toda verdad salvadora y de toda norma de conducta, comunicándoles así los bienes divinos: el Evangelio prometido por los profetas, que El mismo cumplió y promulgó con su voz (DV 7).

76 La transmisión del Evangelio, según el mandato del Señor, se hizo de dos maneras:

oralmente: "los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron lo que ellos habían recibido de la boca, trato y obras de Cristo, o aprendiendo por inspiración del Espíritu Santo.",

por escrito: "los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación por inspiración del Espíritu Santo".

b) continuada en la sucesión apostólica

77 "a fin de que el Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia, los apóstoles dejaron por sucesores suyos a los obispos, “transmitiéndoles su propio cargo de magisterio”" (DV 7). En efecto, "la predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha de conservar por tansmisión continua hasta el fin de los tiempos (DV 8).

78 Esta transmisión viva, llevada a cabo en el E.S. es llamada Tradición en cuanto distinta de la S.E., aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, "la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree" (DV 8). "Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora" (DV 8).


c) El Nuevo Testamento

124 "La Palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el N.T. (DV 17). Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del E.S. (DV20).

125 Los Evangelios son el corazón de todas las Escrituras "por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador" (DV 18).

126 En la formación de los Evangelios se pueden distinguir tres etapas:

1. La vida y enseñanzas de Jesús. La Iglesia mantiene firmemente que los cuatro evangelios, "cuya historicidad afirma sin vacilación alguna, transmiten fielmente lo que Jesús, Hijo de Dios, hizo y enseñó realmente, mientras vivió entre los hombres, para la eterna salud de éstos, hasta el día en que subió al cielo". (DV 19).

2. La tradición oral. "Indudablemente, después de la ascensión del Señor los apóstoles transmitieron a sus oyentes lo que El había dicho y hecho, con aquella más plena inteligencia de que gozaban, instruidos que fueron por los acontecimientos gloriosos de Cristo enseñados por la luz del Espíritu de la verdad" (DV 19).

3. Los Evangelios escritos. " los autores sagrados redactaron los cuatro Evangelios seleccionando algunas cosas de entre las muchas que habían transmitido oralmente o por escrito, reduciendo otras a síntesis, o explanándolas de acuerdo con el estado de las Iglesias, manteniendo, finalmente, la forma de la predicación, de manera, en todo caso, que nos comunicaran la verdad sincera acerca de Jesús" (DV 19).

d) La unidad del A. y del N. Testamento

128 La Iglesia, ya en los tiempos apostólicos ... esclareció la unidad del plan divino en los dos Testamentos gracias a la tipología. ...

129 Los cristianos, por tanto, leen el A.T. a la luz de Cristo muerto y resucitado ... Por otra parte, el N.T. exige ser leído también a la luz del Antiguo. ...

130 La tipología significa un dinamismo que se orienta al cumplimiento del plan divino cuando "Dios sea todo en todos" ...

viernes, 12 de febrero de 2010

Textos complementarios sobre la Interpretación de la S.E.

Resumen
Como complemento, transcribimos algunos textos de las obras utilizadas en la preparación de esta documentación.

Tres libros de consulta:

Los Evangelios ante la historia” del P. JUAN MANUEL IGARTUA S.J.. Por el momento nos acercamos a la Historia como Género Literario en el Antiguo Testamento, dejando para más adelante una mayor profundización en esta cuestión y sobre todo la Historia como Género Literario en el Nuevo Testamento.

Los Métodos Histórico - Críticos en el N.T.” de H. ZIMMERMAN. Nos acercamos en este libro a la Crítica Textual y Crítica Literaria como instrumentos indispensables para llegar al conocimiento del sentido más genuino de las Sagradas Escrituras. Dejamos la Historia de las Formas y la Historia de la Redacción en la elaboración de los Evangelios para la siguiente obra.

De los Evangelios al Jesús Histórico” de José Caba S.J.. En esta obra nos acercamos de forma resumida al planteamiento de la historicidad de los Evangelios.

Después recogemos de forma resumida los textos del Magisterio de la Iglesia que han hablado sobre la historicidad de los Evangelios, ordenados en dos grandes grupos: Textos del Magisterio de la Iglesia anteriores a la Encíclica Divino Afflante Spiritu de Pío XII y los posteriores a dicho documento pontificio.


Textos complementarios sobre la Interpretación de la S.E.

Los evangelios ante la historia

La Historia como Género Literario en el Antiguo Testamento

Diversos y repetidos intentos trataron de dar solución al problema bíblico de la interpretación de los textos. Las dificultades de orden ya moral, ya científico, ya histórico se presentaron a lo largo de los tiempos, y más particularmente desde la mitad del siglo XIX por descubrimientos de diversas clases. Y, especialmente ante el vigor cobrado por las ciencias arqueológicas. Estas en sus excavaciones descubrieron monumentos, ruinas, inscripciones, objetos y escritos de lenguas ya desaparecidas, pero que formaron el entorno cultural del tiempo de la Biblia en el Antiguo Testamento, y obligaron a buscar solución a los nuevos problemas de la hermeneútica.

Fueron rechazados por la Iglesia, por no salvar la inerrancia de los libros inspirados, varios sistemas ideados al paso de las dificultades. Son ya sólo un recuerdo histórico, los sistemas, de un día, de la verdad bíblica exclusiva de lo relativo a la fe y la moral; de las citas implícitas abusivamente multiplicadas para salvar las dificultades; de los “obiter dicta” o cosas dichas de paso, y de poca importancia de detalle para el conjunto; o finalmente de las apariencias históricas cuando en realidad no se trataría de historia propiamente. Sin embargo, podía haber en tales sistemas atisbos de una verdad más profunda de la composición de los libros sagrados: era verdad, que los escritores sagrados pretendían enseñar una verdad religiosa y no de orden científico, núcleo tal vez del primer sistema rechazado por una adherencia excesiva de la negación de verdades de otro orden. Era verdad ciertamente, y esto había sido admitido, que la Biblia contiene en sus escritos documentos utilizados como fuentes, pero no podía admitirse el reducir su uso a una cita implícita, sin que el autor sagrado asumiese su propia responsabilidad al hacerlo. Era verdad que hay algunos detalles que pueden ser considerados como “aproximaciones” históricas, si se demuestra que lo son. Era verdad, en fin, que siendo falsa una mera apariencia histórica de los relatos, cosa que destruiría la Biblia misma, contienen una historia que no puede entenderse a la manera nuestra simplemente.

Surgió, finalmente, la teoría general de los géneros literarios. Situándose en un plano diverso de aquellas parciales y falseadas, llamó directamente al corazón de las dificultades en la nueva inteligencia de los escritos. Cada escrito y cada autor debía ser entendido conforme a su propia mente al escribir, principio básico de toda correcta interpretación. Pero además tal mente no podía ser entendida sin tener en cuenta, no sólo la clase literaria a que pertenecía el escrito (narrativa, poética, didáctica ...), sino que también debía ser situado necesariamente en su contexto ambiental, tanto cuanto a los hechos contenidos, como cuanto a su modo peculiar de expresarlos ...

Pío XII, en la Encíclica Divino Afflante Spiritu del año 1943, daba impulso decisivo a la teoría de los géneros literarios, con estas palabras que hacen época en la historia de la interpretación de la Escritura, por parte del Magisterio:

"esfuércese por averiguar cuál fue la propia índole y condición de la vida del escritor sagrado, en qué edad floreció, qué fuentes utilizó ya escritas, ya orales, y qué formas de decir empleó. Porque a nadie se oculta que la norma principal de interpretación es aquella en virtud de la cual se averigua con precisión y se define qué es lo que el escritor pretendió decir, como egregiamente lo advierte San Atanasio..."

Pero para alcanzar a comprender bien lo que el escritor quiso decir son necesarias la inteligencia del texto y del ambiente en que se escribió. Sigue el Pontífice:

"Qué quisieron ellos dar a entender con sus palabras, no se determina solamente por las leyes de la gramática o filología ni con sólo el contexto del discurso con lo que se determina qué es lo que ellos quisieron significar con las palabras; sino que es absolutamente necesario que el intérprete se traslade mentalmente a aquellos remotos siglos del Oriente, para que, ayudado convenientemente con los recursos de la historia, arqueología, etnología y de otras disiciplinas, discierna y vea con distinción qué géneros literarios, como dicen, quisieron emplear y de hecho emplearon los escritores de aquella edad vetusta".

