martes, 30 de octubre de 2007

Mártires de Cristo Rey




Benedicto XVI presenta el «luminoso» testimonio de los 498 mártires del siglo XX en España


Al rezar la oración mariana del Ángelus


CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 28 octubre 2007


A mediodía de este domingo, tras la beatificación de 498 mártires del siglo XX en España, presidida por el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los peregrinos congregados en la plaza de San Pedro. Estas fueron las palabras que pronunció antes y después de la oración mariana.* * *Queridos hermanos y hermanas:Esta mañana, aquí, en la plaza de San Pedro, han sido proclamados beatos 498 mártires asesinados en España en los años treinta del siglo pasado. Doy las gracias al cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, quien ha presidido la celebración, mientras saludo cordialmente a los peregrinos reunidos con motivo de esta alegre ocasión. La inscripción en la lista de los beatos de un número tan grande de mártires demuestra que el supremo testimonio de la sangre no es una excepción reservada sólo a algunos individuos, sino una posibilidad realista para todo el pueblo cristiano. Se trata de hombres y mujeres de diferentes edades, vocaciones y condición social, que pagaron con su vida la fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Se les aplican adecuadamente las expresiones de san Pablo, que resuenan en la liturgia de este domingo: «Porque yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe» (2 Timoteo 4, 6-7). Pablo, detenido en Roma, ve cómo se aproxima la muerte y traza un balance de reconocimiento y esperanza. En paz con Dios y consigo mismo, afronta serenamente la muerte, con la conciencia de haber entregado totalmente la vida, sin ahorrar nada, al servicio del Evangelio. El mes de octubre, dedicado de manera particular al compromiso misionero, se concluye de este modo con el luminoso testimonio de los mártires españoles, que se suman a los mártires Albertina Berkenbrock, Emmanuel Gómez González y Adilio Daronch, y Franz Jägerstätter, proclamados beatos en días pasados en Brasil y en Austria. Su ejemplo testimonia que el Bautismo compromete a los cristianos a participar con valentía en la difusión del Reino de Dios, cooperando si es necesario con el sacrificio de la misma vida. Ciertamente no todos están llamados al martirio cruento. Existe también un «martirio» incruento, que no es menos significativo, como el de Celina Chludzinska Borzecka, esposa, madre de familia, viuda y religiosa, beatificada ayer en Roma: es el testimonio silencioso y heroico de los muchos cristianos que viven el Evangelio sin compromisos, cumpliendo su deber y dedicándose generosamente al servicio de los pobres. Este martirio de la vida ordinaria es un testimonio particularmente importante en las sociedades secularizadas de nuestro tiempo. Es la pacífica batalla del amor que todo cristiano, como Pablo, tiene que combatir incansablemente; la carrera por difundir el Evangelio que nos compromete hasta la muerte. Que nos ayude y asista en nuestro testimonio diario la Virgen María, Reina de los Mártires y Estrella de la Evangelización.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Discurso de Juan Pablo II a obispos españoles

Dicurso de Juan Pablo II

El Papa Juan Pablo II, en un discurso a un grupo de obispos españoles con ocasión de su visita «ad limina» el 24 de enero de 2005, les dice que en los últimos años han cambiado muchas cosas en el ámbito social, económico y también religioso de las diócesis españolas que ellos regentan, lo que ha dado paso a veces a la indiferencia religiosa y a un cierto relativismo moral que influyen en la práctica cristiana y que afecta a las estructuras sociales.

Les dice que en el ámbito social se va difundiendo una mentalidad inspirada en el “laicismo”, ideología que lleva gradualmente, de forma más o menos cons­ciente, a la restricción de la libertad religiosa hasta promover un desprecio o ignorancia de lo religioso, relegando la fe a la esfera de lo privado y oponién­dose a su expresión pública. Recuerda Juan Pablo II que un recto concepto de libertad religiosa no es compatible con el laicismo y que no se puede cercenar la libertad religiosa sin privar al hombre de algo fundamental.