Los Métodos Histórico - Críticos en el N.T.

La crítica textual

La Crítica textual del N.T. tiene por objeto fijar, con la mayor exactitud posible, el texto original primitivo de cada uno de los 27 libros del N.T. Crítica textual e historia del texto se relacionan mutuamente y están en íntima interdependencia.

1. Criterios externos

o PRIMERA REGLA: La lección mejor apoyada por testigos es la primitiva.

o SEGUNDA REGLA: Hay que tener en cuenta el parentesco de los manuscritos entre sí.

o TERCERA REGLA: Se deben sopesar particularmente los grupos de testigos confrontándoles con otros.

o CUARTO REGLA: Se deben tener en cuenta el influjo de los paralelos y la influencia ejercida por el texto de los Setenta.

o QUINTA REGLA: Conviene prestar atención a la relación entre las variantes.

2. Criterios internos

o SEXTA REGLA: La lección más difícil es la primitiva.

o SÉPTIMA REGLA: La lección más corta es la primitiva.

o OCTAVA REGLA: Hay que ver si la variante elegida armoniza con el contexto.

o NOVENA REGLA: Por la variante que se ha escogido como preferida se deben explicar las otras variantes.

o DÉCIMA REGLA: Solamente en casos extremos se puede echar mano de la conjetura.


La crítica literaria

La Crítica literaria se aplica a examinar el texto fijado buscando captar en él las peculiaridades e intenciones literarias, esclarecer las peripecias de la composición de cada libro y desvelar el problema de la paternidad del autor.

Crítica literaria, Historia de las Formas, Historia de la Redacción.

La crítica literaria se encuentra en estrecha relación tanto con la historia de las formas como con la historia de la redacción. Pone la crítica literaria los presupuestos y los fundamentos para la labor de los otros métodos de la ciencia neotestamentaria.

Crítica literaria, en cuanto Crítica de las Fuentes

La crítica literaria se puede entender como crítica de las fuentes. Por esta razón en los ejercicios prácticos se toman pasajes de los Evangeliso sinópticos para que, a través de ellos, podamos estudiar la situación de las fuentes y la relación de dependencia literaria entre los tres primeros evangelistas.

Hay un hecho asegurado: los Evangelios sinópticos representan el estadio final de un largo desarrollo cuyas fases se pueden reconstruir son aproximación: la primera fase o la de la formación de la tradición pondríamos inmediatamente a continuación de la muerte y resurrección de Jesús. Eran portadores de ella, y, por lo mismo, custodios de esta tradición los testigos oculares. Sobre todo el círculo de los Doce. Se hace la transmisión primero oralmente, y, por exigencias de propaganda misionera entre los gentiles, se extiende pronto en lengua griega.

La segunda fase de la historia de la tradición se caracteriza por la composición, durante este período, de abundantes colecciones escritas, aunque de dimensiones reducirse. La demostración de ello la apoyamos en que, según se puede comprobar, Mateo y Lucas utilizan fuentes escritas...

La tercera fase o tercer estadio de la historia de la tradición nuestros tres Evangelios sinópticos....

Para la crítica de las fuentes proponemos las siguientes reglas:

1ª La relación de dependencia entre los distintos textos se saca por aquello en que concuerdan. Miradas en conjunto tales coincidencias, pueden obedecer a diferentes causas....

2ª Si las coincidencias nos permiten reconocer el grado de relación de dependencia, las diferencias a su vez delatan el texto que tuvo delante como base. Los cambios introducidos con relación al documento-base pueden agruparse así:

a) Mejoras estilísticas - b) Reducción - c) Ampliación - d) Empalmes - e) Aclaraciones - f) Cambio de sentido.


De los Evangelios al Jesús Histórico

Este autor se plantea el problema de la crítica realizada por el modernismo, acerca de si los Evangelios presentaron fielmente lo que Jesucristo enseñó e hizo, o si la comunidad postpascual modificó la realidad, de manera que lo que los Evangelios nos cuentan no responde a lo que realmente Jesucristo enseñó e hizo.

El problema de la historicidad de los Evangelios

a) Su formulación.

"... Los evangelios son posteriores a Jesús y a su obra, la Iglesia. Los libros “evangelios” surgen en el seno de una Iglesia, ya existente, como la plasmación escrita de una tradición oral previa que recoge y formula una fe en Jesús como Señor ...

Y aquí surge el problema. Cuando la Iglesia, en su estadio primitivo de comunidad naciente, nos presenta a Jesús y su fe en él como Mesías, Cristo, Señor, ¿cómo distinguir lo que pertenece al Jesús histórico de Nazaret: sus hechos, sus palabras, su doctrina, de lo que es interpretación de la Iglesia, plasmada en una formulación escrita después de las vicisitudes de una tradición oral previa? ... ¿No se ha tergiversado, a través de una tradición, los hechos y palabras de Jesús? Entre los dos extremos, Jesús de Nazaret y la imagen que nosotros tenemos de él, está de por medio la presentación que nos hacen los evangelios ... el problema de la historicidad de los evangelios se formula así: el Cristo de nuestra fe, ¿corresponde al Jesús de la historia?..."

Esto que nos presenta Caba en esta obra, no es otra cosa que formular en forma de cuestión, lo que el modernismo afirma. Trata, pues, aunque no lo diga, plantearse y dar respuesta a la formulación del modernismo.

Caba, en esta obra, considera dos tipos de respuesta, de las que una de ellas, afirmada tradicionalmente no le satisface. Prescindiendo del acierto o desacierto del autor transcribimos estas dos posturas que examina Caba.

b) Una posición incompleta

"... Establecida una afirmación inicial sobre la genuidad de los evangelios, previa al problema de la historicidad, es decir, que los autores de los evangelios son Mateo, Marcos, Lucas y Juan, se pasaba a la prueba de la historicidad de estos evangelios poniendo a estos autores como testigos inmediatos o mediatos de lo que escribían. Al estar estos testigos dotados de unas cualidades tan excelentes de veracidad, sinceridad y bondad que llegaron a dar su vida por defender lo que escribieron, parecía lógico concluir que todo lo que escribieron sucedió así, era histórico.

Semejante enfoque es cierto en lo que afirma, pero incompleto por lo que elude.... Entre la redacción definitiva de los evangelios cual la formularon los autores y Jesús, hay toda una tradición intermedia. ..."

c) Posibles obstáculos de historicidad

"El problema que puede crear la existencia de semejante tradición toma mayor relieve aún cuando se constata que esta tradición intermedia adquiere diversos matices en relatos conservados por los evangelistas.... Junto con este factor de tradición hay otros elementos como serían el género literario de los relatos, el simbolismo encerrado en algunas escenas que podrían presentarse como obstáculo para llegar a alcanzar el hecho histórico. ... Si los evangelistas escriben en un sentido apologético, ¿hasta qué punto se puede hablar aún de libros históricos? ... ¿son las profecías las que iluminan los hechos o son los relatos los que están elaborados bajo el influjo de las profecías?"

d) Posible vía de solución

"... la vía de solución al problema de la historicidad no puede ser la posición incompleta antes aludida. Ésta habrá que conservarla, pero completada, estableciendo una línea ascensional que una la estructuración redaccional de los evangelios pasando por la tradición hasta llegar al Jesús histórico".

"Este será, pues, el proceso a seguir: en unas cuestiones preliminares se verá, junto con el contenido del problema de la historicidad, el punto de arranque de esta problemática hasta llegar a su última formulación (C.1); la actitud que la Iglesia ha tenido y tiene ante ello, especialmente puesta de relieve en el Concilio Vaticano II en la constitución dogmática Dei Verbum (C.2); los autores de los evangelios y lo que sobre ellos se puede saber a partir de la tradición subapostólica confirmada por el análisis interno de los mismos evangelios (C.3) ... La marcha ascensional nuestra hacia Jesús nos dará el proceso lógico que se ha de seguir para conocer cuál ha sido la formación real de los evangelios ... En los cuatro evangelios se puede observar un núcleo, común denominador a todos ellos (C.4) ... este núcleo se encuentra revestido con diversidad de redacciones y presentación, no ya sólo en la forma externa de lenguaje y estilo (C.5), sino también en el enfoque mismo y estructuración redaccional del conjunto (C.6). A partir de estas redacciones diversas se pueden constatar tradiciones distintas (C.7) y distinguir en ellas el medio ambiente vital de la comunidad primitiva en el que se han plasmado las tradiciones (C.8) ... se deja entrever el núcleo de una comunidad prepascual que tiene acceso y vive en torno al Jesús histórico (C.9).


Origen del problema de la historicidad de los evangelios

El formularse la pregunta si el Jesús histórico y su mensaje tiene algún sentido para la fe cristiana puede parecer un absurdo para quien no conoce la controversia. ... la posición de Bultmann, resumida así por J.Jeremías: “La historia de Jesús pertenece para Bultmann a la historia del judaísmo, no del cristianismo. Este gran profeta judío tiene ciertamente un interés histórico para la teología del N.T., pero no tiene ninguna significación, no puede tenerla, para la fe cristiana, pues el cristianismo comenzó por primera vez en Pascua”.

a) Hasta el siglo XVIII

Este problema de la historicidad de los evangelios es relativamente reciente. Hasta el siglo XVIII apenas si se ha dudado de su valor histórico. Siempre se creyó que estos libros, por los autores que los escribieron y su naturaleza misma, nos cuentan fielmente los hechos y dichos de Jesús. La preocupación exegética se centraba, no en torno a la historicidad, sino en mostrar la carencia de contradicción entre los cuatro evangelios. ... Hacia el año 400, S. Agustín escribe De consensu evangelisticum libri quattor, mostrando que las aparentes contradicciones de los cuatro evangelios no son tales...

b) A partir del siglo XVIII

El punto del problema del Jesús histórico data precisamente del año 1778. En el siglo XVIII se inicia (?) con Kant el racionalismo filosófico y con Schleiermacher el teológico.


Explicación del fraude y explicación naturalista

H.S. Reimarus introduce en el campo de la exégesis un racionalismo exacerbado, destructor de principios fundamentales. Con él se establece una disociación entre el Jesús histórico y el Cristo proclamado por los evangelios y la Iglesia. ... Reimarus distingue entre la finalidad pretendida por Jesús y por sus discípulos. Jesús era un Mesías político ilusionado por implantar un reino terreno y librar a los judíos del yugo extranjero. Jesús fracasó en su obra ... Ellos no quisieron volver a sus primitivas ocupaciones; roban el cadáver de Jesús e inventan el mensaje de su resurrección y futura venida. La predicación de los discípulos está sellada por un auténtico fraude. ...

G. Paulus (1761-1851) rechaza la posición de Reimarus. El supone la narración de los evangelios plenamente objetiva. Los hechos se explican de modo natural. Así p.e., la multiplicación de los panes implica, sin más, una distribución de alimentos realizada por Jesús y sus discípulos; en la resurrección de Lázaro y de Jesús no hay nada extraordinario porque ninguno de los dos estaba muerto. Jesús fue reanimado por el frío de la piedra...

Explicación del mito

F.Strauss, con la publicación de la vida de Jesús en 1835, inicia un nuevo derrotero en el proceso explicativo del Jesús histórico: la teoría del mito. Según él, para explicar la vida de Jesús no hay que recurrir a lo sobrenatural, como hacen los dogmáticos, ni al fraude de Reimarus ni a la explicación naturalista de Paulus. Toda la narración evangélica es como la conclusión de una leyenda que se desenvuelve ...


Actitud crítica

F. Ch. Baur, fundador de la escuela de Tubinga, quiere establecer un estudio crítico de los evangelios; pero, en realidad, su postura no es sino una explicación de los evangelios por una ficticia oposición entre dos facciones de la primitiva Iglesia: petrismo y paulinismo. Influenciado por la filosofía hegeliana, considera a la Iglesia como una expresión sintética de dos actitudes: una tendencia judaizante, simbolizada en Pedro ... y otra de antítesis, de tendencia universalizante encarnada en Pablo con su apertura a los gentiles y su evangelio de la incircuncisión ...

a) Teoría de las dos fuentes

Ch. Weisse y G. Wilke: los evangelios hay que estudiarlos a partir de dos fuentes de donde brota toda la tradición evangélica: el evangelio de Marcos y una colección de sentencias. A base de estas dos fuentes se han formado los otros evangelios ... La postura de Holtmann es: para construir una historia de Jesús hay que prescindir de Juan, Mateo y Lucas ...

b) Más allá de la teoría de las dos fuentes

En 1901 W.Wrede lanza su tesis sobre el evangelio de Marcos. No lo considera como libro histórico, como narración más próxima a la realidad, sino como un relato elaborado por motivos teológicos. Se basa en el hecho de la imposición de secreto ... Esta tensión existente entre la “realidad” y el “secreto”, Wrede la explica porque Marcos no fue un historiador, sino un teólogo. ... Esta fe de la comunidad primitiva es la que ha elaborado el tema del secreto mesiánico recogido por Marcos. La Iglesia primitiva, con este subterfugio del secreto, según G Minette de Tillesse, “se esfuerza por equilibrar la diferencia existente entre su fe pascual y el Jesús histórico. Jesús jamás tuvo conciencia de Mesías. El no habló jamás de ello...”...


c) La historia de las formas

Martin Kähler, en 1892, había ya contrapuesto ya el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. En 1901 Wrede, con su teoría del secreto mesiánico, “cree haber encontrado el punto preciso en el que la fe (el “mito”) se superpone a la historia” ... Ya no se pretende hacer el estudio de los evangelios a partir de dos fuentes primeras: Marcos y los  como documentos literarios, sino que, remontando la frialdad escrita de los documentos, se quiere rehacer la prehistoria de los evangelios en el ambiente cálido de una tradición vivida y transmitida por la comunidad ... se intenta reconstruir el ambiente comunitario donde cada unidad o forma literaria ha surgido. ... Esta escuela exegética, llamada “Historia de las formas”, en su aplicación concreta a los evangelios, tiene sus más renombrados representantes e iniciadores en K.L. Schmidt, M.Dibelius, R.Bultmann.

1º K.L. Schmidt, en 1919, con su obra Der Rahmen der Gerschichte Jesu, abría ese nuevo derrotero en el estudio de los evangelios “detrás de nuestros evangelios hay determinados relatos, transmitidos oralmente, que los evangelistas los han unido secundariamente por motivos positivos y prácticos sin tener un conocimiento del conjunto histórico”....

2º M.Dibelius, en el mismo año 1919, hacía pública la primera edición de su obra Die Formgeschichte des Evangeliums... Las formas literarias usadas en los evangelios son clasificadas por Dibelius en : Paradigmas- Novelle- Legende- Mito.

 Los Paradigmas son relatos breves, provenientes de la predicación. Es una narración donde el punto saliente es un hecho o dicho de Jesús, usado como modelo. (...)

 Las Novelle. Provienen de una época en que se quiere conocer una vida más detallada de Jesús. Mientras que los paradigmas venían... de la predicación, las Novelle suponen unos maestros o narradores que amplían la tradición evangélica.

 Las Legende... son historias piadosas... distingue dos clases de Legende: unas personales, en las que se muestra el interés por los hechos y destino de un hombre santo, y otras etiológicas, en las que se quiere fundamentar con algún relato el significado que posee un día santo. (...)

 El Mito. Historias que de algún modo cuentan la intervención relacional de los dioses... Los mitos cristianos representarían el ser y actuación de un Dios desconocido cuyo nombre fue Jesús o las epifanías de este Hijo de Dios celebradas en el culto y proclamadas en la predicación.

 Las palabras de Jesús las denomina parénesis y las divide en seis grupos: palabras sapienciales, palabras figuradas, parábolas, llamamientos proféticos, mandamientos breves, mandamientos desarrollados (...)

3º Bultmann. En 1921 publica la primera edición de su obra Die Gerschichte der synoptischen Tradition. En el estudio que hace de los evangelios sigue un procedimiento inverso al empleado por Dibelius. Mientras que Dibelius, a partir de la vida de la comunidad, deduce “a priori” las formas literarias usadas por ella, Bultmann procede por una inducción “a posteriori”; a partir de las formas literarias contenidas en el Evangelio, concluye el interés que animaba a la comunidad.

Las palabras de Jesús, un género especial de palabras que califica de Apotegma, que constituyen un logion encuadrado en un pequeño marco escénico de carácter manifiestamente secundario... Los Apotegmas los divide según diversos aspectos: apotegmas polémicos y didáscalidos, motivados o por una curación realizada por Jesús, o por el comportamiento de Jesús y sus discípulos, o por una pregunta hecha a Jesús por los discípulos u otros, o bien por una pregunta hecha por los mismos adversarios ...

Estas palabras del Señor las reúne en tres grupos: sapienciales - proféticas - legislativas...