Conviene tener presente, al comienzo de este libro, que durante los años del Concilio, en nombre de la libertad religiosa, se inició un proceso de laicización del Estado que fue progresivamente despreciando las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia. Primero se rechazó la enseñanza del Magisterio sobre el matrimonio, aprobando la ley de divorcio. Después se hizo caso omiso sobre el derecho a la vida del no nacido, aprobando la ley del aborto, así como los medios brutales para la realización del mismo. Posteriormente, se despreció el valor del origen de la vida según la naturaleza y se aprobó la fecundación “in Vitro” que llevó consigo la manipulación genética y destrucción de embriones. Finalmente, despreciando que la familia, en el orden natural, se funda en el matrimonio entre un hombre y una mujer, se aprobó la ley del matrimonio entre homosexuales. En los últimos tiempos, despreciando el derecho que tiene la Iglesia de enseñar y el de los padres a educar a sus hijos en los principios morales basados en la doctrina católica, se pretende sub-plantarles, por medio de la implantación de una asignatura de educación para la ciudadanía, orientada a trastocar y confundir los principios y valores cristianos sobre la vida, la familia, el matrimonio, la sexualidad etc...

Les dice, asimismo el Papa, que están creciendo las nuevas generaciones de españoles, influenciadas por el indiferentismo religioso, la ignorancia de la tradi­ción cristiana con su rico patrimo­nio espiritual, y expuestas a la ten­tación de un permisivismo moral. Les recuerda que la juventud tiene derecho, desde el inicio de su proceso formativo, a ser educada en la fe. Les dice que la educación in­tegral de los más jóvenes no puede prescindir de la enseñanza religio­sa también en la escuela, cuando lo pidan los padres, con una valoración académica acorde con su importan­cia. Finalmente, les dice que los poderes públicos, por su parte, tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y ase­gurar las condiciones reales de su efectivo ejerci­cio, como está recogido en los Acuerdos Parciales entre España y la Santa Sede de 1979, actualmente en vigor.

Este discurso del Papa Juan Pablo II a un grupo de Obispos españoles pone de manifiesto la actualidad que tiene el reflexionar sobre la enseñanza del Magisterio de la Iglesia en relación con el liberalismo que durante el siglo XIX trató de arruinar la religión católica de todas las naciones de antigua raigambre católica. Lo que el Magisterio de la Iglesia y muchos católicos combatieron durante el siglo XIX fueron los mismos principios que han inspirado el laicismo que denuncia Juan Pablo II en el discurso citado. El indiferentismo religioso y la permisividad moral basados en el naturalismo que rechaza la Revelación Divina y el Magisterio de la Iglesia Católica. La implantación en la sociedad de unos valores que son contrarios, no sólo a la verdad revelada, sino también al orden natural.