En la parte narrativa Bultmann distingue, por una parte, narraciones milagrosas que tratan de curaciones o de milagros que giran en torno a la naturaleza, y por otra parte, alude a narraciones con trazos legendarios cuya característica principal no es precisamente su faceta histórica, sino su aspecto religioso edificante.

4º Común denominador de la “historia de las formas”... Su trabajo ha insistido particularmente en buscar el marco, el ambiente, el “Sitz im leben” en que se ha desarrollado cada uno de los fragmentos del conjunto. Este marco no es precisamente las circunstancias en que se desenvolvió la vida de Jesús, sino las condiciones de vida religiosa de la primitiva comunidad... es el postulado sociológico... Junto a este principio fundamental existe otro postulado literario por el que los evangelistas ... no son considerados como verdaderos autores, sino como meros compiladores de un material preexistente creado por la comunidad. El resultado final es una negación del valor histórico de los evangelios en cuanto que no hay una línea de continuidad entre el Jesús de Nazaret y el Cristo creído y creado por la comunidad.

5º Actitud ante “el método historia de las formas”. Recogiendo toda esta orientación del “método historia de las formas”, la P.C.B., en su Instrucción sobre la verdad histórica de los evangelios del 21 de abril de 1964, emite un juicio sobre dicho método.


Juicio de la PCB sobre “El método de la Historia de las Formas”


a) Aspectos negativos

“Con frecuencia el mencionado método está implicado con principios filosóficos y teológicos no admisibles, que vician muchas veces tanto el método mismo como sus conclusiones en materia literaria. De hecho, algunos fautores de este método, movidos por prejuicios racionalistas, rehusan reconocer la existencia del orden sobrenatural y la intervención de un Dios personal en el mundo, realizada mediante la revelación propiamente dicha, y asimismo la posibilidad de los milagros y profecías. Otros parten de una falsa noción de la fe, como se ésta no cuidase de la verdad histórica o fuera con ella incompatible. Otros niegan a priori el valor e índole histórica de los documentos de la Revelación. Otros, finalmente, no apreciando la autoridad de los apóstoles, en cuanto testigos de Cristo, ni su influjo y oficio en la comunidad primitiva, exageran el poder creador de dicha comunidad. Todas estas cosas no sólo son contrarias a la doctrina católica, sino que también carecen de fundamento científico y se apartan de los rectos principios del método histórico”.

b) Aspectos positivos

“Donde convenga, le será lícito al exégeta examinar los eventuales elementos positivos ofrecidos por el método de la historia de las formas, empleándolo debidamente para un más amplio conocimiento de los evangelios”

Resumen

El Método llamado de la Historia de las Formas se ve implicado con principios filosóficos y teológicos no admisibles, que vician muchas veces tanto el método mismo como sus conclusiones en materia literaria.

Entre estos principios filosóficos y teológicos inadmisibles, se pueden citar los siguientes:

- Niegan reconocer la existencia de un orden sobrenatural
- Niegan la intervención de Dios en el mundo
- Niegan la posibilidad de milagros y profecías
- Noción errónea de la fe
- Niegan "A PRIORI" el valor histórico
- Exageran el poder creador de la comunidad
- Posibilidad de ser utilizado el método
- Donde convenga el método se usará pero depurado de esos prejuicios.

martes, 19 de enero de 2010

CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI VERBUM SOBRE LA DIVINA REVELACIÓN

INDICE
PROEMIO 2

CAPÍTULO I.- LA REVELACIÓN EN SÍ MISMA 2
Naturaleza y objeto de la revelación 2
Preparación de la revelación evangélica 2
En Cristo culmina la revelación 3
La revelación hay que recibirla con fe 3
Las verdades reveladas 3

CAPITULO II.- TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN DIVINA 3
Los Apóstoles y sus sucesores, heraldos del Evangelio 3
La Sagrada Tradición 4
Mutua relación entre la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura 4
Relación de una y otra con toda la Iglesia y con el Magisterio 5

CAPÍTULO III.- INSPIRACIÓN DIVINA DE LA SAGRADA ESCRITURA Y SU INTERPRETACIÓN 5
Se establece el hecho de la inspiración y de la verdad de la Sagrada Escritura 5
Cómo hay que interpretar la Sagrada Escritura 6
Condescendencia de Dios 6

CAPÍTULO IV.- EL ANTIGUO TESTAMENTO 6
La historia de la salvación consignada en los libros del Antiguo Testamento 6
Importancia del Antiguo Testamento para los cristianos 7
Unidad de ambos Testamentos 7

CAPÍTULO V.- EL NUEVO TESTAMENTO 7
Excelencia del Nuevo Testamento 7
Origen apostólico de los Evangelios 7
Carácter histórico de los Evangelios 8
Los restantes escritos del Nuevo Testamento 8

CAPÍTULO VI.- LA SAGRADA ESCRITURA EN LA VIDA DE LA IGLESIA 8
La Iglesia venera las Sagradas Escrituras 8
Se recomiendan las traducciones bien cuidadas 9
Deber de los católicos doctos 9
Importancia de la Sagrada Escritura para la Teología 9
Se recomienda la lectura asidua de la Sagrada Escritura 9

EPÍLOGO 10

CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI VERBUM SOBRE LA DIVINA REVELACIÓN

PROEMIO
1. El Santo Concilio, escuchando religiosamente la palabra de Dios y proclamándola confiadamente, hace suya la frase de San Juan, cuando dice: "Os anunciamos la vida eterna, que estaba en el Padre y se nos manifestó: lo que hemos visto y oído os lo anunciamos a vosotros, a fin de que viváis también en comunión con nosotros, y esta comunión nuestra sea con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Jn., 1,2-3). Por tanto, siguiendo las huellas de los Concilios Tridentino y Vaticano I, se propone exponer la doctrina genuina sobre la divina revelación y sobre su transmisión para que todo el mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvación; creyendo, espere, y esperando, ame.