Textos del Magisterio de la Iglesia

CARTA ENCÍCLICA QUAS PRIMAS DEL SUMO PONTÍFICE PÍO XI SOBRE LA FIESTA DE CRISTO REY
Contra el moderno laicismo
23. Y si ahora mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy inficiona a la humana sociedad. Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos; y vosotros sabéis, venerables hermanos, que tal impiedad no maduró en un solo día, sino que se incubaba desde mucho antes en las entrañas de la sociedad. Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas. Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos. No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios.
La fiesta de Cristo Rey
25. Nos anima, sin embargo, la dulce esperanza de que la fiesta anual de Cristo Rey, que se celebrará en seguida, impulse felizmente a la sociedad a volverse a nuestro amadísimo Salvador. Preparar y acelerar esta vuelta con la acción y con la obra sería ciertamente deber de los católicos; pero muchos de ellos parece que no tienen en la llamada convivencia social ni el puesto ni la autoridad que es indigno les falten a los que llevan delante de sí la antorcha de la verdad. Estas desventajas quizá procedan de la apatía y timidez de los buenos, que se abstienen de luchar o resisten débilmente; con lo cual es fuerza que los adversarios de la Iglesia cobren mayor temeridad y audacia. Pero si los fieles todos comprenden que deben militar con infatigable esfuerzo bajo la bandera de Cristo Rey, entonces, inflamándose en el fuego del apostolado, se dedicarán a llevar a Dios de nuevo los rebeldes e ignorantes, y trabajarán animosos por mantener incólumes los derechos del Señor.
Además, para condenar y reparar de alguna manera esta pública apostasía, producida, con tanto daño de la sociedad, por el laicismo, ¿no parece que debe ayudar grandemente la celebración anual de la fiesta de Cristo Rey entre todas las gentes? En verdad: cuanto más se oprime con indigno silencio el nombre suavísimo de nuestro Redentor, en las reuniones internacionales y en los Parlamentos, tanto más alto hay que gritarlo y con mayor publicidad hay que afirmar los derechos de su real dignidad y potestad.
CARTA ENCÍCLICA MISERENTISSIMUS REDEMPTOR DEL SUMO PONTÍFICE PÍO XI SOBRE LA EXPIACIÓN QUE TODOS DEBEN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Introducción
2. Entre todos los testimonios de la infinita benignidad de nuestro Redentor resplandece singularmente el hecho de que, cuando la caridad de los fieles se entibiaba, la caridad de Dios se presentaba para ser honrada con culto especial, y los tesoros de su bondad se descubrieron por aquella forma de devoción con que damos culto al Corazón Sacratísimo de Jesús, «en quien están escondidos todos los tesoros de su sabiduría y de su ciencia»(4).
Pues, así como en otro tiempo quiso Dios que a los ojos del humano linaje que salía del arca de Noé resplandeciera como signo de pacto de amistad «el arco que aparece en las nubes»(5), así en los turbulentísimos tiempos de la moderna edad, serpeando la herejía jansenista, la más astuta de todas, enemiga del amor de Dios y de la piedad, que predicaba que no tanto ha de amarse a Dios como padre cuanto temérsele como ímplacable juez, el benignísimo Jesús mostró su corazón como bandera de paz y caridad desplegada sobre las gentes, asegurando cierta la victoria en el combate. A este propósito, nuestro predecesor León XIII, de feliz memoria, en su encíclica Annum Sacrum, admirando la oportunidad del culto al Sacratísimo Corazón de Jesús, no vaciló en escribir: «Cuando la Iglesia, en los tiempos cercanos a su origen, sufría la opresión del yugo de los Césares, la Cruz, aparecida en la altura a un joven emperador, fue simultáneamente signo y causa de la amplísima victoria lograda inmediatamente. Otro signo se ofrece hoy a nuestros ojos, faustísimo y divinísimo: el Sacratísimo Corazón de Jesús con la Cruz superpuesta, resplandeciendo entre llamas, con espléndido candor. En El han de colocarse todas las esperanzas; en El han de buscar y esperar la salvación de los hombres».
4.- (…) Cuando eso hicimos (instituir la fiesta de Cristo Rey), no sólo declaramos el sumo imperio de Jesucristo sobre todas las cosas, sobre la sociedad civil y la doméstica y sobre cada uno de los hombres, mas también presentimos el júbilo de aquel faustísimo día en que el mundo entero espontáneamente y de buen grado aceptará la dominación suavísima de Cristo Rey. Por esto ordenábamos también que en el día de esta fiesta se renovase todos los años aquella consagración para conseguir más cierta y abundantemente sus frutos y para unir a los pueblos todos con el vínculo de la caridad cristiana y la conciliación de la paz en el Corazón de Cristo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan.

“Cristiandad”: el "por qué" de esta revista

El "por qué" de esta revista (año 1943, nº 0)

En el Editorial inaugural de la revista Cristiandad, en el que se expone el programa y su línea de pensamiento, titulado: "el "por qué" de esta revista", se considera incluido en el programa de actuación de la revista, la lucha contra todo tipo de liberalismo, lo cuál los redactores de la revista se proponen hacer de una forma indirecta, expandiendo, buscando y esperando el cumplimiento del lema de la Revista: ¡Al Reino de Cristo, por los Corazones de Jesús y de María!.

La gracia - el orden sobrenatural

En el citado artículo programático, se afirma que Cristiandad “viene a luchar por la implantación de un orden divino entre los hombres y las sociedades” y que ese orden, por cierto, en nada coincide con el nuevo orden fruto de la revolución francesa, concretado en la filosofía política del liberalismo, continuado por el socialismo y el nuevo orden internacional encarnado hoy día por la mentalidad norteamericana. El orden propugnado por Cristiandad “debe necesariamente basarse: 1º.- en una concepción sobrenatural de la vida y 2º.- en una unión estrecha con la Iglesia y con su Pontífice, Vicario de Jesucristo en la tierra”.

Además, se dice que la concepción sobrenatural de la vida es necesaria para restablecer el orden de la sociedad ya que “Dios ha creado al hombre para vivir en sociedad” y en “en esta sociedad el hombre debe conocer, amar y servir a Dios nuestro Señor”.

Pero, una doble realidad ha venido a modi­ficar las condiciones en que el hombre deberá reali­zar esta convivencia y servir en ella al plan de su Criador. La primera, fuente de todos los egoísmos, no es otra cosa que la corrupción de la naturaleza humana por el pecado; la segunda, fuente de todas las generosidades, es la elevación de esta naturaleza corrompida al orden divino de la gracia.

El naturalismo que niega y destruye el orden sobrenatural de la gracia, fuente de salvación y único remedio para la situación actual del hombre, “en todas sus formas, es (...) el primer enemigo que Cristiandad viene a combatir”.

La "cristiandad"

Por otra parte, para restablecer el orden entre las sociedades civiles, es necesaria “una sumisión filial a la Iglesia”.

Se recuerda que “El hombre debe servir a Dios en sociedad” y que “Acomodándose a su naturaleza, la gracia se le reparte, también, socialmente, y en sociedad gozará, en el cielo, de su inmenso destino. Esta sociedad sobrenatural del hombre con Dios y con los bienaventurados, es la Iglesia”.

Y “la compenetración entre la sociedad civil y la eclesiástica que esto supone; la aceptación plena por parte de las naciones y Estados, en cuanto tales, de la Iglesia como Madre, es un Ideal tradicionalmente expresado por un nombre: Cristiandad”. (…)

Ahora bien, la doctrina filosófico-político- social que se opone radicalmente al reinado del Redentor es el grave error del “Liberalismo, o la indiferencia religiosa, y la opinión errónea que muchos, aun católicos, tienen de él, considerándolo como un acercamiento a la fe, cuando en realidad es más dañino que la impiedad misma, porque es más ofensivo el desprecio que el odio”. “Este es el segundo error que Cristiandad viene a combatir”.

"Naturalismo" y "Liberalismo"

Estos dos errores: “naturalismo y liberalismo son, pues, los principales enemigos del ideal de Cristiandad”. Ahora bien, ambos errores han tenido la habilidad de presentarse en el mundo contemporáneo como sistemas de pensamiento fruto del desarrollo de la humanidad en aras a lograr una sociedad tolerante sin discriminaciones por motivos de razas, grupos social, o religión y llevan consigo el destierro de los corazones de los individuos, de las familias y de la sociedad civil la vida religiosa.

Por eso, se dice en el citado artículo que esos enemigos “no son los más violentos, pero son los más insidiosos. Bajo aspectos de prudencia o de equidad, minan las convicciones mismas de los buenos católicos. Todos los demás, se originan de ellos, o son matices suyos. Una vez han llegado a introducirse, queda la puerta abierta para todas las formas, de gravedad creciente, que se escalonan por las pendientes del ateísmo y de la revolución”.

Por otra parte, la gravedad de la cuestión estriba en la enorme extensión y alcance, así como la penetración de dichos errores en todos los ámbitos, invadiendo las conciencias, las familias y la sociedad, siendo vehículo de comunicación los medios de comunicación y cuando se escribía el artículo que comentamos no se había puesto en funcionamiento en todo el mundo la Televisión como medio de introducir en todas las capas de la sociedad esas funestas ideas. Por eso, suenan hoy día con más fuerza las palabras con las que en se mostraba la gravedad de esos males. “el naturalismo y el liberalismo tienen, en este momento, una gravedad especial: empapan hasta tal extremo nuestro ambiente, nos son tan connaturales, que escapan constantemente a nuestra observación, por lo que a veces es casi imposible reaccionar contra ellos”.

Remedios a estos males

Una vez vista la gravedad de los males, Cristiandad desvela el método que va a emplear contra ellos. Ya que “sin dejar de combatirlos directamente, va a emplear un método indirecto de eficacia positiva: contra el Naturalismo, la propagación de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, fuente de la vida sobrenatural; contra el Liberalismo, la proclamación de la Soberanía social de Jesucristo, como único remedio para salvar la sociedad”.

El ideal de Cristiandad y la devoción al Corazón de Jesús

Después los redactores de Cristiandad ponen de manifiesto que con esos mismos ideales “fue constituido en el pasado siglo el Apostolado de la Oración, por el que fue casi su fundador: el insigne jesuita francés P. Enrique Ramière” ya que “Adveniat Regnum Tuum es su aspiración central y su razón de ser”. (…)


La fiesta de Jesucristo Rey

Se destaca el puesto que ocupa en todo este proceso providencial la festividad de Cristo Rey. “Es importante hacer notar que la fiesta de Jesucristo Rey es, precisamente, la coronación y término de la devoción al Sagrado Corazón que se iniciaba en Paray. Su institución viene, por lo tanto, a proclamar que la realeza de Cristo es una realeza de amor”.

La fiesta de Cristo Rey no es sólo la proclamación de la soberanía de Cristo sobre todo el Universo, sino, “a la vez, la proclamación de una esperanza. Pío XI nos lo dice en su Encíclica <>: "Al hacer esto (institución de la fiesta de Jesucristo Rey), no sólo poníamos en evidencia la suprema soberanía que a Cristo compete sobre todo el Universo (...) sino que adelantábamos ya el gozo de aquel día dichosísimo en que todo el orbe, de corazón y de voluntad, se sujetará al dominio suavísimo de Cristo Rey".