CAPÍTULO I.- LA REVELACIÓN EN SÍ MISMA
Naturaleza y objeto de la revelación
2. Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía.
Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación.
Preparación de la revelación evangélica
3. Dios, creándolo todo y conservándolo por su Verbo, da a los hombres testimonio perenne de sí en las cosas creadas, y, queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó, además, personalmente a nuestros primeros padres ya desde el principio. Después de su caída alentó en ellos la esperanza de la salvación, con la promesa de la redención, y tuvo incesante cuidado del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras. En su tiempo llamó a Abraham para hacerlo padre de un gran pueblo, al que luego instruyó por los Patriarcas, por Moisés y por los Profetas para que lo reconocieran Dios único, vivo y verdadero, Padre providente y justo juez, y para que esperaran al Salvador prometido, y de esta forma, a través de los siglos, fue preparando el camino del Evangelio.
En Cristo culmina la revelación
4. Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los Profetas, "últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo". Pues envió a su Hijo, es decir, al Verbo eterno, que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios; Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, "hombre enviado, a los hombres", "habla palabras de Dios" y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió. Por tanto, Jesucristo -ver al cual es ver al Padre-, con su total presencia y manifestación personal, con palabras y obras, señales y milagros, y, sobre todo, con su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos; finalmente, con el envío del Espíritu de verdad, completa la revelación y confirma con el testimonio divino que vive en Dios con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna.
La economía cristiana, por tanto, como alianza nueva y definitiva, nunca cesará, y no hay que esperar ya ninguna revelación pública antes de la gloriosa manifestación de nuestro Señor Jesucristo (cf. 1 Tim., 6,14; Tit., 2,13).
La revelación hay que recibirla con fe
5. Cuando Dios revela hay que prestarle "la obediencia de la fe", por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios prestando "a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad", y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por El. Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios, que previene y ayuda, a los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da "a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad". Y para que la inteligencia de la revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones.
Las verdades reveladas
6. Mediante la revelación divina quiso Dios manifestarse a Sí mismo y los eternos decretos de su voluntad acerca de la salvación de los hombres, "para comunicarles los bienes divinos, que superan totalmente la comprensión de la inteligencia humana".
Confiesa el Santo Concilio "que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con seguridad por la luz natural de la razón humana, partiendo de las criaturas"; pero enseña que hay que atribuir a Su revelación "el que todo lo divino que por su naturaleza no sea inaccesible a la razón humana lo pueden conocer todos fácilmente, con certeza y sin error alguno, incluso en la condición presente del género humano.
CAPITULO II.- TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN DIVINA
Los Apóstoles y sus sucesores, heraldos del Evangelio
7. Dispuso Dios benignamente que todo lo que había revelado para la salvación de los hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las generaciones. Por ello Cristo Señor, en quien se consuma la revelación total del Dios sumo, mandó a los Apóstoles que predicaran a todos los hombres el Evangelio, comunicándoles los dones divinos. Este Evangelio, prometido antes por los Profetas, lo completó El y lo promulgó con su propia boca, como fuente de toda la verdad salvadora y de la ordenación de las costumbres. Lo cual fue realizado fielmente, tanto por los Apóstoles, que en la predicación oral comunicaron con ejemplos e instituciones lo que habían recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, o habían aprendido por la inspiración del Espíritu Santo, como por aquellos Apóstoles y varones apostólicos que, bajo la inspiración del mismo Espíritu, escribieron el mensaje de la salvación.
Mas para que el Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia, los Apóstoles dejaron como sucesores suyos a los Obispos, "entregándoles su propio cargo del magisterio". Por consiguiente, esta sagrada tradición y la Sagrada Escritura de ambos Testamentos son como un espejo en que la Iglesia peregrina en la tierra contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta que le sea concedido el verbo cara a cara, tal como es (cf. 1 Jn., 3,2).
La Sagrada Tradición
8. Así, pues, la predicación apostólica, que está expuesta de un modo especial en los libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua. De ahí que los Apóstoles, comunicando lo que de ellos mismos han recibido, amonestan a los fieles que conserven las tradiciones que han aprendido o de palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por la fe que se les ha dado una vez para siempre. Ahora bien, lo que enseñaron los Apóstoles encierra todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente su fe, y de esta forma la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que cree.
Esta Tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo: puesto que va creciendo en la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su corazón y, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir, la Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios.
Las enseñanzas de los Santos Padres testifican la presencia viva de esta tradición, cuyos tesoros se comunican a la práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante. Por esta Tradición conoce la Iglesia el Canon íntegro de los libros sagrados, y la misma Sagrada Escritura se va conociendo en ella más a fondo y se hace incesantemente operativa, y de esta forma, Dios, que habló en otro tiempo, habla sin intermisión con la Esposa de su amado Hijo; y el Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (cf. Col., 3,16)
Mutua relación entre la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura
9. Así, pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo para que, con la luz del Espíritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicación; de donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de piedad.
Relación de una y otra con toda la Iglesia y con el Magisterio
10. La Sagrada Tradición, pues, y la Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia; fiel a este depósito todo el pueblo santo, unido con sus pastores en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, persevera constantemente en la fracción del pan y en la oración (cf. Act., 8,42), de suerte que prelados y fieles colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la profesión de la fe recibida.
Pero el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer.
Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas.
CAPÍTULO III.- INSPIRACIÓN DIVINA DE LA SAGRADA ESCRITURA Y SU INTERPRETACIÓN
Se establece el hecho de la inspiración y de la verdad de la Sagrada Escritura
11. Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. La santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y canónicos los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia. Pero en la redacción de los libros sagrados, Dios eligió a hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando El en ellos y por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería.
Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse como afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras que nuestra salvación. Así, pues, "toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y equipado para toda obra buena" (2 Tim., 3,16-17).
Cómo hay que interpretar la Sagrada Escritura
12. Habiendo, pues, hablado Dios en la Sagrada Escritura por hombres y a la manera humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que El quiso comunicarnos, debe investigar con atención lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos.
Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que atender a "los géneros literarios". Puesto que la verdad se propone y se expresa de maneras diversas en los textos de diverso género: histórico, profético, poético o en otros géneros literarios. Conviene, además, que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo de los hombres.
Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuanta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe. Es deber de los exegetas trabajar según estas reglas para entender y exponer totalmente el sentido de la Sagrada Escritura, para que, como en un estudio previo, vaya madurando el juicio de la Iglesia. Por que todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios.
Condescendencia de Dios
13. En la Sagrada Escritura, pues, se manifiesta, salva siempre la verdad y la santidad de Dios, la admirable "condescendencia" de la sabiduría eterna, "para que conozcamos la inefable benignidad de Dios, y de cuánta adaptación de palabra ha uso teniendo providencia y cuidado de nuestra naturaleza". Porque las palabras de Dios expresadas con lenguas humanas se han hecho semejantes al habla humana, como en otro tiempo el Verbo del Padre Eterno, tomada la carne de la debilidad humana, se hizo semejante a los hombres.
CAPÍTULO IV.- EL ANTIGUO TESTAMENTO
La historia de la salvación consignada en los libros del Antiguo Testamento
14. Dios amantísimo, buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el género humano, con singular favor se eligió un pueblo, a quien confió sus promesas. Hecho, pues, el pacto con Abraham y con el pueblo de Israel por medio de Moisés, de tal forma se reveló con palabras y con obras a su pueblo elegido como el único Dios verdadero y vivo, que Israel experimentó cuáles eran los caminos de Dios con los hombres, y, hablando el mismo Dios por los Profetas, los entendió más hondamente y con más claridad de día en día, y los difundió ampliamente entre las gentes.
La economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne: "Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza, fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes en la esperanza" (Rom. 15,4).
Importancia del Antiguo Testamento para los cristianos
15. La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para preparar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida de Cristo redentor universal y la del Reino Mesiánico, mas los libros del Antiguo Testamento manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del hombre, y las formas de obrar de Dios justo y misericordioso con los hombres, según la condición del género humano en los tiempos que precedieron a la salvación establecida por Cristo. Estos libros, aunque contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos, demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina. Por tanto, los cristianos han de recibir devotamente estos libros, que expresan el sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca de Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros admirables de oración, y en los que, por fin, está latente el misterio de nuestra salvación.
Unidad de ambos Testamentos
16. Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas tan sabiamente que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo y el Antiguo está patente en el Nuevo. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo Testamento en su sangre, no obstante los libros del Antiguo Testamento recibidos íntegramente en la proclamación evangélica, adquieren y manifiestan su plena significación en el Nuevo Testamento, ilustrándolo y explicándolo al mismo tiempo.
CAPÍTULO V.- EL NUEVO TESTAMENTO
Excelencia del Nuevo Testamento
17. La palabra divina que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree, se presenta y manifiesta su vigor de manera especial en los escritos del Nuevo Testamento. Pues al llegar la plenitud de los tiempos el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Cristo instauró el Reino de Dios en la tierra, manifestó a su Padre y a Sí mismo con obras y palabras y completó su obra con la muerte, resurrección y gloriosa ascensión, y con la misión del Espíritu Santo. Levantado de la tierra, atrae a todos a Sí mismo, El, el único que tiene palabras de vida eterna. Pero este misterio no fue descubierto a otras generaciones, como es revelado ahora a sus santos Apóstoles y Profetas en el Espíritu Santo, para que predicaran el Evangelio, suscitaran la fe en Jesús, Cristo y Señor, y congregaran la Iglesia. De todo lo cual los escritos del Nuevo Testamento son un testimonio perenne y divino.
Origen apostólico de los Evangelios
18. Nadie ignora que entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los Evangelios ocupan, con razón, el lugar preeminente, puesto que son el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador.
La Iglesia siempre ha defendido y defiende que los cuatro Evangelios tienen origen apostólico. Pues lo que los Apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo, ellos y los varones apostólicos nos lo transmitieron por escrito, fundamento de la fe, es decir, el Evangelio en cuatro redacciones, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Carácter histórico de los Evangelios
19. La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo. Los Apóstoles, ciertamente, después de la ascensión del Señor, predicaron a sus oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de verdad. Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la condición de las Iglesias, reteniendo por fin la forma de proclamación de manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús. Escribieron, pues, sacándolo ya de su memoria o recuerdos, ya del testimonio de quienes "desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra" para que conozcamos "la verdad" de las palabras que nos enseñan (cf. Lc., 1,2-4).
Los restantes escritos del Nuevo Testamento
20. El Canon del Nuevo Testamento, además de los cuatro Evangelios, contiene también las cartas de San Pablo y otros libros apostólicos escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, con los cuales, según la sabia disposición de Dios, se confirma todo lo que se refiere a Cristo Señor, se declara más y más su genuina doctrina, se manifiesta el poder salvador de la obra divina de Cristo, y se cuentan los principios de la Iglesia y su admirable difusión, y se anuncia su gloriosa consumación.
El Señor Jesús, pues, estuvo con los Apóstoles como había prometido y les envió el Espíritu Consolador, para que los introdujera en la verdad completa (cf. Jn., 16,13).
CAPÍTULO VI.- LA SAGRADA ESCRITURA EN LA VIDA DE LA IGLESIA
La Iglesia venera las Sagradas Escrituras
21. la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia. Siempre las ha considerado y considera, juntamente con la Sagrada Tradición, como la regla suprema de su fe, puesto que, inspiradas por Dios y escritas de una vez para siempre, comunican inmutablemente la palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del Espíritu Santo en las palabras de los Profetas y de los Apóstoles.
Es necesario, por consiguiente, que toda la predicación eclesiástica, como la misma religión cristiana, se nutra de la Sagrada Escritura, y se rija por ella. Porque en los sagrados libros el Padre que está en los cielos se dirige con amor a sus hijos y habla con ellos; y es tanta la eficacia que radica en la palabra de Dios, que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos, alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual. Muy a propósito se aplican a la Sagrada Escritura estas palabras: "Pues la palabra de Dios es viva y eficaz", "que puede edificar y dar la herencia a todos los que han sido santificados".
Se recomiendan las traducciones bien cuidadas
22. Es conveniente que los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada Escritura. Por ello la Iglesia ya desde sus principios, tomó como suya la antiquísima versión griega del Antiguo Testamento, llamada de los Setenta, y conserva siempre con honor otras traducciones orientales y latinas, sobre todo la que llaman Vulgata. Pero como la palabra de Dios debe estar siempre disponible, la Iglesia procura, con solicitud materna, que se redacten traducciones aptas y fieles en varias lenguas, sobre todo de los textos primitivos de los sagrados libros. Y si estas traducciones, oportunamente y con el beneplácito de la Autoridad de la Iglesia, se llevan a cabo incluso con la colaboración de los hermanos separados, podrán usarse por todos los cristianos.
Deber de los católicos doctos
23. La esposa del Verbo Encarnado, es decir, la Iglesia, enseñada por el Espíritu Santo, se esfuerza en acercarse, de día en día, a la más profunda inteligencia de las Sagradas Escrituras, para alimentar sin desfallecimiento a sus hijos con la divina enseñanzas; por lo cual fomenta también convenientemente el estudio de los Santos Padres, tanto del Oriente como del Occidente, y de las Sagradas Liturgias.
Los exegetas católicos, y demás teólogos, deben trabajar, aunando diligentemente sus fuerzas, para investigar y proponer las Letras divinas, bajo la vigilancia del Sagrado Magisterio, con los instrumentos oportunos, de forma que el mayor número posible de ministros de la palabra puedan repartir fructuosamente al Pueblo de Dios el alimento de las Escrituras, que ilumine la mente, robustezca las voluntades y encienda los corazones de los hombres en el amor de Dios.
El Sagrado Concilio anima a los hijos de la Iglesia dedicados a los estudios bíblicos, para que la obra felizmente comenzada, renovando constantemente las fuerzas, la sigan realizando con todo celo, según el sentir de la Iglesia.
Importancia de la Sagrada Escritura para la Teología
24. La Sagrada Teología se apoya, como en cimientos perpetuos, en la palabra escrita de Dios, al mismo tiempo que en la Sagrada Tradición, y con ella se robustece firmemente y se rejuvenece de continuo, investigando a la luz de la fe toda la verdad contenida en el misterio de Cristo. Las Sagradas Escrituras contienen la palabra de Dios y, por ser inspiradas, son en verdad la palabra de Dios; por consiguiente, el estudio de la Sagrada Escritura ha de ser como el alma de la Sagrada Teología. También el ministerio de la palabra, esto es, la predicación pastoral, la catequesis y toda instrucción cristiana, en que es preciso que ocupe un lugar importante la homilía litúrgica, se nutre saludablemente y se vigoriza santamente con la misma palabra de la Escritura.
Se recomienda la lectura asidua de la Sagrada Escritura
25. Es necesario, pues, que todos los clérigos, sobre todo los sacerdotes de Cristo y los demás que como los diáconos y catequistas se dedican legítimamente al ministerio de la palabra, se sumerjan en las Escrituras con asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno de ellos resulte "predicador vacío y superfluo de la palabra de Dios que no la escucha en su interior", puesto que debe comunicar a los fieles que se le han confiado, sobre todo en la Sagrada Liturgia, las inmensas riquezas de la palabra divina.
De igual forma el Santo Concilio exhorta con vehemencia a todos los cristianos en particular a los religiosos, a que aprendan "el sublime conocimiento de Jesucristo", con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. "Porque el desconocimiento de las Escrituras es desconocimiento de Cristo". Lléguense, pues, gustosamente, al mismo sagrado texto, ya por la Sagrada Liturgia, llena del lenguaje de Dios, ya por la lectura espiritual, ya por instituciones aptas para ello, y por otros medios, que con la aprobación o el cuidado de los Pastores de la Iglesia se difunden ahora laudablemente por todas partes. Pero no olviden que debe acompañar la oración a la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable diálogo entre Dios y el hombre; porque "a El hablamos cuando oramos, y a El oímos cuando leemos las palabras divinas.
Incumbe a los prelados, "en quienes está la doctrina apostólica, instruir oportunamente a los fieles a ellos confiados, para que usen rectamente los libros sagrados, sobre todo el Nuevo Testamento, y especialmente los Evangelios por medio de traducciones de los sagrados textos, que estén provistas de las explicaciones necesarias y suficientes para que los hijos de la Iglesia se familiaricen sin peligro y provechosamente con las Sagradas Escrituras y se penetren de su espíritu.
Háganse, además, ediciones de la Sagrada Escritura, provistas de notas convenientes, para uso también de los no cristianos, y acomodadas a sus condiciones, y procuren los pastores de las almas y los cristianos de cualquier estado divulgarlas como puedan con toda habilidad.
EPÍLOGO
26. Así, pues, con la lectura y el estudio de los Libros Sagrados "la palabra de Dios se difunda y resplandezca" y el tesoro de la revelación, confiado a la Iglesia, llene más y más los corazones de los hombres. Como la vida de la Iglesia recibe su incremento de la renovación constante del misterio Eucarístico, así es de esperar un nuevo impulso de la vida espiritual de la acrecida veneración de la palabra de Dios que "permanece para siempre" (Is., 40,8; cf. 1 Pe., 1,23-25).
Todas y cada una de las cosas contenidas en esta Constitución Dogmática han obtenido el beneplácito de los Padres del Sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la potestad apostólica recibida de Cristo, juntamente con los Venerables Padres, las aprobamos, decretamos y establecemos en el Espíritu Santo, y mandamos que lo así decidido conciliarmente sea promulgado para gloria de Dios.
Roma, en San Pedro, 18 de noviembre de 1965.

Yo, PABLO, Obispo de la Iglesia católica.

lunes, 21 de diciembre de 2009

EGUBERI ON - FELIZ NAVIDAD


LA VERDAD HISTÓRICA DE LOS EVANGELIOS

Instrucción «Sancta Mater Ecclesia» de la PCB

La santa madre Iglesia, «columna y fundamento de la verdad»[1], en su misión de proporcionar la salvación a las almas, se ha servido siempre de la Sagrada Escritura y siempre la ha defendido de toda falsa interpretación. Y puesto que no faltan nunca cuestiones com­plejas, el exegeta católico, en la exposición de la palabra divina y en la resolución de las dificultades que se le ofrecen, no debe nunca desfallecer; antes bien, trate con todo empeño de hacer cada vez más claro el sentido genuino de las Escrituras, confiando no tanto en sus fuerzas, sino más bien en la ayuda de Dios y en la luz de la Iglesia.

Es una gran satisfacción que hoy se encuentren no pocos hijos de la Iglesia que, expertos en las ciencias bíblicas, de acuerdo con las exigencias de nuestro tiempo, siguiendo las exhortaciones de los Sumos Pontífices, se dedican con incansable esfuerzo a esta ardua y grave tarea. «Recuerden todos los hijos de la Iglesia que están obligados a juzgar no sólo con justicia, sino también con suma ca­ridad, los esfuerzos y las fatigas de estos valerosos obreros de la viña del Señor»[2], pues incluso intérpretes de fama notoria, como el mis­mo San Jerónimo, solamente consiguieron un éxito relativo en sus tentativas de resolver las cuestiones de mayor dificultad[3]. Procú­rese que, «en el ardor de las disputas, no se sobrepasen los límites de la mutua caridad, ni se dé la impresión en la polémica de poner en duda las mismas verdades reveladoras y las divinas tradiciones. Pues sin la concordia de los ánimos y sin el respeto indiscutible de los principios, no hay que esperar grandes progresos en esta disci­plina, en los diversos estudios de muchos»[4].