“EL LIBERALISMO EN SUS FUENTES”


“EL LIBERALISMO EN SUS FUENTES

Introducción

  • Prenotando: discurso de Juan Pablo II a obispos españoles


  • El entorno de la reflexión sobre el liberalismo

Los orígenes de “Schola Cordis Jesu” y “Cristiandad”


  • Schola Cordis Jesu

  • Cristiandad

  • Santa Teresita del Niño Jesús

“Cristiandad”: el "por qué" de esta revista

  • La gracia - el orden sobrenatural

  • La "cristiandad"

  • "Naturalismo" y "Liberalismo"

  • El ideal de Cristiandad y la devoción al Corazón de Jesús

  • La fiesta de Jesucristo Rey

  • El objeto de este libro

EL P. Ramière, Schola Cordis Jesu y Cristiandad

  • La 2ª etapa de la devoción la Corazón de Jesús: el P.Ramière

  • La revolución: el rechazo de Jesucristo

  • Teología de la Historia

  • La Providencia y la Sociedad
  • Las Esperanzas de la Iglesia

La influencia de la filosofía en la sociedad civil

  • Misión de la filosofía en la restauración del Reino de Cristo

  • León XIII y la intelectualidad cristiana

  • El proceso de degeneración de la filosofía moderna
  • La filosofía del liberalismo y la ruina de occidente

  • En las fuentes del liberalismo el pensamiento de Spinoza

Racionalismo y Protestantismo

  • La Iglesia y la Sociedad civil en la Edad Media

  • Caracteres del protestantismo

  • El papel del racionalismo - Spinoza

  • El fundamento metafísico del “naturalismo” de Spinoza

  • La religión, la providencia y el origen de la sociedad

El “liberalismo” en el Magisterio de la Iglesia

  • “Libertas”

  • “Humanum genus”

  • Las conquistas del liberalismo

  • Juicio crítico sobre las distintas formas de liberalismo

El Indiferentismo religioso y la libertad religiosa

  • La tragedia post-conciliar de la “libertad religiosa”

  • El indiferentismo religioso en Spinoza

  • Indiferentismo religioso en el Magisterio de la Iglesia del siglo XIX

  • El “Indeferentismo religioso” en el Vaticano II y Magisterio posterior
  • Deber individual y social en el Catecismo de la iglesia católica

  • La necesidad de la fe para la salvación en Santo Tomás

  • La obligación de dar culto a Dios

El origen del poder
  • El origen del poder en la multitud, según Spinoza

  • El contrato social: la voluntad general en Rousseau

  • Monarquía absoluta y democracia absoluta

  • Doctrina de Hobbes

  • Comparación entre Rousseau y Hobbes

  • El origen del poder en el Magisterio de la Iglesia

Relaciones Iglesia - Estado
  • Las relaciones Iglesia - Estado en Spinoza

  • las relaciones Iglesia–Estado en el Magisterio de la Iglesia

  • "Quanta Cura"

  • “Syllabus »

  • “Inmortalae Dei”

  • “Vehementer nos”

La Revolución francesa
  • El Catolicismo Liberal: L'Avenir

  • La Unificación italiana
  • "Le Sillon" El Catolicismo Liberal Democrático

Anexos documentales
  • Catecismo de la Iglesia Católica
  • Carta de Donoso y Cortés al Cardenal Fornari

  • "El liberalismo es pecado"

  • San Ezequiel Moreno

  • “Cristianismo y Revolución”

El objeto de este libro

Este libro que trata sobre liberalismo pretende ser un servicio a todo católico e incluso a toda persona de buena voluntad, para ayudar a discernir, en los tiempos en los que vivimos, cuáles son las ideas en las que se funda el sistema de doctrina filosófico-política del liberalismo, dónde reside su error y seguir su desarrollo histórico e implantación progresiva en la sociedad occidental de hoy día. Además, se pretende que se aprecie nítidamente cómo su doctrina se opone radicalmente a la Revelación divina y, a la vez, conocer la respuesta dada por el Magisterio de la Iglesia, así como los principios que deben regir la conciencia de los individuos y las leyes de los pueblos.

lunes, 15 de octubre de 2007

Catecismo de la Iglesia Católica: Dimensión social de la moral




LA COMUNIDAD HUMANA

Artículo 1.- LA PERSONA Y LA SOCIEDAD

I El carácter comunitario de la vocación humana

1878 Todos los hombres son llamados al mismo fin: Dios. (…)
1890 Existe una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la fraternidad que los hombres deben instaurar entre sí.
1879 La persona humana necesita la vida social. Esta no constituye para ella algo sobreañadido sino una exigencia de su naturaleza.
1880 Una sociedad es un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de ellas. Asamblea a la vez visible y espiritual, una sociedad perdura en el tiempo: recoge el pasado y prepara el porvenir.

1891 Para desarrollarse en conformidad con su naturaleza, la persona humana necesita la vida social. Ciertas sociedades como la familia y la ciudad, corresponden más inmediatamente a la naturaleza del hombre.
1892 “El principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales es y debe ser la persona humana” (GS 25, 1).
1893 Es preciso promover una amplia participación en asociaciones e instituciones de libre iniciativa.
1883 “La socialización presenta también peligros. Una intervención demasiado fuerte del Estado puede amenazar la libertad y la iniciativa personales. La doctrina de la Iglesia ha elaborado el principio llamado de subsidiariedad. Según éste, ‘una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándole de sus competencias, sino que más bien debe sostenerle en caso de necesidad y ayudarle a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común’ (CA 48; Pío XI, enc. "Quadragesimo anno"
1894 Según el principio de subsidiariedad, ni el Estado ni ninguna sociedad más amplia deben suplantar la iniciativa y la responsabilidad de las personas y de las corporaciones intermedias.

Compendio

401. ¿En qué consiste la dimensión social del hombre? - 1877-1879 - 1890-1891
Junto a la llamada personal a la bienaventuranza divina, el hombre posee una dimensión social que es parte esencial de su naturaleza y de su vocación. En efecto, todos los hombres están llamados a un idéntico fin, que es el mismo Dios. Hay una cierta semejanza entre la comunión de las Personas divinas y la fraternidad que los hombres deben instaurar entre ellos, fundada en la verdad y en la caridad. El amor al prójimo es inseparable del amor a Dios.

402. ¿Qué relación existe entre persona y sociedad? - 1881-1882 - 1892-1893
La persona es y debe ser principio, sujeto y fin de todas las instituciones sociales. Algunas sociedades, como la familia y la comunidad civil, son necesarias para la persona. También son útiles otras asociaciones, tanto dentro de las comunidades políticas como a nivel internacional, en el respeto del principio de subsidiaridad

403. ¿Qué indica el principio de subsidiaridad? - 1883-1885 - 1894
El principio de subsidiaridad indica que una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándole de sus competencias, sino que más bien debe sostenerle en caso de necesidad.

404. ¿Qué más requiere una auténtica convivencia humana? - 1886-1889 - 1895-1896
Una auténtica convivencia humana requiere respetar la justicia y la recta jerarquía de valores, así como el subordinar las dimensiones materiales e instintivas a las interiores y espirituales. En particular, cuando el pecado pervierte el clima social, se necesita hacer un llamamiento a la conversión del corazón y a la gracia de Dios, para conseguir los cambios sociales que estén realmente al servicio de cada persona, considerada en su integridad. La caridad es el más grande mandamiento social, pues exige y da la capacidad de practicar la justicia.

II La conversión y la sociedad

1886 La sociedad es indispensable para la realización de la vocación humana. Para alcanzar este objetivo es preciso que sea respetada la justa jerarquía de los valores que subordina las dimensiones ‘materiales e instintivas’ del ser del hombre ‘a las interiores y espirituales’(CA 36)
1895 La sociedad debe favorecer el ejercicio de las virtudes, no ser obstáculo para ellas. Debe inspirarse en una justa jerarquía de valores.
1896 Donde el pecado pervierte el clima social es preciso apelar a la conversión de los corazones y a la gracia de Dios. La caridad empuja a reformas justas. No hay solución a la cuestión social fuera del Evangelio.
1889 Sin la ayuda de la gracia, los hombres no sabrían ‘acertar con el sendero a veces estrecho entre la mezquindad que cede al mal y la violencia que, creyendo ilusoriamente combatirlo, lo agrava’ (CA 25). Es el camino de la caridad, es decir, del amor de Dios y del prójimo. La caridad representa el mayor mandamiento social. Respeta al otro y sus derechos.
1897 “Una sociedad bien ordenada y fecunda requiere gobernantes, investidos de legítima autoridad (…) Se llama ‘autoridad’ la cualidad en virtud de la cual personas o instituciones dan leyes y órdenes a los hombres y esperan la correspondiente obediencia.