El esfuerzo de los exegetas es hoy mucho más necesario, por cuanto que se van difundiendo muchos escritos en los que se pone en duda la verdad de los dichos y de los hechos contenidos en los evangelios. Movida por estos motivos, la Pontificia Comisión para Estudios Bíblicos, para cumplir la tarea que los Sumos Pontífices le han encomendado, ha creído oportuno exponer e inculcar cuanto sigue.

1. Que el exegeta católico, bajo la guía del magisterio eclesiás­tico, aproveche todos los resultados conseguidos por los exegetas que le han precedido, especialmente por los Santos Padres y los Doctores de la Iglesia, sobre la inteligencia del texto sagrado y se dedique a proseguir su obra. Con el fin de poner a plena luz la ver­dad y la autoridad de los evangelios, siguiendo fielmente las normas de la hermenéutica racional y católica, será diligente en servirse de los nuevos medios de exégesis, especialmente de los ofrecidos por el método histórico universalmente considerado. Este método estu­dia con atención las fuentes, define su naturaleza-y-valor- sirviéndose de la crítica del texto, de la crítica literaria y del conocimiento de las lenguas. El exegeta pondrá en práctica la recomendación de Pío XII, de v. m., que le obliga a «prudentemente... buscar cuanto la forma de la expresión o el género literario adoptado por el hagiógrafo pueda llevar a su recta y genuina interpretación; debe estar persuadido de que esta parte de su oficio no puede ser descuidada sin causar grave perjuicio a la exégesis católica»[5]. Con esta advertencia, Pío XII, de v. m., enuncia una regla general de hermenéu­tica, válida para la interpretación de los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, pues para componerlos los hagiógrafos siguieron el modo de pensar y de escribir de sus contemporáneos. En suma, el exegeta utilizará todos los medios con que pueda penetrar más a fondo en la índole del testimonio de los evangelios, en la vida reli­giosa de las primitivas comunidades cristianas, en el sentido y en el valor de la tradición apostólica.


El «método de la historia de las formas»

Donde convenga le será lícito al exegeta examinar los eventua­les elementos positivos ofrecidos por el «método de la historia de las formas» si empleándolo debidamente para un más amplio entendimiento de los evangelios. Lo hará, sin embargo, con cautela, pues con frecuencia el mencionado método está implicado con principios filosóficos y teológicos no admisibles, que vician muchas veces tanto el método mismo como sus conclusiones en materia literaria. De hecho, algunos fautores de este método, movidos por prejuicios racionalistas, repulsan reconocer la existencia del orden sobrenatural y la intervención de un Dios personal en el mundo, realizada me­diante la revelación propiamente dicha, y asimismo la posibilidad de los milagros y profecías.

Otros parten de una falsa noción de la fe, como si ésta no cuidase de las verdades históricas o fuera con ellas incompatible. Otros niegan a priori el valor e índole histórica de los documentos de la Revelación. Otros, finalmente, no apreciando la autoridad de los apóstoles, en cuanto testigos de Cristo, ni su influjo y oficio en la comunidad primitiva, exageran el poder creador de dicha comunidad. Estas cosas no solo son contrarias a la doctrina católica, sino que también carecen de fundamento científico y se apartan de los rectos principios del método histórico.

Tres momentos básicos

2. El exegeta, para afirmar el fundamento de cuanto los evan­gelios nos refieren, atienda con diligencia a los tres momentos que atravesaron la vida y las doctrinas de Cristo antes de llegar hasta nosotros.

Cristo escogió a los discípulos[6], que lo siguieron desde el comienzo[7], vieron sus obras, oyeron sus palabras y pudieron así ser testigos de su vida y de su enseñanza[8]. El Señor, al exponer de viva voz su doctrina, siguió las normas del pensamiento y expresión entonces en uso, adaptándose a la mentalidad de sus oyentes, haciendo que cuanto les enseñaba se grabara firmemente en su mente, pudiera ser retenido con facilidad por los discípulos.

Los cuales comprendieron bien los milagros y los demás acon­tecimientos de la vida de Cristo como hechos realizados y dispues­tos con el fin de mover a la fe en Cristo y hacer abrazar con la fe el mensaje de salvación.

Los apóstoles anunciaron ante todo la muerte y la resurrección del Señor; dando testimonio de Cristo[9] y, exponían fielmente su vida, repetían sus palabras[10], teniendo presente en su predicación las exigencias de los diversos oyentes[11]. Después que Cristo resucitó de entre los muertos y su divinidad se manifestó de forma clara[12], la fe no sólo no les hizo olvidar el recuerdo de los acontecimientos; antes lo consolidó, pues esa fe se fundaba en lo que Cristo les había realizado y enseñado[13]. Por el culto con que luego los discípulos honraron a Cristo, como Señor e Hijo de Dios, no se verificó una transformación suya en persona «mítica», ni una deformación de su enseñanza: No se puede negar, sin embargo, que los apóstoles pre­sentaron a sus oyentes los auténticos dichos de Cristo y los acontecimientos de su vida con aquella más plena inteligencia que gozaron[14] a continuación de los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la iluminación del Espíritu de verdad[15]. De aquí se deduce que, como el mismo Cristo después de su resurrección les interpre­taba[16] tanto las palabras del Antiguo Testamento como las suyas propias[17], de esta forma ellos explicaron sus hechos y palabras de acuerdo con las exigencias de sus oyentes. «Asiduos en el ministerio de la palabra»[18], predicaron con formas de expresión adaptadas a su fin específico y a la mentalidad de sus oyentes[19], pues eran «deu­dores de griegos y bárbaros, sabios e ignorantes»[20]. Se pueden, pues, distinguir en la predicación que tenía, por tema a Cristo: catequesis, narraciones, testimonios, himnos, doxologías, oraciones y otras formas literarias semejantes que aparecen en la Sagrada Escritura y que estaban en uso entre los hombres de aquel tiempo.

La transcripción a los evangelios

Esta instrucción primitiva, hecha primero oralmente y luego puesta por escrito—de hecho, muchos se dedicaron a «ordenar la narración de los hechos»[21] que se referían a Jesús—, los autores sagrados la consignaron en los cuatro evangelios para bien de la Iglesia, con un método correspondiente al fin que cada uno se pro­ponía. Escogieron algunas cosas; otras las sintetizaron; desarrollaron algunos elementos mirando la situación de cada una de las igle­sias, buscando por todos los medios que los lectores conocieran el fundamento de cuanto se les enseñaba[22]. Verdaderamente, de todo el material que disponían los hagiógrafos escogieron particularmente lo que era adaptado a las diversas condiciones de los fieles y al fin que se proponían, narrándolo para salir al paso de aquellas condicio­nes y de aquel fin. Pero, dependiendo el sentido de un enunciado del contexto, cuando los evangelistas al referir los dichos y hechos del Salvador presentan contextos diversos, hay que pensar que lo hicieron por utilidad de sus lectores. Por ello el exegeta debe inves­tigar cuál fue la intención del evangelista al exponer un dicho o un hecho en una forma determinada y en un determinado contexto. Verdaderamente no va contra la verdad de la narración el hecho de que los evangelistas refieran los dichos y hechos del Señor en orden diverso[23] y expresen sus dichos no a la letra, sino con una cierta diversidad, conservando su sentido[24]. Pues dice San Agustín: «Es bastante probable que los evangelistas se creyeran en el deber de contar, con el orden que Dios sugería a su memoria, las cosas que narraban, por lo menos en aquellas cosas en las que el orden, cual­quiera que sea, no quita en nada a la verdad y autoridad evangélica. Pues el Espíritu Santo, al distribuir sus dones a cada uno como le parece[25], y por ello también, dirigiendo y gobernando la mente de los santos con el fin de situar los libros en tan alta cumbre de auto­ridad, al recordar las cosas que habrían de escribir, permitiría que cada uno dispusiera la narración a su modo, y que cualquiera que con piadosa diligencia lo investigara lo pudiera descubrir con la ayuda divina»[26].