Artículo 2.- LA PARTICIPACIÓN EN LA VIDA SOCIAL

RESUMEN

I La autoridad

1918 “No hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas” (Rm 13, 1).
1919 Toda comunidad humana necesita una autoridad para mantenerse y desarrollarse.
1920 “La comunidad política y la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana y por ello pertenecen al orden querido por Dios” (GS 74, 3).

1899 La autoridad exigida por el orden moral emana de Dios ‘Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino, y los rebeldes se atraerán sobre sí mismos la condenación’ (Rm 13, 1-2; cf 1 P 2, 13-17).

1921 La autoridad se ejerce de manera legítima si se aplica a la prosecución del bien común de la sociedad. Para alcanzarlo debe emplear medios moralmente aceptables.

1901 Si la autoridad responde a un orden fijado por Dios, ‘la determinación del régimen y la designación de los gobernantes han de dejarse a la libre voluntad de los ciudadanos’ (GS 74, 3)

1922 La diversidad de regímenes políticos es legítima, con tal que promuevan el bien de la comunidad.
1902 La autoridad no saca de sí misma su legitimidad moral. No debe comportarse de manera despótica, sino actuar para el bien común como una ‘fuerza moral, que se basa en la libertad y en la conciencia de la tarea y obligaciones que ha recibido’ (GS 74, 2)
La legislación humana sólo posee carácter de ley cuando se conforma a la justa razón; lo cual significa que su obligatoriedad procede de la ley eterna. En la medida en que ella se apartase de la razón, sería preciso declararla injusta, pues no verificaría la noción de ley; sería más bien una forma de violencia (S. Tomás de A., s. th. 1-2, 93, 3 ad 2).

1923 La autoridad política debe actuar dentro de los límites del orden moral y debe garantizar las condiciones del ejercicio de la libertad.

Compendio

405. ¿En qué se funda la autoridad de la sociedad? - 1897-1902 - 1918-1920
Toda sociedad humana tiene necesidad de una autoridad legítima, que asegure el orden y contribuya a la realización del bien común. Esta autoridad tiene su propio fundamento en la naturaleza humana, porque corresponde al orden establecido por Dios.

406. ¿Cuándo se ejerce la autoridad de manera legítima? - 1903-1904 - 1921-1922 - 1901
La autoridad se ejerce de manera legítima cuando procura el bien común, y para conseguirlo utiliza medios moralmente lícitos. Por tanto, los regímenes políticos deben estar determinados por la libertad de decisión de los ciudadanos y respetar el principio del «Estado de derecho». Según tal principio, la soberanía es prerrogativa de la ley, no de la voluntad arbitraria de los hombres. Las leyes injustas y las medidas contrarias al orden moral no obligan en conciencia.

II El bien común

1924 El bien común comprende ‘el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección’ (GS 26, 1).
1925 El bien común comporta tres elementos esenciales: el respeto y la promoción de los derechos fundamentales de la persona; la prosperidad o el desarrollo de los bienes espirituales y temporales de la sociedad; la paz y la seguridad del grupo y de sus miembros.
1926 La dignidad de la persona humana implica la búsqueda del bien común. Cada cual debe preocuparse por suscitar y sostener instituciones que mejoren las condiciones de la vida humana.
1927 Corresponde al Estado defender y promover el bien común de la sociedad civil. El bien común de toda la familia humana requiere una organización de la sociedad internacional.

Compendio

407. ¿Qué es el bien común? - 1905-1906 - 1924
Por bien común se entiende el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible, a los grupos y a cada uno de sus miembros, el logro de la propia perfección.

408. ¿Qué supone el bien común? - 1907-1909 - 1925
El bien común supone: el respeto y la promoción de los derechos fundamentales de la persona, el desarrollo de los bienes espirituales y temporales de la persona y la sociedad, y la paz y la seguridad de todos.

409. ¿Dónde se realiza de manera más completa el bien común? - 1910-1912 - 1927
La realización más completa del bien común se verifica en aquellas comunidades políticas que defienden y promueven el bien de los ciudadanos y de las instituciones intermedias, sin olvidar el bien universal de la familia humana.

410. ¿Cómo participa el hombre en la realización del bien común? - 1913-1917 - 1926
Todo hombre, según el lugar que ocupa y el papel que desempeña, participa en la realización del bien común, respetando las leyes justas y haciéndose cargo de los sectores en los que tiene responsabilidad personal, como son el cuidado de la propia familia y el compromiso en el propio trabajo. Por otra parte, los ciudadanos deben tomar parte activa en la vida pública, en la medida en que les sea posible.