Si el exegeta no pone atención en todas estas cosas que se re­fieren al origen y composición de los evangelios y no aprovecha todo lo bueno que han aportado los recientes estudios, no cumplirá real­mente su oficio de investigador, cuál fue la intención de los autores sagrados y lo que realmente dijeron. De los nuevos estudios se deduce que la vida y la doctrina de Cristo no fueron simplemente re­feridas con el único fin de conservar su recuerdo, sino «predicadas» para ofrecer a la Iglesia la base de la fe y las costumbres; por ello el exegeta, escrutando diligentemente los testimonios de los evangelistas, podrá ilustrar con mayor penetración el perenne valor teológico de los evangelios y poner de manifiesto la necesidad y la importancia de la interpretación de la iglesia.

Quedan muchas cosas de gran importancia, en cuya discusión se puede y se debe ejercer libremente el ingenio y la agudeza del intérprete católico, para que cada uno, por su parte, aporte su con­tribución en beneficio de todos, para un creciente progreso de la doctrina sagrada, para preparar el juicio de la Iglesia y documentar­lo, en defensa y honor de la Iglesia[27]. Sin embargo, esté dispuesto a obedecer al magisterio de la Iglesia, y no olvide que los apóstoles predicaron la buena nueva llenos del Espíritu Santo y que los evangelios fueron escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, que preservaba a sus autores de todo error. «Verdaderamente, nosotros he­mos conocido la economía de la salvación no por medio de los de­más, sino por medio de aquellos por los que nos viene el Evangelio, que primero predicaron y luego, por voluntad de Dios, lo transmi­tieron en las Escrituras, destinado a ser columna y fundamento de nuestra fe. No se puede, pues, decir que hemos predicado antes de tener un conocimiento perfecto, como algunos osan decir, glorián­dose de ser los que corrigen a los apóstoles. Pero luego que el Señor resucitó de entre los muertos y ellos fueron investidos de lo alto por la virtud del Espíritu Santo descendiendo sobre ellos, fueron adoctrinados sobre todas las cosas y tuvieron un conocimiento per­fecto, y partieron luego para los confines de la tierra evangelizando los bienes que nos vienen de Dios y anunciando la paz celestial a los hombres, para que todos y cada uno poseyeran el Evangelio de Dios»[28].


La Sagrada Escritura en los seminarios

3. Aquellos, pues, que tienen encomendada la tarea de ense­ñar en los seminarios y en análogos institutos «procuren ante todo que... las divinas letras sean enseñadas en la forma que sugiere la gravedad misma de la disciplina y las necesidades de los tiempos»[29]. Los maestros expongan en primer término la doctrina teológica. Para que las «Sagradas Escrituras sean para los futuros sacerdotes de la Iglesia fuente pura y perenne de vida espiritual, para cada uno personalmente, y sustancia para el oficio de la predicación que les espera»[30]. Además, cuando recurran a la crítica, y ante todo a la crítica literaria, no lo hagan como si estuvieran interesados solamente en ésta, sino con el fin de mejor penetrar, con el auxilio, en el sentido pretendido por Dios por medio del hagiógrafo. No se deten­gan, por tanto, a medio camino, contentos de sus hallazgos litera­rios, sino traten de demostrar cómo estos hallazgos contribuyen en realidad a comprender cada vez más claramente la doctrina revela­da o, cuando sea posible, a rechazar los errores. Los profesores que actúen de esta forma harán que los alumnos encuentren en la Sa­grada Escritura lo «que eleva la mente a Dios, alimenta el alma y fomenta la vida interior»[31].

Los predicadores, suma prudencia

4. Finalmente, los que instruyen al pueblo cristiano con la pre­dicación sagrada tienen necesidad de suma prudencia. Ante todo, enseñen la doctrina, recordando la recomendación de San Pablo: «Atiende a tu tarea de enseñar, y en esto persevera; haciendo esto, te salvarás tú y tus oyentes»[32]. Absténganse de proponer novedades vanas o no suficientemente probadas. Nuevas opiniones ya sólida­mente demostradas expónganlas, si es preciso, con cautela y teniendo de los oyentes. Al narrar los hechos bíblicos, no mezclen circunstancias ficticias poco consonantes con la verdad.

Esta virtud de la prudencia debe ser ante todo característica de quienes difunden escritos de divulgación para los fieles. Sea su preocupación poner con claridad las riquezas de la palabra divina «para que los fieles se sientan movidos y enfervorizados para mejo­rar su propia vida»[33]. Sean escrupulosos en no apartarse jamás de la doctrina común o de la tradición de la Iglesia ni siquiera en cosas mínimas, aprovechando los progresos de la ciencia bíblica y los resultados de los estudiosos modernos, pero evitando del todo las te­merarias opiniones de los innovadores[34]. Les está severamente prohibido difundir, para secundar un pernicioso afán de novedades, algunas tentativas para la resolución de las dificultades, sin una selec­ción prudente y un serio examen, turbando así la fe de muchos.

Ya antes esta Comisión Pontificia de Estudios Bíblicos estimó oportuno recordar que también los libros y los artículos de revistas y periódicos que se refieren a la Biblia, en cuanto se refieren a temas de religión y a la instrucción cristiana de los fieles, están sometidos a la autoridad y jurisdicción de los ordinarios[35]. Los ordinarios están, por tanto, obligados a vigilar con máxima diligencia sobre estos escritos.

5. Los que están al frente de las Asociaciones Bíblicas observen fielmente las normas fijadas por la Comisión Pontificia para los Es­tudios Bíblicos[36].

Si se observan las normas expuestas, el estudio de las Sagradas Escrituras resultará ciertamente de utilidad para los fieles. Aun en nuestros días cualquiera podrá experimentar el dicho de San Pa­blo: Las Sagradas Letras «pueden instruir para la salvación median­te la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, argüir, corregir, educar en la justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto y capaz de toda obra buena»[37].

El 21 de abril de 1964, en la audiencia benignamente concedida al secretario abajo firmante, el Padre Santo Pablo VI ratificó y or­denó publicar esta instrucción.

Roma, 21 de abril de 1964.
Benjamín N. Wambacq, O. Praem.
Secretario de la Comisión Pontificia para Estudios Bíblicos
[1] 1 Tim 3,15.
[2] Divino Afflante Spiritu: Enchiridion Biblicum, EB 564; AAS 35(1963) 346.
[3] Cf. Spiritus Paraclitus: EB 451.
[4] Cart. apost. Vigilantiae: EB 143.
[5] Divino Afflante Spiritu: EB 560; AAS 35 (1943) 343.
[6] Cf. Mc 3,14; Le 6,13.
[7] Cf. Lc 1,2; Act 1,21-22.
[8] Cf. Lc 24,48; Act 1,8; 10,39; 13.31; Jn 15,27.
[9] Cf. Lc 24,48; Act 2,32; 3,15; 5, 30-32
[10] Cf. Act 10, 36-41
[11] Cf. Act 13,16-41, con Act 17,23-31.
[12] Act 2,36; Jn 20,28
[13] Act 2,22; 10,37-39.
[14] Jn 2,22; 12,16; 11,51-52; cf. 14,26; 16,12-13; 7,39.
[15] Cf.Jn 14,26; 16,13.
[16] Le 24,27.
[17] Cf. Lc 24,44-45; Act 1,3.
[18] Act 6,4.
[19] 1 Cor 9,19-23
[20] Rom 1,14.
[21] Cf. Lc 1,1.
[22] Cf. La 1,4
[23] Cf. S. J. Crisóstomo, In Mat. hom 1,3: PG 57,16-17.
[24] Cf. S. Agustín, De consensu Evang. 2,21,51: PL 34,1102.
[25] 1 Cor 12,11
[26] De consensu Evang. 2,21,sis: PL 34,1102
[27] Divino Afflante Spiritu: EB 565; AAS 35 (1943) 346
[28] S. Ireneo, Adv. haer. III 1,1: PG 7,844; Harvey, II 2
[29] Cart. apost. Quoniam in re bíblica: EB 162.
[30] Divino Afflante Spiritu: EB 567; AAS 35 (1963) 348.
[31] Divino Afflante Spiritu: EB 552; AAS 35 (1943) 339
[32] 1 Tim 4,16.
[33] Divino Afflante Spiritu: EB 566; AAS 35 (1948) 347
[34] Cf. Cart. apost. Quoniam in re bíblica: EB 175
[35] Instruc. ad Exanos, Locorum Ordinarios, 15 dic. 1955: EB 626.
[36] Ibid., EB 622-633
[37] 2 Tim 3,15-17