Artículo 3.- LA JUSTICIA SOCIAL

RESUMEN

1943 La sociedad asegura la justicia social procurando las condiciones que permitan a las asociaciones y a los individuos obtener lo que les es debido.

I El respeto de la persona humana

1929. La justicia social sólo puede ser conseguida sobre la base del respeto de la dignidad trascendente del hombre. La persona representa el fin último de la sociedad, que está ordenada al hombre

1944 El respeto de la persona humana considera al prójimo como ‘otro yo’. Supone el respeto de los derechos fundamentales que se derivan de la dignidad intrínseca de la persona

1932 El deber de hacerse prójimo de los demás y de servirlos activamente se hace más acuciante todavía cuando éstos están más necesitados en cualquier sector de la vida humana. ‘Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’ (Mt 25, 40).

Compendio

411. ¿Cómo asegura la sociedad la justicia social? - 1928-1933 - 1943-1944
La sociedad asegura la justicia social cuando respeta la dignidad y los derechos de la persona, finalidad propia de la misma sociedad. Ésta, además, procura alcanzar la justicia social, vinculada al bien común y al ejercicio de la autoridad, cuando garantiza las condiciones que permiten a las asociaciones y a los individuos conseguir aquello que les corresponde por derecho.

II Igualdad y diferencias entre los hombres

1945 La igualdad entre los hombres se vincula a la dignidad de la persona y a los derechos que de ésta se derivan.

1934 Creados a imagen del Dios único y dotados de una misma alma racional, todos los hombres poseen una misma naturaleza y un mismo origen. Rescatados por el sacrificio de Cristo, todos son llamados a participar en la misma bienaventuranza divina: todos gozan por tanto de una misma dignidad.

1946 Las diferencias entre las personas obedecen al plan de Dios que quiere que nos necesitemos los unos a los otros. Esas diferencias deben alentar la caridad.
1947 La igual dignidad de las personas humanas exige el esfuerzo para reducir las excesivas desigualdades sociales y económicas. Impulsa a la desaparición de las desigualdades inicuas.

Compendio

412. ¿En que se fundamenta la igualdad entre los hombres?
1934-1935 - 1945
Todos los hombres gozan de igual dignidad y derechos fundamentales, en cuanto que, creados a imagen del único Dios y dotados de una misma alma racional, tienen la misma naturaleza y origen, y están llamados en Cristo, único Salvador, a la misma bienaventuranza divina.

413. ¿Cómo hay que juzgar el hecho de la desigualdad entre los hombres? - 1936-1938 - 1946-1947
Existen desigualdades económicas y sociales inicuas, que afectan a millones de seres humanos, que están en total contraste con el Evangelio, son contrarias a la justicia, a la dignidad de las personas y a la paz. Pero hay también diferencias entre los hombres, causadas por diversos factores, que entran en el plan de Dios. En efecto, Dios quiere que cada uno reciba de los demás lo que necesita, y que quienes disponen de talentos particulares los compartan con los demás. Estas diferencias alientan, y con frecuencia obligan, a las personas a la magnanimidad, la benevolencia y la solidaridad, e incitan a las culturas a enriquecerse unas a otras.

III La solidaridad humana

1939 El principio de solidaridad, expresado también con el nombre de ‘amistad’ o ‘caridad social’, es una exigencia directa de la fraternidad humana y cristiana (cf SRS 38-40; CA 10)
1940 La solidaridad se manifiesta en primer lugar en la distribución de bienes y la remuneración del trabajo. Supone también el esfuerzo en favor de un orden social más justo
1941 Los problemas socioeconómicos sólo pueden ser resueltos con la ayuda de todas las formas de solidaridad: solidaridad de los pobres entre sí, de los ricos y los pobres, de los trabajadores entre sí, de los empresarios y los empleados, solidaridad entre las naciones y entre los pueblos. La solidaridad internacional es una exigencia del orden moral. En buena medida, la paz del mundo depende de ella.

1948 La solidaridad es una virtud eminentemente cristiana. Es ejercicio de comunicación de los bienes espirituales aún más que comunicación de bienes materiales.

Compendio

414. ¿Cómo se expresa la solidaridad humana? - 1939-1942 - 1948
La solidaridad, que emana de la fraternidad humana y cristiana, se expresa ante todo en la justa distribución de bienes, en la equitativa remuneración del trabajo y en el esfuerzo en favor de un orden social más justo. La virtud de la solidaridad se realiza también en la comunicación de los bienes espirituales de la fe, aún más importantes que los materiales.